Opinión

Espionaje telefónico

Por Ricardo Homs


El espionaje telefónico alimenta hoy el morbo de las noticias que aparecen en los noticieros de TV, radio, los memes de las redes sociales e incluso los comentarios en la prensa escrita.

Todos nos reímos al escuchar el sainete Lorenzo Córdoba/ Jacobo, respecto al “Gran jefe chichimeca”, y las alusiones a “Toro”, el legendario compañero del “Llanero solitario”. Sin embargo es un asunto muy serio y grave la ligereza con que la guerra sucia de las campañas electorales contamina el ánimo ciudadano manchando de lodo la poquísima credibilidad que pudiese aún tener la clase política y gubernamental, hoy tan desprestigiada.

Independientemente de que podemos criticar a Lorenzo Córdoba por el desafortunado humor negro al referirse al supuesto representante de esa etnia, el asunto del respeto a la privacidad es un tema medular, porque vulnera derechos individuales.

Satirizar a alguien por su origen étnico es totalmente reprobable.

Sin embargo, no queda claro si realmente su interlocutor estaba respaldado por alguna comunidad de ese grupo étnico o era un vivales que pretendía extorsionarlo, porque si nos atenemos a la grabación, el centro de la conversación era una amenaza de impedir elecciones.

Cuando leo o escucho hablar del tema, veo que lo que permeó al público respecto a este asunto, es la versión anecdótica satírica y humorística, pero nadie cuestiona por qué un sujeto, -del origen que sea-, puede llegar impunemente a amenazar a la máxima autoridad de nuestro sistema electoral y anticiparle que cometerá un delito consistente en obstaculizar o impedir que en su comunidad se emita el voto.

La grabación es muy clara al describir el tema de la conversación: “yo, gran jefe nación chichimeca, vengo Guanajuato a decir a ti o diputados, yo no permitir tus elecciones… “.

Este país está lleno de vivales, por lo que es urgente que Lorenzo Córdoba nos diga quien era su interlocutor y con fidelidad, nos describa textualmente si hubo una amenaza.

Sin embargo, los medios masivos de comunicación han extendido una sospechosa cortina de humo sobre este asunto, para centrarse en el lenguaje cantinflesco que utilizó Córdoba en su conversación con Edmundo Jacobo y el discutible racismo implícito en las desafortunadas expresiones de este funcionario.

El “affaire Córdoba” tiene implícitos cuatro caminos de interpretación, aunque los medios de comunicación sospechosamente manejan el primero, el que todos conocemos como el étnico. Pero la amenaza del sujeto es gravísima, pues posiblemente iba acompañada de un chantaje, lo cual significa delito. De este modo, la supuesta víctima debiese enfrentar consecuencias penales.

El tercero, responde a la pregunta, “¿dónde está la mano que meció la cuna en este asunto?”..., quien está interesado en desacreditar desde ahora al réferi de esta contienda electoral.

Que esta conversación no se difundió espontáneamente, queda claro. Quienes difundieron la grabación tendrán un beneficio particular de la pérdida de credibilidad y reputación de Lorenzo. Ésto se llama campaña sucia.

El cuarto, es el tema ético de la invasión de la privacidad, el cual es medular en cualquier referencia a este tema. ¿Es legal intervenir conversaciones privadas, aunque esto se de en espacios profesionales e incluso en una propiedad del Estado Mexicano?.

Este tema creciente de intervención de llamadas telefónicas me recuerda al personaje mítico de “El gran hermano”, fundamental en la novela titulada “1984”, de George Orwell.

La tecnología hoy nos permite intervenir llamadas telefónicas con equipos de precio accesible y sin grandes alardes técnicos.

Es importante definir hasta dónde las conversaciones privadas son un derecho ciudadano, -aunque se trate de funcionarios públicos., y cómo éstos pueden decir lo que deseen en el ámbito privado, sea lo que fuere, siempre y cuando en el ámbito público, -o sea oficial-, se respeten las formas.

COMENTARIO AL MARGEN

Está en estreno una película titulada Little Boy. Subtitulada El gran pequeño. Fue filmada en inglés y la historia tiene que ver con una familia norteamericana, en el contexto de la segunda guerra mundial, dentro de Estados Unidos.

Sin embargo es digno de llamar la atención que todo el equipo de producción es mexicano.

Una historia sencilla y con tendencia a la “sensiblería” que gusta al gran público.

Sin embargo, una historia impecable, excelentemente bien dirigida y muy bien producida. La producción de Eduardo Verástegui y la dirección de Alejandro Monteverde. Guion de Monteverde y Pepe Portillo.

Esta nueva oleada de películas nos muestra un boom cinematográfico mexicano en pleno crecimiento. No sólo son el trio consolidado de Alfonso Cuarón, González Iñárritu y Guillermo del Toro, sino una oleada de cineastas mexicanos talentosos.

Una buena noticia dentro de las desagradables que saturan nuestro espacio informativo.