Opinión

¿La educación hace honestas y mejores a las personas?

Por Ramón de la Peña


Esa fue la pregunta que me hice después de leer un mensaje de un buen amigo con el que trabajé en Hojalata y Lámina en el área de Investigación y Desarrollo, en su mensaje el me comenta un problema de corrupción en una de las empresas farmacéuticas más grandes en el mundo.

El mensaje dice que “La empresa ha aceptado y tendrá que pagar una multa record de 2,300 millones de dólares por la promoción ilegal de medicamentos en los Estados Unidos, según lo informó el Departamento de Justicia de ese país.” La multa incluye 1,200 millones de dólares por la acción delictiva que llevó a cabo esta empresa al hacer la promoción ilegal. Las autoridades estadounidenses destacan que hubo también una conducta impropia al invitar, con gastos pagados, a doctores a lugares de recreo, lugares exóticos (Exotic junkets les llaman) para promover el uso de estos medicamentos en personas que usan los servicios de salud pagados con dinero de los contribuyentes.

Caray, le respondí a mi colega, la deshonestidad es un cáncer que ha avanzado extraordinariamente. Pero lo que también me llama poderosamente la atención es que los responsables de esta promoción ilegal, administradores, directores y los médicos que aceptaron hacer lo que les pidieron, son hombres y mujeres con muy buena educación, todos y todas muy talentosos, que asistieron, estoy seguro, a excelentes universidades. Probablemente se etiquetan como buenos cristianos y promotores de obras positivas hacia la comunidad.

¿Y luego, que podemos hacer para que eso no suceda? Me preguntó mi correctora de estilo. Para mí la solución tiene dos componentes: Primero promover, motivar y educar a nuestros jóvenes para que tengan los hábitos de comportamiento de una persona honesta, veraz y respetuosa de normas, reglamentos y los derechos de los demás. Pero por otro lado un sistema de monitoreo, control y justicia que actué como la FDA en el caso de la empresa farmacéutica.

Para entender el proceso educativo que tenemos que implantar vino a mi mente la historia de aquella conferencia sobre educación que le fue solicitada a Licurgo, político, educador y orador ateniense, quien ante la solicitud pidió 6 meses para preparar su charla. Esto tomó por sorpresa a las personas que lo invitaron, pues Licurgo era un experto en educación.

Transcurridos Los seis meses llego Licurgo acompañado por dos ayudantes, quienes llevaban cuatro jaulas. Dos de ellas contenían una liebre cada una y las otras dos traían un perro cada una. Después de agradecer la invitación, Licurgo le pide a uno de sus asistentes que abriera una de las jaulas, de la cual salió una pequeña liebre blanca la cual salió corriendo espantada, al mismo tiempo otro de sus asistentes abrió la jaula donde estaba uno de los perros. Ante el azoro de los asistentes, el perro salió rápidamente en pos de la liebre, a la cual alcanzo con gran destreza, la destrozo y se la comió ante las muestras de disgusto de los asistentes. Lo anterior causo una gran conmoción entre los asistentes. Desde luego nadie entendió la intención de Licurgo con ese acto de salvajismo.

Licurgo le volvió a pedir a sus asistentes que repitiesen su actuación anterior, uno de ellos abrió la jaula de la pequeña liebre y el otro la jaula del perro. Claro que el público asistente esperaba una repetición de la muerte de la pequeña liebre quien saltaba y corría alrededor del lugar en el cual se llevaba a cabo la presentación de Licurgo.

Lo que observaron les lleno de asombro, pues el perro se acercó rápidamente a la pequeña liebre, pero en vez de destrozarla se puso a jugar con ella. Mostrando ambos un gran respeto el uno por el otro. En ese momento Licurgo se dirigió hacia los asistentes y les dijo: Señores acaban ustedes de asistir a una demostración de lo que hace la educación. Ambas liebres y ambos perros proceden de la misma mamá, ambos vivieron en las mismas condiciones físicas y ambientales, pero solo una liebre y un perro pasaron por el proceso educativo-formativo de Licurgo y sus ayudantes. 

Esa es nuestra gran responsabilidad, recuerden estimados lectores que cualquiera, bueno casi cualquiera, puede tener un hijo, pero cuidarlo, alimentarlo, educarlo para que sea una hombre y una mujer de bien, solo se logra con aquellos padres que se sienten responsables por los hijos que han traído a este mundo, que se preparan y actúan como mentores de sus hijos y no quitan el dedo del renglón hasta que sus hijos adquieren hábitos de comportamiento que los hace actuar como personas responsables, honestas, veraces y respetuosas del derecho de los demás y de su medio ambiente.