Opinión

Moreira y la imagen internacional de México

Por Ricardo Homs


La captura del exgobernador Humberto Moreira sigue mostrando al mundo una realidad a la que nosotros nos hemos acostumbrado con una pasmosa pasividad, pero en el extranjero genera escándalo. Nuestra corrupción es atípica porque está aderezada por la impunidad. Se descubren los actos corruptos, se documentan y no pasa nada, como si entre todos los  que forman los tres Poderes de la Unión se protegieran entre sí

El caso de la Infanta Cristina, hermana del Rey Felipe VI de España y su marido Iñaki Undargarin, acusados de corrupción y enfrentando hoy un proceso judicial, nos describe una realidad: la corrupción es un vicio global, pero si se descubre, las instituciones del estado en otros países son implacables contra los implicados.

La película “La verdad oculta”, estelarizada por Will Smith, (aún en cartelera), narra una historia verídica, de un médico forense nacido en África que descubre a partir de la muerte de un ex jugador de futbol americano de gran fama, que este deporte, -en el cual los golpes en la cabeza son continuos-,  se generan lesiones que con los años dañan el cerebro y desquician a la persona orillándolos a buscar la muerte.

Éste descubrimiento le enfrenta a  toda una industria del deporte muy poderosa, como lo es la federación norteamericana de futbol americano, la NFL, la cual percibe en estos descubrimientos graves riesgos a los intereses económicos de este poderoso sector deportivo. Por tanto, esta industria ocultando la información respecto a este problema de salud, intenta destruirlo desacreditándolo ante la opinión pública.

Casi lo consigue, hasta que el suicidio de otro famoso exjugador, a los 44 años de edad, -lo cual sucede como resultado de graves depresiones-, conmociona a los jugadores de este deporte porque antes de disparar la pistola deja una carta póstuma solicitando que este médico forense estudie su cerebro, pues supone que esta enfermedad se debe a las contusiones derivadas de los golpes recibidos en su carrera profesional.

Ante este escándalo que impacta a la opinión pública intervienen las instituciones estatales a su favor y esto lleva a la NFL a reconocer el problema, por lo cual su reputación profesional como médico termina siendo reconocida incluso por la Casa Blanca, que le ofrece un alto cargo.

En contraste, en México ante las evidencias documentadas, las instituciones voltean hacia otro lado y no se dan por aludidas. Incluso con confesión espontánea, -como lo hizo el actual alcalde de San Blas, Nayarit-, Hilario Ramírez Villanueva, -alias Layín-, quien en plena campaña por la presidencia municipal confesó cínicamente “¿Qué le robé a la Presidencia? Sí le robé poquito, nomás una rasuradita,  porque está bien pobre”, no pasó nada.

Aún con esta confesión ninguna autoridad investigó, -pero además-, en el colmo del cinismo ciudadano, ganó la elección por segunda vez.

Nos está faltando “ciudadanía”. Con unos cuantos “memes” en redes sociales nos burlamos, agredimos y festejamos pero de ahí no pasa. El escarnio público termina siendo el castigo para los corruptos, pero generalmente no llega a haber consecuencias judiciales.

Algo que genera escándalo en el extranjero y aquí no nos inmuta son los montos de los actos de corrupción.

Según consta en Wikipedia, durante su gestión como gobernador del estado de Coahuila, Humberto Moreira firmó decretos por los que se adquiría una deuda de más de treinta y tres mil cien millones de pesos para lo cual se utilizó documentación apócrifa. 

Sin embargo, en noviembre de 2012, la PGR lo absolvió del endeudamiento argumentando no contar con evidencias.

También refiere Wikipedia que después fue acusado de lavado de dinero en Texas, involucrado por un supuesto prestanombres llamado Rolando González Treviño, quien se declaró culpable en junio de 2015 aceptando que en 2006, -siendo gobernador-, Moreira y algunos cercanos colaboradores de éste, le transfirieron dinero del Gobierno del Estado de Coahuila a su cuenta personal para invertirlo en la compra de estaciones de radio.

Que un país tan rico como el nuestro tenga tantos pobres, es porque la “rasuradita” que le dan al presupuesto muchos de nuestros gobernantes, no es tan pequeña. Se ha determinado que la corrupción en las obras públicas está en un margen de entre 30% y 40%, lo cual hace ver a quienes antaño se conformaban con 10%, como aprendices.

Es cierto que en México siempre ha habido corrupción, pero nunca con el cinismo de hoy y con la ambición desmedida que todos conocemos.

La corrupción es un vicio que nunca se va a acabar porque los mexicanos no nos hemos decidido a combatirla, pues la percibimos como un delito menor y la ley también. Nos sentimos cómodos en la corrupción porque nos representa una salida fácil para cualquier problema.

Es cierto que la corrupción es un asunto cultural, pero debemos considerar también que esperar a que podamos combatirla con educación, es una utopía que representa descargar la conciencia y transferir las responsabilidades al tiempo infinito.

De forma espontánea, -entre la ciudadanía-, no aparecerá la solución, pues está totalmente extendida.

Quienes tienen la obligación de combatirla, -o sea quienes tienen la autoridad jurídica para hacerlo-, tampoco lo harán pues significa ponerse a sí mismos la soga en el cuello, en un país donde el juego de apariencias hace que de vez en vez se seleccionen chivos expiatorios para ofrecerlos a la ciudadanía como testimonio del combate a la corrupción, -no tanto por su culpabilidad real, que seguramente la tienen-, sino por caer de la gracia de los funcionarios poderosos.

La corrupción no se podrá combatir sin simulaciones hasta que los órganos encargados de combatirla sean autónomos y totalmente independientes del Poder Ejecutivo, en sus tres niveles de gobierno, o sea federal, estatal y municipal.

La impunidad en la corrupción se deriva de instituciones débiles y manipuladas por quienes ejercen poder.