Opinión

Cómo estimular la inteligencia emocional en los niños

Por Roberto Matosas


En pocas palabras, tener una inteligencia emocional elevada puede ser más importante para tener éxito en la vida que tener un cociente intelectual elevado medido por una prueba estandarizada de inteligencia

La inteligencia emocional o CE, no se basa en el grado de inteligencia de un niño (CI, cociente intelectual), más bien en lo que alguna vez llamamos características de la personalidad o simplemente carácter. Algunos estudios han descubierto que las capacidades sociales y emocionales pueden ser aun más fundamentales para el éxito en la vida y la felicidad de las personas que la capacidad intelectual. En pocas palabras, tener un CE elevado puede ser más importante para tener éxito en la vida que tener un CI elevado medido por una prueba estandarizada de inteligencia.

La Inteligencia Emocional no se refiere exclusivamente a las emociones, sino a cómo integrar éstas con las cogniciones y los actos. La idea es poner inteligencia a las emociones.

Por lo tanto puede ser definida como: la habilidad para percibir, evaluar, comprender y expresar emociones, y la habilidad para regular estas emociones que promuevan el crecimiento intelectual y emocional.

Es una destreza que nos permite conocer y manejar nuestros propios sentimientos, interpretar o enfrentar los sentimientos de los demás, sentirnos satisfechos y ser eficaces en la vida, a la vez que crear hábitos mentales que favorezcan nuestra propia productividad.

Otras habilidades que caracterizan a la Inteligencia Emocional son: suficiente motivación y persistencia en los proyectos, resistencia a las frustraciones, control de los impulsos, regulación del humor, desarrollo de la empatía y manejo del estrés.

Para estimular el desarrollo de la inteligencia emocional en nuestros niños, en primer lugar, debemos conocer y aceptar las individualidades de nuestros hijos, y así poder reconocer las debilidades y fortalezas que posea cada uno. Por otra parte, es de vital importancia comprender que el ambiente, tanto familiar como escolar influye significativamente (positiva o negativamente) en el rendimiento escolar.

Si queremos estimular la inteligencia emocional de nuestros hijos debemos enseñarles a:

1. Entablar amistades y conservarlas.

2. Trabajar en grupo.

3. Soportar las burlas.

4. Respetar los derechos de los demás.

La Inteligencia Emocional, como toda conducta es transmitida de padres a hijos, sobre todo a partir de los modelos que el niño imite

5. Motivarse cuando las cosas se ponen difíciles.

6. Tolerar las frustraciones y aprender de ellas.

7. Superar sentimientos negativos como la ira y el rencor.

8. Tener autoestima elevada, manejar las emociones y aprender a expresar los sentimientos de manera adecuada (asertividad).

Debemos considerar la necesidad de reforzar determinadas capacidades emocionales en los menores. Los niños no siempre desarrollan de forma espontánea las cualidades emocionales y capacidades sociales que los convertirán el día de mañana en adultos responsables, apreciados y felices.

La Inteligencia Emocional, como toda conducta es transmitida de padres a hijos, sobre todo a partir de los modelos que el niño imite. Tras diversos estudios se ha comprobado que los niños son capaces de captar los estados de ánimo de los adultos. Igual que se les enseñan la matemáticas, la historia, los idiomas, necesitan que los padres desde pequeños los ayuden a formar su carácter y a desarrollar las once cualidades básicas que se relacionan con la inteligencia emocional: empatía, expresión y comprensión de los sentimientos, autocontrol, capacidad de adaptación, independencia, simpatía, capacidad de resolver problemas de forma interpersonal, persistencia, cordialidad, amabilidad y respeto.

Considerando esto sería posible controlar ciertas conductas desadaptadas como alcoholismo, drogadicción y depresión infantil y juvenil. El aumento explosivo de estas conductas es una señal de alarma que nos obliga a replantear los métodos tradicionales de enseñanza.

Tanto niños como adultos son capaces de ir incorporando aprendizajes para desarrollar habilidades tanto intelectuales como emocionales.

Los padres que manifiestan la ternura y el amor, producen efectos muy positivos en sus hijos. En lo cognitivo, estos serán alumnos más eficaces, con mayor concentración y con menores interferencias afectivas. En el plano social, causarán una mejor impresión y serán más hábiles para relacionarse.

Partiendo del hecho de que los padres son el principal modelo de imitación de los hijos, lo ideal sería que empezaran a entrenar y ejercitar su Inteligencia Emocional para que los hijos puedan adquirir esos hábitos.

La idea es poner inteligencia a las emociones

Si analizamos esta regla podemos obtener cinco principios:

Sea consciente de sus propios sentimientos y de los de los demás.

1. Muestre empatía y comprenda los puntos de vista de los demás.

2. Haga frente de forma positiva a los impulsos emocionales y de conducta y regúlelos.

3. Plantéese objetivos positivos y trace planes para alcanzarlos.

4. Utilice las dotes sociales positivas a la hora de manejar sus relaciones.

5. Se recomienda a los padres jugar mucho con sus hijos sin utilizar esos momentos para darles instrucciones, sino hacer de ellos momentos compartidos, libres de juicios y presiones.

7. ¿Qué siente usted en esa determinada situación? ¿Y qué sienten sus hijos?

8. ¿Cómo interpreta usted lo que está pasando? ¿Cómo cree que lo interpretarán sus hijos? ¿Cómo se sentiría usted si estuviera en su lugar?

9. ¿Cuál es la mejor manera de hacer frente a esto? ¿Cómo lo ha hecho en otras ocasiones?

10. ¿Qué otras formas pueden existir para solventar el problema? ¿Qué obstáculos podemos prever?

11. ¿Cuándo podremos hablar del asunto, compartir ideas y sentimientos y ponernos en marcha para obtener el éxito como familia?

Por otra parte, el comportamiento más inadecuado por parte de los padres, es:

1. Ignorar completamente los sentimientos de su hijo, pensando que los problemas de sus hijos son triviales y absurdos.

2. Darse cuenta de los sentimientos de sus hijos, pero no le dan soluciones emocionales alternativas, y piensan que cualquier forma de manejar esas emociones "inadecuadas", es correcta (por ejemplo, pegándoles).

3. Menospreciar o no respetar los sentimientos del niño (por ejemplo, prohibiéndole al niño que se enoje, ser severos si se irritan...)

Finalmente nuestra intervención debe ser orientada al logro de los siguientes beneficios de la inteligencia emocional:

1. Incrementa la autoconciencia.

2. Favorece el equilibrio emocional.

3. Fomenta las relaciones armoniosas.

4. Potencia el rendimiento laboral.

5. Aumenta la motivación y el entusiasmo.

6. Otorga capacidad de influencia y liderazgo.

7. Mejora la empatía y las habilidades de análisis social.

8. Aumenta el bienestar psicológico.

9. Facilita una buena salud.

10. Brinda defensas para la reacción positiva a la tensión y al stress.

Fuente: Paula Ramírez Baso, Psicóloga