Opinión

El rostro de la montaña

Por Ivonne Moreno


Obra y taller de Hilda Verde en Zongolica… Últimos días en el Museo de la Ciudad

La experiencia de un pintor como tallerista lo conecta en el campo docente de varias maneras. No es solo el hecho de impartir y departir con otros, técnicas demostrativas o el uso y aplicación de pigmentos, distribuir el uso de los colores, la preparación de la madera o superficies, es llevar un registro de lo acontecido y constatar la huella del aprendizaje en el aprendiz, alumno o capacitando.

Por tales razones cuando un pintor libera la experiencia de exponer, vender su obra, logar el reconocimiento de su comunidad y de la crítica o cualesquiera de sus méritos a perseguir, la enseñanza lo pone en otro escaño.

Compartir los goces estéticos y dejarlos en la alteridad permite crecimiento en el realizador plástico.

En esa línea, Hilda Verde con su particular visión de la composición visual guarda y resguarda su perfil en pro de su formación profesional.

Desde hace varios años se dedica al arte utilitario además de pintar y dar talleres a adultos mayores y recientes fechas a indígenas de Zongolica.

Su ya conocida gama de rostros y quehaceres de mujeres vendedoras de flores, campesinas, lavanderas en los ríos algunas estilizadas a lo Modigliani y otras a lo Zuñiga, nutren hoy otra vertiente de su obra, además de sus blusas, cucharas, cajas, libretas y óleos, articulan ahora una cosmovisión de manos artesanas dispuestas a dar y darse en aras de perpetuar sus usos y costumbres.

Hilda Verde se encuentra en el presente cargada de la fuerza de la montaña y el agua de sus manantiales. Consume los factores favorecedores de esta zona de la geografía veracruzana para constatar dos de sus fortalezas: su tierra y su gente.

El Rostro de la Montaña es el encuentro entre dos discursos, dos maneras de ver al mundo y vivirlo: Naturaleza y Arte tejen una constelación tan preciada como el Citlaltépec mirando vigilante el devenir.

Bienvenida sean estas dos formas de platear el recursos visual, dúctil y transparente como la brisa de la Pluviosilla.