Opinión

La Navidad de los hijos y nietos

Por Ramón de la Peña


 

Hace buen tiempo me hice la pregunta ¿Por qué no existe un día para celebrar a los hijos?, en ese artículo resaltaba que existe un día para celebrar a la mamá, al papá, al abuelo, al niño, al médico, al ingeniero, al cartero, a la secretaria. Existe un día para celebrar casi todo pero nos falta un día para celebrar a los hijos y nietos.

¿A qué viene el tema, se preguntarán ustedes? Primero porque es época navideña, segundo porque, después de mi esposa, a quien más quiero es a mis padres, a mis hijos y nietos y a mis hermanos; y porque nuestros padres, nuestra pareja y nuestros hijos, nietos y hermanos los damos por un hecho; ahí están y creemos que siempre estarán.

Por eso deberíamos de tener un día del hijo y del nieto, especialmente durante la época navideña,  para decirles cuánto los queremos, cuánto han significado para nosotros, cuánto nos han ayudado a crecer, cuánto sentido le han dado a nuestra vida al haber venido a compartir la suya con la nuestra.

Así que, estimado lector, le propongo que este sábado o mañana domingo, sea el día de sus hijos y nietos; despiértelos temprano con algo de música o con una llamada por teléfono si ya no están en casa, invítelos a desayunar a algún lugar que a ellos les guste, dígales un mensaje que salga de su corazón, platíqueles de los momentos felices que usted ha pasado con ellos, dígales lo orgulloso que se siente de ellos, hábleles acerca de sus padres, de sus abuelos, de su vida, de los cambios que ha visto en su entorno. No se olvide de que usted es el responsable de transferir la historia de la familia a sus hijos y sus nietos.

Les puede platicar lo que dice la canción-poesía de Juan Salvador “Hoy comí con el abuelo”, si esa que dice: “la vida es una gran tipa; Tú le pides a la vida pero dime qué le ofreces, y esto no lo olvides nunca mi nieto, pídele lo que mereces. La vida es como una esfera que va por siempre rodando, nos da penas y alegrías pero no nos dice cuando.”

Comprométase con ellos a tratarlos como el televisor de aquel hijo que quería ser escuchado y atendido. El quiso ser un televisor para así tener un cuarto especial para él, para poder congregar a todos los miembros de la familia a su alrededor, para ser el centro de atención al que todos quieren escuchar, para  que lo tomaran en serio cuando hablara, para tener la compañía de su papá cuando llega a casa aunque esté cansado del trabajo. Para que su mamá lo buscara cuando esté sola y aburrida, para divertirlos a todos, para vivir la sensación de que lo dejen todo para pasar unos momentos a su lado.”

Comprométalos a acatar siete acuerdos: El primero tomado del Talmud, el segundo tomado de la Biblia (del Eclesiastés), los siguientes cuatro tomados de la sabiduría Tolteca y el último relacionado con uno de los hábitos de comportamiento más importantes para tener excelentes relaciones con uno mismo y con los demás.

Primer compromiso: Disfruten las cosas buenas que Díos puso sobre la tierra pues en el mundo que vendrá, cada uno de nosotros tendrá que responder por las cosas buenas que nos negamos a disfrutar. 

Segundo compromiso: Coman su pan con regocijo, y beban su vino con alegre corazón, puesto que ya hace mucho tiempo que Díos se complace de sus obras. Gocen de la vida con su mujer, a quien aman, todos los días que Díos les ha dado debajo del sol.

Tercer compromiso: Sean impecables con sus palabras, pues son la herramienta más poderosa que tenemos como seres humanos, son el instrumento de nuestra magia.

 

 

Cuarto compromiso: Suceda lo que suceda a su alrededor, les digan lo que les digan, no lo tomen personalmente.

Quinto compromiso: No hagan suposiciones, pregunten, busquen la verdad y los datos que verifiquen su suposición.

 

 

Sexto compromiso: Hagan siempre lo más que puedan, aterricen estos compromisos en acciones concretas.

Séptimo compromiso: Perdonen y olviden los agravios, los insultos, las indiferencias, no devuelvan violencia con violencia, ni insulto con insulto, sigan el camino del amor, pues el amor es paciente, es benigno, sin envidia, todo lo cree, todo lo espera, como bien lo dijo San Pablo.