Opinión

El INE y las campañas negras

Por Ricardo Homs


El INE ha estado retirando del aire spots con que los partidos políticos tratan de descalificar en televisión a sus oponentes, buscando destacar sus debilidades, sus actos éticamente reprobables, o hasta transgresiones a la ley.

PRI, PAN, MORENA, PRD, PT las han utilizado recientemente.

Los nombres cambian. “Campañas de contraste” las denominan los consultores políticos, algunos otros les dicen de “desgaste”, aunque “campañas de reposicionamiento” sería la denominación más técnica, porque modifica la percepción pública respecto de la identidad de un partido o candidato.

Sin embargo, vox populi las llama “campañas negras”.

Independientemente de discutir si éticamente son válidas, debemos reconocer, -que además de contribuir a la creación de un entorno negativo, de desencanto y polarización social-, habría que analizar su impacto a favor de quien las realiza. Hay muchos mitos alrededor de ellas.

Durante la última campaña presidencial hubo quienes dentro del equipo de Josefina Vázquez Mota pugnaron por utilizar la “estrategia de contraste”, enfocada hacia el candidato Enrique Peña Nieto.

Esto significó invertir un tiempo valioso de exposición en TV para desgastar a su contrincante, perdiendo así tiempo que podía haberse invertido para hablar de ella y seducir al electorado con su “visión de país”.

Una campaña muy corta no permitía darse el lujo de desperdiciar oportunidades de construir un “posicionamiento” poderoso para fortalecer su identidad y vincularse con las necesidades de los ciudadanos. Cada spot que fue invertido en denostar o desgastar al adversario, fue una oportunidad perdida para hablar de ella y su proyecto de país.

Las campañas “de contraste” generalmente hablan del contrincante y quiéranlo o no, fortalecen su presencia pública a costa de quien se dedica a denostar al enemigo. En lugar de desgastarlo le fortalecen. Al no hablar del candidato que paga el spot (aunque sean tiempos oficiales), ni de lo que realiza, -así como de su trayectoria y sus compromisos con la sociedad-, estos spots se convierten no en un desperdicio, sino en un regalo “al contrincante”.

Los votos que pudo haber perdido el candidato Peña Nieto con esa campaña de contraste, los capitalizó AMLO.

Por si fuera poco, vemos que utilizar esa estrategia negativa no aporta ninguna seguridad de que desgastando al contrincante, -esos votos que éste pudiese perder-, caigan del lado de quien invirtió en realizar esa campaña.

También pueden tener el efecto boomerang de victimizar a quien se critica o ataca, y generar en el electorado un sentimiento de solidaridad con el agredido y de rechazo al agresor.  El mexicano se solidariza siempre con quien es víctima de agresiones.

Desde hace muchos años, a través de estudios realizados por varios expertos de prestigio internacional, -especializados en conducta social-, se descubrió que la gente nunca está totalmente abierta para creer todo lo que escucha, pues siempre tiene sus propias creencias, ideas  y hasta suposiciones y las campañas mediáticas, -por tanto-, fortalecen las ideas que desde antes tenían. Difícilmente una campaña corta puede cambiar actitudes.

Quienes estaban en contra del partido o candidato al que se ataca, fortalecerán su rechazo y repudio, -pero quienes estaban a su favor-, fortalecerán su simpatía.

Quienes podrían ser sensibilizados por la campaña de contraste en contra de quien es criticado, serían los miembros del segmento conformado por ciudadanos que no tenían una opinión ni una actitud formada, a quienes comúnmente se les denomina el sector de los “indecisos”.

Sin embargo, una campaña de contraste como las que hoy vemos por TV, generan como respuesta otra campaña en contra. El resultado final es confusión, incredulidad, desconfianza, descrédito y apatía.

A final de cuentas las campañas de contraste, -o campañas negras-, han sido la causa del desánimo y la decepción de la ciudadanía.

El descrédito generado por las campañas negras ha ensuciado la política.