Opinión

Centralismo disfrazado

Por Juan José Rodríguez Prats

Violentar nuestro orden jurídico de ninguna manera constituye la solución idónea a nuestros graves problemas nacionales.


En los escarceos de nuestra vida independiente como República, hace casi 200 años (diciembre 1823), se dio un célebre debate en el que todavía estamos inmersos. Sus protagonistas fueron Miguel Ramos Arizpe y Fray Servando Teresa de Mier. Transcribo algo de lo dicho por este último. “Se nos ha censurado de que proponíamos un gobierno federal en el nombre, y central en la realidad (…) nosotros encorvados 300 años bajo el yugo de un monarca absoluto, apenas acertamos a dar un paso sin tropiezo. En el estudio conocido de la libertad somos como niños a quienes poco a poco se han quitado las fajas o como esclavos que acabamos de largar cadenas inveteradas (…) al pueblo se le ha de conducir no obedecer. Sus diputados no somos mandaderos, que hemos venido aquí a toda costa y de tan larga distancia para presentar el billete de nuestros amos. Para tan bajo encargo sobraban lacayos en la provincia y corredores en México (…) somos sus árbitros y compromisarios no sus mandaderos (…) pregúnteseles que casta de animal es República federal y doy mi pescuezo si no responden treinta mil desatinos (…) dicen las escrituras: ’No sigas a la turba para obrar el mal, ni descanses en el dictamen de la multitud para apartarte del sendero de la verdad (…)’, el pueblo siempre ha sido víctima de la seducción de los demagogos turbulentos, y así su voluntad numérica es un fanal muy oscuro, una brújula muy incierta (…) quiere usted que no nos constituyamos en una República central. No, yo siempre he estado por la federación, pero una federación razonable, sensata (…) tan tirano puede ser un pueblo como un monarca y mucho más violento, precipitado y sanguinario (…) yo tiemblo cuando miro que en aquellos donde más arde el fuego están a la cabeza del gobierno (…) En toda República cuando ha amenazado un peligro próximo y grave se ha creado un dictador (…) preveo la división, las emulaciones, el desorden, la ruina y el trastorno de nuestra tierra hasta sus cimientos”.

El discurso se le recuerda atinadamente como el de las profecías. Hay que redefinir al Estado mexicano. Distinguir entre desconcentración y descentralización y precisar la regla de oro, que consiste en deslindar las competencias entre los tres órdenes de gobierno. El método del artículo 124 de nuestra Carta Magna (que es una copia exacta de la enmienda 10 de la constitución de Estados Unidos) consistente en las facultades explícitas e implícitas no funciona. Nuestra confusión ha llegado a tal grado que el verbo federalizar es sinónimo de centralizar. Tenemos dos estructuras paralelas en todas las políticas haciendo las mismas tareas. Veamos el tema de seguridad: el artículo 115 de nuestra ley fundamental declara expresamente en su fracción tercera: “Los municipios tendrán a su cargo las funciones y servicios públicos siguientes: h.- seguridad pública, en los términos del artículo 21 de esta Constitución, policía preventiva municipal y tránsito”; el aludido artículo 21 a su vez expresa: las instituciones de seguridad pública, incluyendo la Guardia Nacional serán de carácter civil, disciplinada y profesional. La investigadora Edna Jaime escribe: “No hay país con seguridad que no tenga las policías municipales como base”.

A través de transitorios se declaró la suspensión de la vigencia de esos artículos y se pretende prolongarse con este atropello hasta el siguiente gobierno. El artículo a aplicarse debió ser el 29, que habla de la suspensión de garantías en caso de emergencia nacional.

Desde que el presidente Felipe Calderón le encomendó al Ejército tareas que no le corresponden se viene violando la Constitución. Si algo en nuestra ley fundamental debe ser reformado hay que hacerlo, pero en tanto no se haga, se respeta.

Violentar nuestro orden jurídico de ninguna manera constituye la solución idónea a nuestros graves problemas nacionales.