Opinión

Yo no fui, fueron los papás

Por Ramón de la Peña


Les comparto un mensaje que escribí hace tiempo y que lo iniciaba con las siguientes preguntas: ¿Por qué le echamos la culpa a alguien más?, ¿por qué no aceptamos la responsabilidad de nuestros errores?. Es típico escuchar el "Yo no fui" de casi cualquier culpable, y cada vez se usa más como una estrategia para eludir la responsabilidad de nuestras malas acciones, o de la falta de acciones ante un problema, como la inseguridad creciente que tenemos en nuestro estado. 

Cuando le hice estas preguntas a uno de mis hermanos, él me dijo: Ramón, esa es la herencia que nos dejó Adán. Recuerda, Adán y Eva vivían felices en el paraíso; de hecho, podían hacer todo salvo comer las manzanas de un árbol. Claro, las malas lenguas mencionan que si Dios ya sabía que no podían comer de ese árbol, entonces para qué lo puso. Desde luego para mi es claro Dios nos dio la libertad más importante: la de poder decidir lo que queremos o no queremos hacer..

Esta libertad es extraordinaria. Imagínese que ya todo estuviese decidido, que el ser bueno o malo ya estuviese decidido. Pero continuando con el pecado de Adán, les diría que efectivamente Adán y Eva podían hacer todo, menos comer las manzanas del árbol señalado por Dios. ¿Y qué ocurrió?, que el mal, a través de una serpiente, encantó y logró convencer a Eva a que comiese de esas manzanas y después de eso Eva convenció a Adán a que comiese de la misma manzana. Qué dijo Adán cuando Dios le preguntó ¿por qué comiste de la manzana que yo prohibí que comieras?: El le dijo yo no fui, fue Eva. 

Adán debió decir: yo fui quien decidió hacerlo, ella no me amarró ni hizo que comiese la manzana sin quererlo yo. Yo quise hacerlo y si por hacerlo merezco un castigo, adelante, lo acepto con tristeza pero acepto mi responsabilidad

Desde luego que hubo consecuencias para el pecado de Adán y Eva: Dios evaluó la situación y rápidamente actuó y le dio su merecido a la serpiente, a Eva y Adán. Darle a cada quien lo que se merece es importante y si lo hacemos lo más pronto posible, mejor. Porque si no lo hacemos así, rápidamente se empieza a crear un ambiente de impunidad, que conduce a la ilegalidad y a la corrupción. 

Después de esa conversación entre mi hermano y yo, nos hicimos la siguiente pregunta; y ahora ¿qué podemos hacer para evitar el pecado de Adán?

1. Aceptar nuestros errores y nuestras culpas para corregirlos. Debemos decirnos continuamente: yo soy el responsable de mis acciones, yo soy el responsable de mi familia, de mi trabajo, de lo que hace mi gente; sin olvidar que se puede tener pecados de omisión y pecados de comisión. ¿Quién tiene más culpa: el que hace mal o el que lo deja hacer? ¿El que mata la vaca o el que le detiene la pata? Esto me recuerda el cuento de una pareja ya muy madura que deciden terminar juntos con su vida. Para esto suben al edificio más alto de la ciudad con la intención de saltar juntos al vacío. Antes de saltar, se dicen su último mensaje de amor y le piden perdón a todos los que pensaban que deberían de pedirles perdón. Pero los testigos de este trágico evento comentaron a las autoridades, que antes de impactarse en el suelo la mujer dijo: canijo viejo, me dejó sola.  Efectivamente, volvió a aparecer la herencia de Adán, pero, ¿quién tiene más culpa, el que salta o el que promueve el pacto y no salta?

2. Mandar los mensajes correctos a nuestros hijos: No se nos olvide que nuestros hijos pequeños son como esponjas, ellos nos están observando e internalizando todo lo que decimos y hacemos.  Los padres somos un espejo que les refleja mensajes y comportamientos importantes. No se vale reforzar el pecado de Adán. No les acepte respuestas del tipo: Se cayó solo, yo no fui, fue mi hermano.  Sólo así formaremos futuros ciudadanos que construyan una sociedad confiable.

3. Los maestros y las organizaciones deben de hacer lo mismo. No nos olvidemos que a través de nuestras palabras y nuestras acciones, continuamente les estamos mandando mensajes a nuestros alumnos y a nuestros colaboradores, así que más vale que les enviemos los mensajes correctos y reforcemos con nuestras acciones la eliminación del pecado de Adán.  Sólo así tendremos organizaciones y profesionistas que se comporten honestamente en sus puestos dentro del servicio público y del sector privado.

Bien vale la pena transitar por el camino de la responsabilidad, de la honestidad, la veracidad y del respeto a normas y reglamentos.