Opinión

¿El Ku Klux Klan en la Casa Blanca?

Por Ricardo Homs


Lo más simbólico de la identidad del candidato ganador de las elecciones presidenciales, Donald Trump, es su xenofobia, denominada popularmente como racismo.

Detrás de sus amenazas contra minorías que él considera enemigas de la estabilidad social de los Estados Unidos, se percibe una aversión visceral, no contra los inmigrantes, puesto que el origen de su familia, su abuelo Friederich Drump, nació en Alemania y siguiendo las historias relacionadas con la “fiebre del oro” a fines del siglo XIX, se trasladó a Norteamérica y transformó su apellido en Trump.

Sus actitudes viscerales frente a los fenómenos migratorios, así como contra grupos étnicos que no son de origen europeo, principalmente islámicos y orientales, nos definen su personalidad.

Por lo anterior, equipararlo con este movimiento social denominado Ku Klux Klan, nacido en Tennessee durante 1865 y refundado en 1915, no suena descabellado, puesto que este grupo no sólo sentía aversión por la minoría de color, sino también se distinguió por su antisemitismo y homofobia.

Es cierto que desde el movimiento iniciado en la ciudad de Montgomery, Alabama, en 1955 y detonado por el incidente escenificado por Rosa Parks contra la segregación racial, lo cual tomó notoriedad a partir del movimiento a favor de los derechos civiles liderado por Martin Luther King, este grupo terminó perdiendo influencia. Al legislarse la igualdad de derechos entre la gente de color y la población de identidad racial blanca, a casi cincuenta años de distancia eligió al primer presidente de ascendencia étnica afroamericana, Barack Obama.

Sin embargo, no debemos pasar por alto que precisamente durante la administración del presidente Obama crecieron las acciones represivas de la policía y revueltas en contra de jóvenes de color, lo cual llevó al asesinato de varios de ellos, como sucedió en la población Fergusson, en Missouri, con la muerte de Michael Brown, joven de 18 años.

Lo grave es que estos indicadores de violencia racial contra norteamericanos de color, el resurgimiento de la Asociación Nacional del Rifle, formada por la gente más reaccionaria de ese país, quienes se niegan a permitir que se legisle para reglamentar la venta de armas en Estados Unidos, argumentando peligros sociales, nos dan la pauta para entender la caja de Pandora xenófoba que abrió Donald Trump y que le acaba de dar el triunfo electoral.

Trump le dio voz a este segmento de población con identidad racista y ellos le dieron su voto.

En 2005 Samuel Huntington, prestigiado académico de Harvard articuló este sentimiento de crisis de identidad de los norteamericanos a través de su libro, “Who are we”, donde describía el sentimiento del norteamericano típico que se siente amenazado en esta globalización por el impacto de las migraciones de otras etnias diferentes a las sajonas y nórdicas que poblaron originalmente a Estados Unidos y ahí se reflejó el temor por los vecinos latinoamericanos y su impacto cultural en los Estados Unidos.

Etste es es el choque de civilizaciones que el mismo Hunthington describió antes en su obra clásica “The clash of civilizations”.

Más allá del show mediático de la campaña presidencial en el cual Trump es un maestro, su racismo estará siempre latente y guiando sus preferencias personales, aunque podamos ver actitudes menos radicales en él, puesto que no es lo mismo ser candidato, que presidente de uno de los países más poderosos del mundo.

Además del impacto que pueda tener su animadversión contra los mexicanos, un grave riesgo será su actitud ante el mundo islámico, lo cual podría desencadenar una nueva guerra mundial, frente a gente violenta e ideologizada. Sería una guerra tecnológica y con actos terroristas, lo cual desquiciaría a este planeta.

Esperemos que siendo Estados Unidos un país de instituciones, existan dentro de esa nación los contrapesos para controlar las actitudes personales xenofóbicas de su nuevo presidente.