Opinión

Asunto de confianza

Por Ramón de la Peña


"Le recomiendo un par de libros", me escribe un exalumno de ya hace buen tiempo. "Están descontinuados. Yo los presté y no me los han devuelto. Me arrepiento muy seguido de eso. ¿Se acuerda de aquel mensaje de la sabiduría popular?: Hay dos tipos de tontos: el que presta un libro y más tonto aún el que lo devuelve. Uno de los libros se llama 'Diario de un viajero desesperado', y el otro 'Palabras sabias para gente ocupada'. Son de un teólogo protestante, Charles Swindoll. El segundo es la continuación del primero; ambos hablan del Eclesiastés".

Ni tardo ni perezoso entré a internet y claro, me encontré decenas de sitios que tienen información de artículos, libros y discursos de Charles Swindoll. En uno de sus mensajes relata una reunión que tuvo con un grupo importante de amigos y seguidores, cuenta lo bien que la pasó y menciona la recomendación que escuchó en forma generalizada: "Manténgase sincero, siga dándonos razones para confiar, respetar y creer en usted; siga creciendo, pero a medida que pasen los años, no se desvíe. Así como ha hecho con nosotros en el pasado, deje en nuestros hijos el recuerdo de un ministerio en que ellos puedan confiar. Manténgase fuerte. Siga puro. No haga nada fraguado. No oculte pecados que algún día se volverán en escándalo". Es una cosa tremenda eso de que le tengan a uno confianza, menciona Charles. Y sin duda una excelente recomendación para todos nosotros.

Más adelante destaca una plegaria que un colega suyo mencionó haber escuchado cuando oraba junto a un prelado destacado: "Oh, Dios mío, no permitas que yo sea un viejo perverso". Charles comenta: "Nadie en su sano juicio se levanta por la mañana, se sienta a un lado de la cama y piensa: 'veamos, ¿qué puedo hacer hoy para estropear mi vida?, ¿qué puedo hacer para quebrar la confianza de los que me respetan y creen en mí?'. Por supuesto que nadie en su sano juicio piensa en eso. Lo que ocurre es algo mucho más sutil, quizás todo se origina con pensamientos extraños: '¿Quién puede saber si lo hago, si me hago de la vista gorda, si le doy el dinero que me pide para no ser infraccionado?'. Ni siquiera a Dios le importan esas cosas tan pequeñas. Él está demasiado ocupado con cosas más grandes; apenas si le importa si cometo esta pequeña deshonestidad, todos lo hacen". Tremendo error, nos dice Charles: ese camino nos conduce a ser viejos perversos a la larga.

Su mensaje trajo a mi mente una de las fábulas de la ranita, sí, esa fábula que nos dice que si a una ranita la tratamos de poner en un recipiente que contiene agua muy caliente la ranita rápidamente salta del recipiente para ponerse a salvo, pero si se le pone en un recipiente de agua fría, la ranita gustosamente se pone a nadar, y si esa agua se le calienta lentamente la ranita no se da cuenta que está cada vez más caliente, pues su cuerpo se adapta a la nueva temperatura.

Los malos, los corruptos, los asaltantes, los viejos perversos no se hacen de la noche a la mañana: se hacen poco a poco, y si no se les detecta y corrige se pueden transformar en verdaderos depredadores de su propia especie.

¿Qué puedo hacer para evitar llegar a ser un viejo perverso? Ante todo, querer evitarlo. Le recuerdo la vieja máxima que dice: querer es poder. Segundo, buscar los consejos de los que saben. Yo le recomiendo leer los proverbios de Salomón, hijo de David y rey de Israel, del cual extraje las siguientes siete recomendaciones:

1. Escucha la disciplina de tu padre y no abandones la instrucción de tu madre.

2. Si los pecadores te quisieran persuadir, no lo consientas; no entres en el sendero de los impíos, ni pongas tu pie en el camino de los malos. Porque ellos no duermen si no han hecho mal.

3. No niegues un bien a quien es debido, teniendo poder para hacerlo. No digas a tu prójimo: "Anda y vuelve; mañana te lo daré", cuando tienes contigo qué darle. No trames mal contra tu prójimo, estando él confiado en ti.

4. No pleitees con alguno sin razón, si es que no te ha hecho agravio. No envidies al hombre violento, ni escojas ninguno de sus caminos.

5. Aférrate a la disciplina y no la sueltes; consérvala, porque ella es tu vida.

6. Ve a la hormiga, observa sus caminos y sé sabio. Ella no tiene jefe, ni comisario, ni gobernador; pero prepara su comida en el verano, y guarda su sustento en el tiempo de la siega.

7. Siete cosas aborrece Jehová: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies que se apresuran a correr al mal, el testigo falso que habla mentiras y el que provoca discordia entre los hermanos.