Opinión

El Petiso Orejudo

Por Ramón de la Peña


Hoy martes se llevó a cabo una entrevista en XEU radio para comentar el tema de "Los falsos ídolos" que se están convirtiendo en roles de influencia para la niñez y para la juventud mexicana. Posteriormente recordé un mensaje que comente hace tiempo sobre la historia del Petiso Orejudo, el cual comparto hoy con ustedes.

 “Siempre me he preguntado porque los niños, que la gran mayoría parecen angelitos en su temprana edad, al crecer una fracción lo hace como hombres y mujeres de bien y otros son francamente unos pelangoches y algunos de ellos se transforman en depredadores de su propia especie a quien roban, matan, violan, agreden y secuestran.” Así se inició una platica que se tornó muy interesante entre Katchumo, mi asesor de Santa Catarina, y un servidor.

Su comentario me hizo recordar mi niñez y juventud en Saltillo y en San Antonio de las Alazanas y corroborar que varios de mis amigos de niño se tornaron en malas personas siendo adultos. Esto mismo lo he corroborado en mi vida en Monterrey, lo ratifique en mi trabajo en el Gobierno Federal y en mi trabajo en el municipio de Monterrey.

¿Pero qué es lo que origina que un niño se transforme en un depredador de su propia especie?, Ante este pregunta de mi asesor accesé a la Biblioteca mundial llamada Internet y me encontré la historia del Petiso Orejudo, escrito por María C. Zapiola, en su articulo titulado: Niños asesinos de niños: el caso del Petiso Orejudo (Argentina, comienzos del siglo XX), en el que se describe el esclarecimiento de una serie de crímenes realizados por Cayetano Santos Godino, un joven de 16 años a quien los periodistas lo rebautizaron con este apodo  al integrar El Oreja y El Petiso, como se le conocía en su barrio, convirtiéndose así en “uno de los asesinos seriales más famosos de la historia del crimen en la Argentina, condensación de lo más oscuro que puede deparar la ciudad moderna. El petiso orejudo, por casi cien años, ha formado parte del saber popular sobre los “grandes delincuentes” y, a falta de mejores argumentos, ha sido invocado como figura amenazante por generaciones de padres y de abuelos para garantizar la obediencia de los niños a su cargo.”

 Este caso combinado con un gran número de casos similares, incluido el caso de Jack el destripador, considerado como el primer asesino serial de la era moderna, inducen a pensar que lo dicho por Katchumo tiene visos de realidad.

Pero ¿qué nos dicen los expertos? Por un lado existe un grupo que nos dice “todos los seres humanos llevamos algo de ángel y demonio en nuestro corazón. También los científicos dedicados al estudio de la mente humana coinciden en decir que nadie resulta ser completamente bueno o malo en el transcurso de su vida, porque en definitiva somos seres imperfectos que permanentemente deberían de buscar llegar al estado de perfección”

De ser así, concluyen, todos debemos de llevar en nuestro ADN el gen de la maldad, me imagino que llevamos también el gen de la bondad, pero que uno u otro se activan dependiendo de un buen número de factores familiares, biológicos, culturales, sociales, y ambientales, incluyendo el impacto de los medios de comunicación.

La explicación anterior me recordó una de las fábulas de la ranita, si esa que dice que si pone usted una ranita en un recipiente de agua a 45 grados, rápidamente salta pues se da cuenta que el agua esta muy caliente, pero si la pone en un recipiente de agua fría y la empieza a calentar lentamente la rana no se da cuenta del peligro hasta que ya es demasiado tarde y muere por el exceso de calor.

Esta es la segunda explicación de los expertos, es la que más creo yo: Nadie nace ni bueno ni malo, tampoco tenemos un gen de la maldad o de la bondad, son las circunstancias y la falta de un sistema de monitoreo y control, los que inducen a tener ciertos hábitos de comportamiento negativos. Así, quitando circunstancias extraordinarias, la gran mayoría de los malos lo son por haberles pasado lo que a la ranita de la historia, empiezan cometiendo un delito pequeño y como no pasa nada de ahí pasan a delitos cada vez mayores hasta que terminan como un gran ladrón, corruptor o asesino.

Implícito en esta explicación está el libre albedrío: nosotros podemos elegir y, sobre todo, inventar nuestro modo de vivir. Fernando Savater en su libro “Ética para Amador” lo destaca claramente, al decir: “Podemos optar por lo que nos parece conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente.”

 Le recomiendo meditar en sus recomendaciones para curarnos de lo que el llama la “imbecilidad moral”:

1. Crea firmemente que no todo da igual

2. Pregúntese frecuentemente: ¿lo que hago corresponde a lo que quiero hacer?

3. Practique, practique y vuelva a practicar para  ir desarrollando el buen gusto moral, para que le repugne decir mentiras, ser desleal, deshonesto y afín a lo ajeno.

4. renuncie al yo no fui al fue alguien más.

5. Recuerde que todos tarde que temprano nos tocara morir, así que dese la oportunidad de vivir su vida dignamente.