Opinión

Impacto de nuestro fracaso en las olimpiadas

Por Ricardo Homs


Es importante valorar lo que significa nuestro fracaso en las Olimpiadas en Rio, 2016.

Si bien el espíritu que dio origen a las olimpiadas es que “lo importante no es ganar sino competir”, en el mundo de hoy esta frase debe ser tomada como una apelación idealista, puesto que vivimos en un mundo altamente competitivo.

Lo importante no es “echarle ganas”, sino lograr resultados.

Que un país como México acuda a una competencia internacional como esta y tenga un rendimiento ínfimo, proyecta internacionalmente la imagen de nuestro país y lo que en él hoy se vive.

Además esta pobreza de resultados nos remite a nuestra gran problemática: un conjunto de malas prácticas dentro de la CONADE que ya no se deben permitir.

Es cierto que quienes hasta hoy tuvieron un bajo rendimiento en las competencias donde participaron son los atletas, pero esto no exime a quienes dirigen la CONADE de sus responsabilidades.

Es sintomático que al iniciar este evento deportivo no se percibió en nuestro equipo olímpico una actitud triunfalista, lo que nos refleja un estado de ánimo de poco entusiasmo y confianza, que es precisamente en lo que la CONADE debió haber trabajado. Más bien se inició nuestra participación con reclamos de falta de apoyo por parte de los atletas.

Lo peor es que sí tenemos atletas altamente competitivos. Hay deportes en los que tradicionalmente hemos tenido buenos resultados: clavados, natación Taekwondo, boxeo, tiro con arco, simplemente por mencionar algunos.

El primer error imperdonable fue el nombramiento de Alfredo Castillo como titular de la CONADE sin tener el perfil para ocupar el cargo.

Por tradición la CONADE ha sido dirigida por un deportista prestigiado, lo cual infunde respeto ante los atletas y da conocimiento sobre la problemática del deporte.

Alfredo Castillo, cuya trayectoria en el ámbito público ha estado vinculada a la impartición de justicia, por tanto carecía de credenciales para dirigir la CONADE.

Primeramente se dio a conocer como procurador de justicia del Gobierno del Estado de México y después como procurador federal del consumidor. Sin embargo, el cargo que lo proyectó fue el de comisionado para la seguridad en Michoacán, encomienda presidencial que tuvo un desempeño polémico por su particular modo de tomar decisiones.

La improvisación en el manejo de los perfiles de los funcionarios públicos en México es un grave problema, pues hoy el mundo se mueve a través de especialistas.

Su nombramiento siempre tuvo la sospecha de constituir o un premio a su desempeño en Michoacán, lo cual siempre dejó dudas, o definitivamente una muestra de afecto del presidente Enrique Peña Nieto para un colaborador cercano, al cual no sabía dónde colocar para no enviarlo a un retiro político.

Este caro error llega en un mal momento para el presidente, pues si bien las olimpiadas constituían una gran oportunidad de ofrecer a este país un respiro de optimismo en un momento complicado políticamente, esto si nuestra delegación olímpica estuviese teniendo buenos resultados, el fracaso genera el efecto contrario.

A esto debe añadirse los cuestionamientos que está teniendo Alfredo Castillo con el manejo de los recursos económicos de esta importante institución rectora del deporte nacional.

Ya es momento de elevar el nivel de exigencia respecto al perfil de los funcionarios públicos. Los nombramientos deben estar ligados a una trayectoria exitosa y un alto desempeño en los cargos anteriores y muy importante es que sea un experto en el tema que le es encomendado.