Opinión

Historias de Guaruras

Por Ricardo Homs


Las historias de impunidad surgen por doquier porque no hay una visión preventiva de los problemas. Sólo se buscan soluciones cuando los problemas aparecen y son de alto impacto mediático. Pareciera ser que hasta que llegan a redes sociales y de ahí a los noticieros de TV, estos problemas se vuelven reales para las autoridades.

Gracias a una ciudadanía cada vez más activa y a la existencia de dispositivos que permiten subir videos a las redes sociales, es que hoy se ponen en evidencia actos reprobables donde lo que se exhibe es impunidad.

Es la sociedad la que está presionando a funcionarios públicos tibios e indolentes a asumir su responsabilidad y castigar los abusos.

¿Por qué lord “Rolls Royce” agredió a un automovilista?... no cabe duda de que lo hizo porque estaba seguro de que no tendría consecuencias. La impunidad estimula el abuso por parte de quienes se sienten poderosos.

Emir Garduño, “lord Rolls Royce”, seguramente sabía que tenía protección y era intocable, por ello se vuelve importante descubrir su círculo de poder

Sin embargo, en marzo pasado en las redes sociales se convirtió en trending topic la agresión de los guaruras de Alberto Sentíes Palacio, renombrado públicamente como “lord Ferrari” a un automovilista de nombre Jair por un incidente de tránsito insignificante.

Días después, el suicidio del escolta de lord Ferrari que realizó la agresión contra Jair, puso en evidencia a través de una carta póstuma, que se sintió abandonado y traicionado por su patrón, a quien desenmascaró como aquel que dio la orden para la golpiza.

Si sumamos a estos dos casos emblemáticos de este fenómeno de abuso de poder, el caso del policía estatal de Querétaro, -ahora denominado en redes sociales “lord Walmart”-, por agredir en el estacionamiento de esa tienda de autoservicio a un ciudadano al cual había despojado de su cajón de estacionamiento, vemos que la prepotencia es un fenómeno muy arraigado en nuestra sociedad y que sólo por el testimonio de los videos hoy se vuelve público.

Los guaruras en cualquier ciudad se convierten en un peligro para los transeúntes, pues bajo la presión de proteger a su patrón, incumplen no sólo las más elementales normas de cortesía y urbanidad, sino que propician situaciones de riesgo para los automovilistas que se cruzan con ellos y además, representan el peligro latente de una confrontación.

No olvidemos que por su actividad, siempre están armados y ello los convierte en potencialmente peligrosos.

¿Existe un registro de escoltas, donde esté asentado quien es el patrón para el cual trabajan?.

Definitivamente el patrón de un guardaespaldas debe ser considerado un “obligado solidario” de la conducta de aquellos a quienes entregó armas de fuego, pues de otro modo se propicia que éste de órdenes que luego desconoce.

 

Debe existir un registro nacional, tanto por las armas que utilizan, como tenerlos ubicados a través del patrón al cual sirven.

¿Y qué decir de guaruras, escoltas y guardaespaldas de los funcionarios públicos? Ellos son un peligro mayor para la ciudadanía pues además tienen la protección de las autoridades, lo cual les puede convertir en intocables dependiendo del nivel jerárquico del funcionario para el cual trabajan.

Es evidente que hay mucha hipocresía en este tema, pues si los guaruras de Emir Garduño y de Alberto Sentíes han sido exhibidos junto con sus patrones, es porque ellos no tienen cargos públicos y son vulnerables ante la justicia. Estos casos y su justo castigo sirven muy bien para mandar un mensaje “moralizador” de parte del gobierno.

Sin embargo, los guaruras de los funcionarios públicos en un importante porcentaje son miembros de corporaciones policiacas o de las fuerzas armadas y ello les protege de la aplicación de la ley cuando su conducta es cuestionable y reprobable, o cuando se exceden en sus funciones. Siempre estará presente el manto protector del funcionario y además el de la corporación a la cual pertenecen.

Es urgente generar un marco regulatorio para las actividades de escoltas y guardaespaldas y además llevar un registro muy eficiente, -ya sea para quienes ejercen esas funciones en el ámbito civil-, como de quienes trabajan en el sector público.