Opinión

La soberbia y el poder

Por Ramón de la Peña


 

Cuentan que una vez, un ministro religioso fue con un sastre para que le hiciera un traje. El sastre le tomó las medidas y le preguntó cuánto tiempo llevaba como ministro, ¿Para que quieres saber mi tiempo de servicio? para que el traje le quede perfectamente le contesta el sastre. El ministro extrañado por la respuesta, le pregunta de nuevo: ¿Qué tiene que ver el tiempo de mi servicio como ministro para que usted me haga un traje que me quede perfectamente?

El sastre le respondió: Ustedes los ministros, al principio, van doblados hacía adelante, con humildad. Por eso, les tengo que hacer los trajes más cortos por delante y más largos por atrás, para que así se le vea derecho el traje. Pero, al transcurrir unos años, se enderezan y les tengo que hacer el traje normal. Cuando pasan otros años más, se les infla demasiado el pecho, y tengo que hacerles los trajes más largos por delante que por detrás para que se les vea derecho.

Un ejemplo de la mezcla de esa soberbia con el poder lo dio Napoleón Bonaparte cuando logró que el Papa fuese de Roma a París especialmente para coronarlo en la catedral de Notre-Dame. Pero en la ceremonia Napoleón tomó la corona en sus manos y se coronó él mismo con los símbolos imperiales frente al Papa, mostrando así una mezcla de poder y soberbia para destacarse por encima de todos los ahí presentes, incluido desde luego, el representante de Díos en la tierra.

Para mí esta actitud de Napoleón es una mezcla de prepotencia, orgullo, presunción, jactancia, vanidad y desde luego la esencia del soberbio: Un gran deseo de estar por encima de los demás.

Ese comportamiento de Napoleón me ha tocado verlo en muchos jefes, más no líderes, que tras un tiempo de haber recibido el poder parece que se transforman y se llenan de soberbia. Dicen que el poder corrompe, yo digo que el poder saca lo que llevamos adentro y lo multiplica, transformando a las personas en paradigmas positivos o negativos.

Para mi es claro estimado lector que los que más tenemos, los que más sabemos o los que más autoridad tenemos, somos los que tenemos la gran obligación ética y moral, de ser no sólo generosos y solidarios con los que menos tienen, y más ahora en las circunstancias actuales, sino también de ser paradigmas positivos para nuestra comunidad.

¿Cuáles son los síntomas, causas y efectos de la soberbia? Me pregunta Katchumo, mi asesor de Santa Catarina, quien sin dejarme responder me menciona, para mi el síntoma más importante, es el deseo de estar por encima de los demás, que lo lleva a estar en competencia continua con los demás, que implica sentirse más inteligente, más trabajador, más innovador, más productivo, más rico y plenamente poderoso, y que por lo mismo rechaza, muchas veces con enojo, las correcciones o comentarios adversos a sus ideas y proyectos que recibe de sus colaboradores o de personas fuera de su circulo de influencia.

Y continua Katchumo: Pero lo peor que le puede pasar a una persona soberbia es fracasar, se derrumba interiormente, le entra una gran desesperación. A todos nos cae mal fracasar, pero imagine usted lo que le puede pasar a una persona que esta en un puesto muy importante de una organización, cuya soberbia se ha ido incrementando con el tiempo y que su circulo interior de colaboradores se la ratifica continuamente al decirle: usted es el más inteligente, más innovador, más productivo, sin usted no se lo que haríamos, cuando de repente el presidente lo llama para reclamarle sus criticas irónicas a funcionarios del gobierno y al propio presidente, para después anunciar haber aceptado la renuncia de su colaborador. Imagínese lo que sintió, ya hace tiempo, el General Stanley McChrystal, después de ser relevado de su puesto (23 de junio de 2010) como general en jefe de las tropas de Estados Unidos en Afganistán luego que un reportero de la revista Rolling Stone diera a conocer las críticas que hizo a funcionarios del gobierno. ¿O usted pensaba, concluye Katchumo, que estaba hablando de otra persona? …