Opinión

Elecciones primarias

Por Juan José Rodríguez Prats

¿Quiénes van a participar? ¿Con qué recursos harán las campañas? ¿El INE aceptará hacer el ejercicio?


Si poder olvidar es en verdad una gracia, también

la memoria, la repetición de las enseñanzas recibidas,

es propia de toda vida responsable.

Dietrich Bonhoeffer

No es caer en el alarmismo afirmar que la humanidad vive un momento crítico a causa de las evidentes crisis de diversa índole. Tan sólo enunciarlas provoca escalofrío y miedo. No tiene caso repetirlas, cuando todos los medios se han encargado de bombardearnos con las noticias cotidianas. Por deformación profesional, considero que la más grave es la política; la carencia de un liderazgo auténtico, del que enfrenta problemas y toma decisiones acertadas.

Me parece que de inicio debemos seguir el consejo de Daniel Goleman: “Lo único que puede liberarnos del poder hipnótico del autoengaño es el valor para buscar y afirmar la verdad”.

Focalizando nuestro caso, tiene toda la razón Soledad Loaeza cuando afirma que el partido hoy en el poder ni de lejos cuenta con la hegemonía del que tuvimos el siglo pasado. Agrega, además, otro diagnóstico realista: “El PRI de hoy tampoco es el partido de ayer”. En conclusión, estamos ante un gran vacío. Fracasamos en la consolidación de nuestra anhelada transición a la democracia.

Consecuencia de lo anterior, personajes que están curtidos en el quehacer político y preocupados en la búsqueda de soluciones, recientemente propusieron la creación de un frente amplio y el método de una elección primaria abierta a la ciudadanía para elegir candidatos hacia la contienda de 2024. En mi artículo anterior califiqué la idea como una quimera y algunas voces me han solicitado que sustente mis argumentos.

Es más que evidente que hoy como siempre —digamos que es lo normal— los partidos políticos están en crisis. Son parte, como su nombre lo indica, no el todo. A ellos acuden ciudadanos para hacer política y con legítimas ambiciones de ocupar cargos públicos. La confrontación es inevitable y el afloramiento de la condición humana, con todos sus ingredientes, es consustancial. Lo único que les permite sobrevivir, pienso yo, es su consistencia doctrinaria, su identidad y su congruencia, compañera inseparable.

Todas las organizaciones de ciudadanos tienen sus ordenamientos internos para orientar su comportamiento. En el caso de los partidos, algunos de éstos son su declaración de principios y sus estatutos. Ahí se contemplan los métodos para elegir candidatos. Por ahí debemos comenzar.

Cada partido debe hacer su tarea. Darle prioridad a sus militantes y ofrecerlos a la ciudadanía como una opción más para que elija. Entre su membresía se sabe quiénes son, se conocen sus limitaciones y capacidades. Ésa es su responsabilidad más importante.

Entiendo lo que está en juego para 2024 y me remito a la experiencia de 1988 cuando Heberto Castillo, en un acto de generosidad y auténtica vocación democrática, declinó a favor de Cuauhtémoc Cárdenas. Considero que ése es el camino indicado. Todos los partidos deben postular candidatos –lo cual es sugerencia de Perogrullo– y en el camino se irán decantando los más idóneos y, desde luego, con mayor preferencia electoral.

Una elección como la que se ha propuesto es de difícil realización. ¿Quiénes van a participar? ¿Con qué recursos harán las campañas? ¿Habrá tope de gastos para realizarlas? ¿Cómo se va a evitar la intromisión de nuestro adversario común? ¿El INE aceptará hacer el ejercicio?

Se habla de incluir a ciudadanos sin partido y que nos abramos a la tan cacareada sociedad civil sin ningún requisito. ¿Una apertura a quien sea? Insisto, en política hay que confiar en lo que ha dado resultados y anestesiar un poco la fervorosa imaginación que nos hace cometer enormes torpezas.

En el caso de mi partido, el PAN debe dejar de sudar calenturas ajenas y atender la recomendación de Castillo Peraza: “Porque tenemos memoria, apostemos por nosotros mismos”. Ésa es nuestra tradición. Darle continuidad es la única solución para recuperar credibilidad y confianza.