Opinión

Hagamos un mejor México

Por Ramón de la Peña


Oiga Ingeniero, me comenta con una voz de reclamo mi asesor de Santa Catarina, usted ha estado escribiendo sobre el gran problema que tenemos en México, si el de la ilegalidad, impunidad y corrupción, y recuerdo que hace ya buen tiempo escribió usted un mensaje en el que resaltaba: México es el país en el que nos tocó nacer y vivir. Nuestra obligación es quererlo, cuidarlo y mejorarlo.

Pero recuerdo que alguien le dijo: México es demasiado grande para poder hacer algo por el. Después usted mencionó dos recomendaciones que me gustaron:

Primero: Vean el futuro con esperanza, recuerden el futuro no se ha creado aun, el futuro lo podemos crear con nuestros sueños, ideas, proyectos y sobre todo acciones. El pasar del dicho al hecho es muy importante. Y segundo, busquemos paradigmas mexicanos positivos -modelos a seguir- aprendamos de ellos.

Pero también recordé en ese mensaje una excelente lección que recibió de José, un mexicano residente en San Antonio Texas, usted comento que la había recibido junto con un grupo que querían hacer promoción de nuestro estado en San Antonio: Empresarios, educadores y funcionarios públicos invitados por la Cámara México-Norteamericana de comercio.

Después de revisar la agenda que llevarían a cabo en San Antonio con José, pasaron a platicar de varias cosas y, claro, rápidamente pasaron a hablar de todo lo que sentían que estaba mal en México, ahora hablaríamos de la inseguridad, de la ilegalidad, impunidad, corrupción, asaltos, robos, baches y más baches. En ese tiempo hablaron de los problemas de aquellos días. Así continuaron hasta que José les dio una excelente lección: Por favor señores, si siguen hablando así de México nadie querrá hacer negocios con ustedes; Y para terminar su lección les dijo: Parece que ustedes no quieren a su país.

En ese momento, le comente a Katchumo:  recordé y comenté el cuento del vendedor de camellos, si aquel que al vender uno de sus camellos aseguraba que era muy trabajador, que comía poco, que casi no necesitaba descansar, es decir una maravilla de camello. Pero cuál no sería la sorpresa de Jhalil, el comprador del camello, al darse cuenta que el camello lo que menos tenía era lo que le había mencionado el vendedor: El encontró que el camello era flojo, tragón y necesitaba descansar muy frecuentemente, así que muy enojado se presentó ante el vendedor a reclamar la devolución de su dinero, de quien recibió una respuesta semejante a la que nos dio José en San Antonio: Por favor señor Jhalil, si sigue hablando mal de "su camello" no lo podrá vender.

En ese mismo mensaje comente una reunión esperanzadora a la que asistí, el que nos hablo fue el Doctor Canseco, de la cual aprendí: Que el mundo se puede cambiar, pero para hacerlo necesitamos un sueño y un rumbo claro para guiar el cambio, que lo que no hagamos nosotros nadie lo hará, efectivamente la diferencia y la fuerza impulsora está en nosotros, en nuestra tenacidad, compromiso, cariño y orgullo por lo que se hace. Enfáticamente en esa reunión se nos recomendó: Decídanse a actuar, busquen una organización cuya misión o razón de ser les guste y apóyenla, busquen a las personas que admiran, contáctenlas y aprendan de ellos.

Este consejo me recordó otra historia, otra fábula, La de la Estrella de Mar, de acuerdo a esta historia un escritor tenía una pequeña casa cerca del mar, en la cual pasaba temporadas escribiendo y buscando inspiración para su libro. Una mañana mientras paseaba a orillas del mar observo a lo lejos una persona que hacía movimientos extraños, se agachaba, tomaba algo del suelo y lo regresaba al mar, y esto lo hacía una y otra vez. Al acercarse vio que era un muchacho que tomaba una estrella de mar que estaba en la playa y la regresaba al mar.

Intrigado el hombre le preguntó al joven que estaba haciendo. A lo cual él contestó; "Estoy lanzando estas estrellas de nuevo al mar, como ves la marea ha bajado mucho y estas estrellas han quedado en la playa y si no las regreso al mar muchas morirán".

Entiendo le dice el escritor." Pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa, tú no puedes regresar todas estas estrellas al mar, probablemente esto sucede en varias playas además de esta, ¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?

El joven sonrió y miró fijamente al escritor, se inclinó y tomó una estrella de mar de la arena, la lanzó de vuelta al mar y exclamó " para ésta... sí tiene sentido".

El escritor se marchó meditando en lo que había visto, la actitud del muchacho lo impacto de tal manera que al día siguiente corrió a la playa, buscó al joven y le ayudó a salvar más estrellas de mar.

Esto es lo que cada uno de nosotros necesitamos hacer para, en conjunto, salvar a nuestro país.