El odio en redes sociales es selectivo. Tiene género, tiene blanco, y muchas veces tiene nombre de mujer. Esta semana, el rostro de esa diana digital ha sido Florinda Meza, actriz, escritora, productora y viuda de Roberto Gómez Bolaños, mejor conocido como “Chespirito”. En un nuevo estallido de linchamiento virtual, Meza ha sido culpada, juzgada y hasta ridiculizada por la misma historia de siempre: haber sido “la otra”, haber “separado un matrimonio”, haber “destrozado una familia”. Como si una relación extramarital fuese un acto unilateral.
Las redes sociales repiten un viejo patrón: ante un conflicto sentimental, se ataca a la mujer. Al parecer se ha dejado en pausa a Àngela Aguilar, para convertir en la nueva piñata del pueblo a Florinda. Al hombre, se le exime, se le comprende, se le canoniza. Gómez Bolaños, figura adorada de la televisión mexicana, fue un hombre que abandonó a su esposa y seis hijos para comenzar una nueva vida con Meza. Esa parte de la historia suele narrarse en susurros, si es que se menciona. La responsabilidad masculina queda diluida entre la genialidad del ídolo, los personajes entrañables y el amor romántico que justifica todas las decisiones.
Pero ¿por qué se le exige a Florinda Meza una conducta moral intachable, mientras que a Gómez Bolaños se le permite el olvido de sus compromisos familiares? Porque el juicio social sigue atado al discurso heteropatriarcal que dicta que las mujeres deben ser las guardianas de la moral, las que dicen “no”, las que preservan el hogar… incluso cuando el hogar no es suyo. En ese mismo marco mental, la mujer que ejerce su deseo, que toma decisiones, que no se arrepiente, merece ser castigada.
Florinda Meza ha sido señalada por “ambiciosa”, “manipuladora” y “calculadora”. No importa que haya sido actriz con carrera propia, ni que haya contribuido al universo de Chespirito desde la escritura, la dirección y la producción. Su identidad, para el juicio popular, se reduce al rol de amante y viuda. Como si su única narrativa fuese la del escándalo y no la del trabajo, la persistencia y el amor también, porque, sí, en esa relación hubo amor y, a juzgar por sus entrevistas y declaraciones, lo hubo hasta el final.
El odio digital, disfrazado de “opinión”, “crítica” o “memes”, no es inocente. Refleja los valores que seguimos reproduciendo como sociedad. En lugar de cuestionar por qué seguimos protegiendo al hombre poderoso que incumple responsabilidades, volcamos la furia sobre la mujer visible, la que no se esconde, la que no se disculpa por vivir.
Florinda Meza no es una santa, pero tampoco es la villana de este cuento. Florinda ha dicho cosas horribles, como aquello de los “6 defectos (los hijos de Roberto)”. Que es una frase escalofriante pero de lo más recurrente, lo que que pasa es que ella es figura pública y está expuesta, pero sobran las mujeres que siguen dentro de la caja y que creen que la peor enemiga de una mujer es otra mujer, y reproducen el discurso patriarcal el cual tienen programado y que las coloca en el papel de “contrincante”. El problema es que, para las redes sociales, las mujeres no tienen permitido ocupar el centro de la historia sin pagar un precio.
Porque en la narrativa machista, la mujer siempre será culpable, y el hombre... un genio incomprendido.