Opinión

Arco iris, Cachetes y yo

Por Alejandro Mier


 

Cuento infantil de Primavera

Para Lucy, ver volar detrás de su ventana a la enorme mariposa multicolor que todas las mañanas danzaba ante sus ojos, le resultaba fabuloso. “Arco iris” fue el nombre con el que la bautizó y mientras sus tonos se mezclaban a tal velocidad, en la mente de Lucy florecían las mismas frases: “si yo pudiera navegar los aires como tú, Arco iris…” “si yo pudiera tan sólo pasear por las calles…” “si yo pudiera… si yo pudiera…”

Pero no, su enfermedad le impedía salir de casa. No iba a la escuela como el resto de las niñas. Ni siquiera mamá le permitía jugar en el parque y es que la última vez que había salido, al ir avanzando por las calles de la ciudad, una tos que la ahogaba la atacó, se ponía mal del estomago y su piel de niña comenzaba a enroncharse.

Por eso, mamá la protegía mucho y procuraba mantenerla en su habitación; a veces, cuando abría de más la puerta y el humo del cigarro de los adultos o tan sólo el polvo penetraba, de inmediato tenían que ponerle una mascarilla con oxigeno. Esa era la única manera de devolverle a su rostro las dos preciosas chapas rosas que pintaban sus mejillas.

Arco iris se había convertido en su única amiga y sabía todos sus secretos.

La tarde comenzaba cuando Arco iris, juguetona y ágil como siempre, se paró frente a Lucy.

Con su alita parecía quererle decir que abriera la ventana, por eso Lucy con tristeza le dijo:

-Arco iris, tú sabes que lo que más deseo es estar contigo, pero no puedo.

Arco iris comenzó a rebotar ligeramente contra el vidrio y su golpeteo venía acompañado de un extraño ruido que sonaba “ffuuuu“.

“Qué simpático sonido”, pensó Lucy, “¿será el viento?” Se sentó en su cama a observar y tanto el golpeteo de Arco iris como el “ffuuuu“ eran tan insistentes que pensó que iban a romper la ventana, así que aunque lo tenía prohibido, la abrió un poquito. Muy rápido, sintió como por ese leve huequito entró una ráfaga de viento; luego la cerró para no enfermarse pero cual sería su sorpresa al ver que en su propia recámara, se formaba una gran burbuja de aire y con una cara regordeta muy chistosa le sonreía al tiempo que repetía el mismo ruido: “ffuuuu“.

-¿Así es que tú eres quien me chifla, eh? -Le dijo Lucy.

Arco iris que revoloteaba junto a ella, respondió:

-Sí, se llama “Cachetes" y quiere invitarte a que des un paseo con nosotras, anda ven.

-Pero, espera, iyo no puedo salir! ¡Puedo morir! ¿Lo olvidaste?

-No, -contestó Arco iris mientras Cachetes se inflaba cada vez más hasta que formó una enorme burbuja en la que capturó dentro de ella a Lucy y a Arco iris, las protegió y después, de un sólo soplido abrió la ventana y salieron de casa.

-¡Estamos volando! ¡Estamos volando! -Dijo Lucy feliz.

-¡Si amiga! ¡Ahora puedes volar como nosotras! -Le respondió Arco iris.

En su viaje, a medida que rebasaban los tiraderos de basura, las aguas contaminadas, el estridente ruido de la ciudad, el smog de los autos y las fábricas, se encontraron con un hermoso planeta lleno de nubes azules, majestuosos árboles y fantásticas aves y animalitos.

Lucy jamás había visitado el bosque y tanto Cachetes como Arco iris estaban tan extasiadas con el panorama que no se dieron cuenta y chocaron contra la punta del pino más alto de la montaña.

Lucy salió despedida hacía el piso. “Ahora si, pensó, si no muero al respirar, seguro con el trancazo sí”; pero no, al contrario, el aire, el agua y el ambiente eran tan limpios que se sintió muy sana y llena de vitalidad. Antes de caer al suelo, Cachetes formó una especie de cama y la alcanzó para que no cayera.

-¡Arco iris, Cachetes! ¡Puedo respirar! ¡Ya no estoy enferma! ¡Me he curado! -Gritó Lucy alzando los brazos.

-Tú estás bien, Lucy  respondió Arco iris, -en realidad, el que está muriendo es nuestro mundo. Está tan descuidado por el hombre que toda la inmundicia que despide, nos contamina y contagia la enfermedad que ellos mismos le han propiciado.

-¡Es cierto! Aquí, con la pureza del oxígeno, el cantar de los pajarillos y la belleza de la cristalina agua de río que corre por entre los árboles, hay sólo vida… pero, -agregó consternada Lucy, -¿Qué podemos hacer? ¡En la ciudad hay muchos niños enfermos como yo!

Arco iris le aconsejó:

-Los que están mal son los adultos, debemos llevar este mensaje a todos los niños para que ayudemos a que nuestros papás abran los ojos, dejen de contaminar y así podamos sanar a nuestro mundo.

-¡Claro! -Dijo Lucy. -¡Comencemos ahora mismo! ¿Qué te parece si cada niño les enseña en casa a sus hermanos mayores y papás? Así, nuestros hermanos podrán transmitir el mensaje en sus escuelas y nuestros padres podrán hacerlo en sus trabajos.

-¡Qué idea tan genial! -Dijo Arco iris moviendo sus antenitas.

Lucy le guiñó un ojo a su amiga y feliz gritó al cielo: -¡Cachetes, llévanos de vuelta a casa a toda velocidad! Hoy, todos juntos, niños y adultos, tenemos una gran misión que cumplir… ¡Salvar al planeta tierra!

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