Opinión

La corrupción de antes y la de hoy

Por Ricardo Homs


 

La grabación de una conversación entre el secretario de Comunicaciones y Transportes del Estado de México, -Apolinar Mena-, y el director general de la empresa española  OHL, -Pablo Wallentin-, revelan el posible  cobro de sobrecostos en la construcción de un tramo del Viaducto Bicentenario, en el Estado de México y vuelve a poner en el centro de la atención pública el tema corrupción como algo cotidiano en la administración pública.

Sin embargo, si algo nos ha descubierto la globalización a los mexicanos es que la corrupción no es un vicio propio de nuestro país, sino una problemática que florece en todos los rincones del Planeta, siempre y cuando las circunstancias lo permitan.

Para poder combatir este vicio oculto que cuesta mucho dinero a los mexicanos, debemos hacer varias consideraciones.

Primeramente que es una conducta que surge de la oportunidad y de una ausencia de voluntad jurídica para frenarla.

Una cosa es el "bla bla, bla" de la retórica oficial y otra muy diferente que en el fondo no se hace nada por combatirla de forma radical.

¿Qué es lo que hoy hace tan criticable algo que siempre ha existido en nuestro país?.

Seguramente hay una condicionante grave en México que establece la diferencia con el resto del mundo y es LA VORACIDAD de hoy y el alto grado de impunidad que no sólo hace difícil castigarla, sino que además la estimula.

Es lo escandaloso de las comisiones que hoy se cobran en México y que se ubican entre el 30% y el 40%, lo cual representa cantidades estratosféricas cuando se trata de obra pública.

Es cierto que la corrupción en México es cotidiana y siempre ha existido, pero antes se cobraba "poquito" para que pasara desapercibido. En cambio hoy es una gran fortuna que cínicamente se revierte en sobreprecio de las obras y el precio final de bienes y servicios.

Antiguamente los funcionarios públicos que tomaban decisiones sobre las compras terminaban su gestión con la vida resuelta, pero vivían de forma discreta por un mecanismo inconsciente de pudor que les obligaba a no ostentar lo robado.

Hoy, -a muchos años de distancia-, vemos que hijos de gobernadores y alcaldes de hace 30 años o más, no tienen resuelta la vida, viven sin lujos y se dedican a actividades productivas, lo cual indica que lo obtenido de la función pública por sus progenitores no fue tan grande como para heredarlo.

En contraste, hoy circula en los medios de comunicación y redes sociales información sobre compras millonarias de bienes raíces en el extranjero por parte de hijos de funcionarios recientes. Sin embargo, no pasa nada.

Las redes sociales, -como Facebook-, son el medio natural donde prevalece el exhibicionismo impúdico de los hijos de funcionarios y gobernantes.

Esta nueva generación de juniors seguramente nunca más tendrán que trabajar por el resto de su vida. Quizá sus descendientes tampoco.

Por tanto, hay grandes diferencias entre la corrupción de antes y la de hoy.

Es cierto que moralmente la corrupción es un delito, sea por la cantidad que fuere. Tan corrupto es quien roba poquito como quien roba mucho.

Sin embargo, desde un punto de vista práctico hay grandes diferencias, pues la corrupción acumulada de cientos de miles de actos de corrupción ha llevado a muchos gobiernos estatales a la quiebra y la insolvencia, sin que existan consecuencias para los funcionarios ladrones.  Más bien todos se solapan entre sí para comprar impunidad por si un día les toca estar en el banquillo de los acusados.

Hoy que las campañas políticas exhiben por una parte la vida oculta de candidatos y las descalificaciones de los adversarios políticos y contrincantes respecto a actos de corrupción, nos deja la sensación de que la vida política es una cloaca y una problemática difícil de resolver.

Sin embargo, reconociendo que la corrupción es difícil erradicarla al 100%, en cambio sí es muy factible bajarla de los niveles exorbitantes que hoy se practican.

Este objetivo se conseguiría con instrumentos jurídicos que dificulten la negociación inmoral y una voluntad política férrea para llevarla a cabo, castigando a los corruptos, caiga quien caiga.