Los infartos continúan siendo una de las principales causas de muerte en México, y su origen no se encuentra en un evento repentino, sino en años de descuidos progresivos, afirmó el doctor Manuel Leyva, especialista en obesidad y delgadez.
“Un infarto no ocurre de un día para otro. Es la consecuencia final de años de mala alimentación, sedentarismo y enfermedades silenciosas no controladas”, advirtió.
Entre los factores que más contribuyen a un infarto se encuentran:
Hipertensión arterial
Diabetes
Colesterol y triglicéridos elevados.
Obesidad y síndrome metabólico.
Estrés crónico y falta de sueño.
El especialista también analizó los factores que afectan particularmente a la población veracruzana.
Alimentación rica en sal, carbohidratos y grasas saturadas.
“No me gusta hablar de dieta, porque pesa más que la losa que cargó Pípila”, dijo con humor el médico, quien prefirió hablar de “régimen de alimentación”.
Obesidad.
“Sabemos que es una epidemia, que a nadie le interesa y que evadimos nuestra responsabilidad como seres humanos”, afirmó.
Sedentarismo.
Incluso en actividades mínimas —como caminar desde el coche hasta la tienda— muchas personas evitan moverse.
Calor extremo y deshidratación.
El calor genera vasodilatación periférica y disminuye el riego sanguíneo al corazón, obligándolo a trabajar más.
“Con la deshidratación aumenta la viscosidad de la sangre y el riesgo de formar trombos”, explicó.
Estrés urbano.
Congestionamientos, horas pico, motociclistas, fallas en semáforos y mala movilidad provocan una constante liberación de adrenalina.
“Vivimos con un estrés diario que se suma a todo lo demás”, agregó.
Leyva explicó que con el tiempo, una mala alimentación y hábitos nocivos provocan la acumulación de grasa en las arterias —la llamada placa de ateroma—, que puede romperse sin previo aviso.
Si la placa se rompe:
se forma un trombo que puede bloquear la arteria (trombosis), o
desprenderse y viajar por el cuerpo hasta incrustarse en un vaso sanguíneo (embolia).
El infarto ocurre cuando el tejido del corazón deja de recibir sangre.
Aunque algunas personas no sienten nada, hay señales que sí aparecen:
Fatiga extrema
Dolor precordial (en el pecho)
Falta de aire
Dolor al caminar rápido
Molestia en la “boca del estómago”, similar a una gastritis
Incluso, destacó, algunos pacientes llegan al hospital sin saber que atraviesan un infarto leve.
El médico insistió en que la prevención salva vidas, y señaló acciones básicas para reducir el riesgo:
Tomarse la presión cada 15 días.
Medirse glucosa, colesterol y triglicéridos cada 6 meses a partir de los 35 años (o cada 3 meses si ya existen problemas).
Controlar diabetes e hipertensión.
Caminar 30 minutos diarios.
Reducir sal y grasas saturadas.
Vigilar el peso corporal.
En algunos casos, bajo supervisión médica, tomar un antiagregante plaquetario para disminuir riesgo de trombos.
“Estamos siendo diezmados por enfermedades prevenibles, y la humanidad permanece impasible, sin procurarse salud”, lamentó el Dr. Leyva.
El especialista concluyó recordando que muchos infartos podrían evitarse si las personas acudieran periódicamente a chequeos básicos: presión arterial, peso, glucosa, colesterol y triglicéridos.