Opinión

Los retos para nuestra democracia

Por Ricardo Homs


En un mismo día, -el 06 de agosto-, tres destacados intelectuales publicaron tres artículos que debieran hacernos reflexionar sobre la salud de nuestra democracia.

Los tres temas parecían interconectados de forma tan espontánea, que nos revelan una tendencia que hoy no quieren ver nuestros gobernantes. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

La suma de lo expresado por Lorenzo Meyer, José Woldenberg y Sergio Sarmiento, -al tocar cada uno su tema en cuestión-  y la sinergia que ésto genera, podrían darnos a entender lo que hoy flota en el inconsciente colectivo: el desencanto por nuestra vida política nacional y sus riesgos. A quince años de la alternancia partidista y del juego limpio en el ámbito electoral, el ánimo social se ha deteriorado.

 Meyer nos deslumbra con la reflexión “Si la calidad de nuestra vida política es el resultado de la transición a la democracia, entonces es claro que arribamos al lugar equivocado. Lo que actualmente tiene lugar en la política mexicana  no corresponde ni siquiera a una definición minimalista de democracia”.

A partir de esta profunda reflexión, Meyer desarrolla el tema de la “desilusión integral”.

Por otra parte, la reflexión de José Woldenberg respecto al libro “La agonía de una democracia”, del expresidente de Uruguay Julio María Sanguinetti, -publicado en 2010-, que describe y documenta el contexto social y político de los diez años previos al golpe de estado de ese país, -de 1963 a 1973-, fecha en que el ejército cerró el Congreso y tomó control de Uruguay para iniciar una dictadura, es muy oportuno para ubicar nuestro propio contexto.

La frase de Woldenberg que describe el artículo es contundente “De cómo la violencia, la polarización, el desprecio por las instituciones y rutinas democráticas abrieron paso a un golpe de estado”.

Woldenberg se refiere evidentemente al Uruguay  de hace cuarenta años, pero debemos reflexionar que, -si olvidásemos que habla de otro país y otra época-, si ésta descripción no describe al México que hoy vivimos y al riesgo que ésto nos enfrenta.

Por su parte, Sergio Sarmiento abordó el tema del desencanto ciudadano, apoyado en “datos duros”. Si bien nos explica que este fenómeno no se da sólo en México, concluye en el riesgo de que el “desencanto procrea líderes carismáticos que parecen en principio resolver todos los problemas con la varita mágica de la intervención gubernamental, en la vida y las actividades de los ciudadanos. Al final, sin embargo, cobran un precio muy alto en pérdida de libertades individuales  y de prosperidad duradera”.

Sin decirlo abiertamente, Sarmiento nos alerta del riesgo de que habiendo desencanto, un candidato populista pueda capitalizar el descontento y llevarnos  a un gobierno totalitario como el instaurado por Hugo Chávez en Venezuela.

 Las visiones de estos destacados pensadores nos ofrecen tres perspectivas desalentadoras que se inician  a partir del desencanto ciudadano, ese ánimo que se deriva de las características de nuestra actual vida democrática.

Estamos iniciando la segunda mitad de este sexenio presidencial y el inicio de una nueva legislatura en la Cámara de Diputados, muy buen  momento para realizar los ajustes necesarios para enderezar el rumbo de nuestra política interior.

Definitivamente, debemos exigir a nuestros políticos sean más responsables y asuman que es necesario cuidar a esta frágil democracia que apenas es una quinceañera y como todo adolescente, es inestable y vulnerable.

Que dejen de lado las frivolidades que estimulan la corrupción y sean sensibles a las necesidades de esta gran mayoría de mexicanos que viven los estragos de la pobreza, -pobreza con adjetivos y calificativos que establecen diferencias-, pero pobreza al fin.

Los riesgos están a la vista.