Opinión

El Otoño

Por Ramón de la Peña


Uno de mis hijos, cuando cumplí mis 60 años de edad (Hace ya trece años por eso les comparto de nuevo este mensaje un poco modificado que escribí hace 12 años), mi hijo me recomendó, me imagino que para animarme un poco, leer el poema del Otoño de Rubén Darío: y realmente me encantó, pues refleja la actitud que deberíamos tener para enfrentar el hoy y el mañana.

El poema empieza diciendo: "Tú, que estás la barba en la mano meditabundo, ¿has dejado pasar, hermano, la flor del mundo? No te lamentes de los ayeres con quejas vanas. Aún hay promesas de placeres en las mañanas. Aún puedes cazar la olorosa rosa y el lis, y hay mirtos para tu orgullosa cabeza gris".

Después de leer este mensaje inicial, concluí que lo peor que puede uno hacer en la vida es sentirse como una persona que ya no tiene futuro, que ya no tiene por qué vivir, que ya nada lo asombra, que todo lo nuevo le asusta, que ya no tiene nada relevante qué hacer ni nadie por quién hacerlo.

Rubén Darío continúa diciendo: "Desventurado el que ha cogido tarde la flor. Y hay de aquel que nunca ha sabido lo que es el amor.  En nosotros la vida vierte fuerza y calor. Vamos al reino de la muerte por el camino del amor".

Estimado lector, no se mate trabajando, la vida es demasiado breve para no seguir los consejos de Rubén Darío. Dicen los expertos que debemos ver a nuestro mundo con una visión especial; dicen que hacerlo de esta manera implica no sólo ver el pasado, nuestro pasado; implica pensar que el mundo fue creado con un significado, con un sentido y con una visión para cada uno de nosotros. Esto implica entender que nuestro futuro lo podemos soñar y que lo podemos aterrizar en acciones concretas bien organizadas, que nuestro futuro no tiene por qué ser una continuación del pasado ni tampoco una continuación del presente. Yo, usted, nosotros, lo podemos soñar y crear.

¿Qué caminos podemos seguir para aterrizar las recomendaciones de Rubén Darío? Podemos seguir el camino de los consejos de los expertos, quienes nos dicen que para tener un desarrollo personal armónico se necesitan dos elementos esenciales: autoestima y perdón; que nadie te puede hacer sentir inferior sin tu permiso; que nunca es tarde para añadir sentido a nuestra vida, que nunca es tarde para cuidar lo que queremos, que nunca es tarde para ser generoso, que nunca es tarde para continuar con nuestra mejora personal; pero, sobre todo, nunca es tarde para agradecer a quienes han influido positivamente en nuestra vida

Otro camino que puede seguir es el que destaca la obra musical: "El Hombre de la Mancha", al decir: "Ama no sólo lo que eres, sino lo que puedes llegar a ser; no corras tras los placeres, pues puedes tener la desdicha de alcanzarlos; mira siempre hacia adelante, que en los nidos de antaño no hay pájaros volando; mira siempre con el corazón y no sólo con los ojos".

Sin olvidar los consejos de Katchumo, quien ante la nueva estrategia de las empresas de productividad, productividad y más productividad dice: "Ojo, muchachos, no olviden que trabajar mucho no basta; que ser inteligente tampoco basta; que tener una buena educación tampoco basta, el tenerla les permitirá tener la imagen de un buen jinete, pero si montan un jamelgo, no llegarán muy lejos, así que busquen un buen caballo, una organización que les guste, que no sea chatarra.

Pueden seguir el camino de las bienaventuranzas según San Mateo, empezando con la primera que dice: "Bienaventurados los que decidieron ser pobres... generosos y solidarios con los que menos tienen"; y si las combina con las siete virtudes que Gandhi propuso es mucho mejor: "Busquen la riqueza con trabajo, el placer con conciencia, apliquen el conocimiento con carácter, hagan negocios con moral, apliquen la ciencia con amor a la humanidad y a la naturaleza, vivan de acuerdo con los principios de la religión de cada quien y, si son políticos, sean un político con principios".

Sin duda, estimado lector, todas estas recomendaciones tienen una base común: la verdad, la honestidad, el amor, el respeto, la autoestima, el perdón, el añadir sentido a nuestra vida, el ser generoso, el ser agradecido, y sobre todo ser congruente como principio esencial de comportamiento. Pero también todas estas recomendaciones llevan implícito el querer ser así, el querer actuar de una cierta manera y actuar así una, dos, tres y muchas más veces hasta que esos principios, esas normas, esos valores, esas recomendaciones se vuelvan hábitos de comportamiento en nosotros.