Hay silencios que duelen más que las palabras, y hay ausencias que pesan más que cualquier discurso. En Veracruz, el norte está bajo el agua, literalmente. Familias enteras han perdido todo: sus casas, sus cultivos, sus animales, sus recuerdos. Los ríos Pánuco, Tuxpan, Cazones y Tecolutla se han desbordado dejando tras de sí un paisaje de devastación. Pero entre tanto lodo, tanta pérdida y tanto dolor, hay una ausencia que no pasa desapercibida: la de la zacatecana Rocío Nahle, aspirante —aunque cada vez menos creíble— a gobernar este estado.
Mientras la presidenta de México recorrió las zonas afectadas, y aunque sabemos que no escuchó mucho a la gente y su actitud dejó mucho que desear,se mostró, al menos, presente en medio del desastre, la autodenominada “veracruzana por adopción” prefirió mantenerse lejos. ¿Le temió al lodo o al reclamo ciudadano? ¿Le pesó más el cálculo político que la empatía humana? ¿O simplemente no tuvo el valor de mirar de frente el sufrimiento que su propio partido ha dejado en el abandono?
Rocío Nahle, quien durante años ha intentado posicionarse como la gran figura política de Veracruz, ha demostrado una vez más que su compromiso con esta tierra es, en el mejor de los casos, utilitario. Cuando se trata de buscar votos, se le ve abrazando a campesinos, visitando mercados y hablando de progreso. Pero cuando Veracruz duele, cuando la gente la necesita, desaparece. Se esconde detrás de comunicados fríos y de una narrativa oficialista que ya nadie cree.
El liderazgo se mide en la adversidad. Y en momentos como este, cuando miles de veracruzanos duermen sobre el piso mojado de un albergue improvisado, lo mínimo que se espera de quien aspira a gobernar es presencia. No discursos, no promesas, no fotos posadas: presencia real. Pero Nahle no estuvo. No acompañó a la presidenta en su recorrido, no dio la cara, no ofreció consuelo. Y eso, en política, es más revelador que cualquier encuesta.
Su actitud distante contrasta con la urgencia y la desesperación que vive el norte del estado. Las carreteras colapsadas, los pueblos incomunicados, los damnificados esperando ayuda que no llega. Veracruz no necesita a una candidata que solo aparece cuando hay cámaras; necesita a una mujer —o un hombre— con sentido de responsabilidad, de arraigo, de empatía. Nahle, lamentablemente, parece no tener ninguna de esas cualidades.
No basta con enviar mensajes en redes sociales o con posar en eventos partidistas. Los veracruzanos no necesitan un discurso técnico sobre infraestructura o energía; necesitan botas en el fango, manos que ayuden a levantar lo que el agua destruyó. Y Rocío Nahle no está ahí. Prefirió la comodidad de la distancia, la seguridad del silencio y la calculadora política antes que el compromiso con la gente.
Muchos se preguntan por qué no estuvo al lado de la presidenta durante la visita a las zonas afectadas. La respuesta podría ser simple: miedo. Miedo a enfrentar los reclamos de una
población que la siente ajena, que no le cree, que no olvida su origen zacatecano ni sus ausencias reiteradas. Miedo a ser confrontada por la realidad que su discurso no puede ocultar. Los datos que el gobierno nos comparte, mínimiza la tragedia, nos hemos informado mucho más a traves de redes, estás alcanzan decir que casi el 40% del territorio está en caos. Urge que la maquinaria entre y ayude en la limpieza. El olor a agua estancada, a cuerpo de animales podridos (ganado, perros, gatos) que se ahogaron en la corriente es fuerte y las enfermedades que se avecinan, hacen con urgencia que se preste la atención debida.
En Veracruz, la gente tiene memoria. Y en la memoria colectiva quedará registrada esta ausencia como una señal inequívoca de indiferencia. No Rocío, esta inundación no fue “ligera”. Cuando los veracruzanos más necesitaban a su gobernadora, ella eligió el silencio. Y en política, como en la vida, quien calla ante el dolor del pueblo se vuelve cómplice del abandono.
Hoy, Veracruz llora entre el agua y el lodo. Pero también toma nota. Porque las tragedias no solo desbordan ríos; también desbordan verdades. Y la verdad, por incómoda que sea, es que la zacatecana Rocío Nahle ha demostrado que su compromiso con Veracruz no resiste una tormenta. A laa zacatecana, que gobierna Veracruz, no le duele su tragedia, no es su tierra.