Opinión

¿Seguimos Reprobados?

Por Ramón de la Peña


Hace ya buen tiempo escribí una nota relacionada con los resultados de PISA de ese tiempo y mencionaba al inicio de la nota la antigua lección de Viktor Frankl, quien nos dijo: "La única de nuestras libertades que nadie nos podrá quitar es la actitud que podemos tomar ante una situación problemática o un éxito inesperado".

Después comente lo que me ocurrió en la sesión de preguntas y respuestas de una charla que di en una institución educativa. El tema central de la charla fue acerca de la educación, de su gran valor e importancia, combinado el tema con la necesidad de ser innovadores y emprendedores. Pues para mi tenemos tres caminos en nuestra vida en el trabajo: Ser empleados, ser emprendedores o ser inventores.  En la etapa de preguntas y respuestas, una muchacha me dijo: "Oiga ingeniero todo lo que usted dijo está bien para Estados Unidos o para algún país europeo; pero creo que esto no aplica para México. Y comenzó a decir adjetivos negativos sobre el sistema educativo, los profesores, los alumnos; y terminó comentando las evaluaciones internacionales que ha recibido nuestro país en el área de educación, y de cómo no podemos progresar teniendo un nivel educativo tan bajo."

De inmediato fue evidente para mí la presencia de un gran pesimismo en esta muchacha, pero viendo la cara de aprobación de los asistentes, me di cuenta de que todos los demás pensaban igual que ella. Mi respuesta la inicié con la frase: No todos son así, no todos los profesores son como usted los describió, ni todas las escuelas son como usted las caracterizó, ni todos los alumnos son tan malos como usted los imagina.

Les hablé de nuestros premios Nobel, en especial de mi colega, un ingeniero químico, un muchacho de mi edad que estudió en la Ciudad de México, en la Universidad Nacional Autónoma de México, quien decidió estudiar el doctorado en una universidad de los Estados Unidos y una vez titulado, decidió trabajar en un centro de investigación de ese país y trabajó como lo saben hacer muchos mexicanos, con creatividad, responsabilidad, perseverancia, y los resultados de sus investigaciones le dieron los méritos académicos suficientes para hacerse merecedor al premio Nobel de Química.

Todo esto volvió a venir a mi mente cuando leí en varios periódicos que nuestro país había sido reprobado en la evaluación de PISA 2016: "México está en el lugar 58 de 70 países al tener una calificación de 416, mientras que el promedio de los países de la OCDE fue de 493". A mí siempre me ha gustado ver estas situaciones, bajo dos enfoques: como un vaso medio vacío por un lado, pero como un vaso medio lleno por el otro. El mensaje se ha manejado en todos los medios de comunicación, incluido el Internet, como un vaso no solamente medio vacío, sino como un vaso totalmente vacío. Estamos reprobados, andamos mal, con reproches intensos sobre el sistema educativo, los profesores y el sindicato de maestros. ¿Pero qué tan vacío está el vaso? A lo mejor está un poco más lleno de lo que creemos.

De los datos publicados en los medios se obtienen los siguientes números: En lectura, Singapur (El país que aparece como el primero en la lista) obtuvo una evaluación de 535 puntos y México obtuvo 423 puntos. Si a Singapur le damos un diez por eso, entonces la evaluación de los mexicanos es de 8.2, ¿es ésta una calificación reprobatoria? En la misma publicación aparecen las calificaciones de Estados Unidos (497), Italia (485) y España (496). Si a cada uno de estos países, que gastan mucho más que nosotros en educación, les ponemos un diez, entonces los mexicanos tendríamos las siguientes calificaciones: 8.5, 8.7 y 8.5. ¿Con estas evaluaciones podemos decir que nuestro país es un país lleno de mediocres?

Claro que tenemos mucho por mejorar, claro que nos encantaría que fuésemos mejor que todos esos países, pero les vuelvo a repetir, no conviene ningunearnos tan feo. Lo peor que podemos hacer por nuestros hijos es decirles implícita o explícitamente que no pueden, que no saben, que son malos, que jamás podrán competir con los ciudadanos de Singapur, con los coreanos y mucho menos con los alemanes.

Tenemos que creer en nosotros, sentir que sí podemos, que podemos hacer mejor nuestro trabajo, que podemos ser excelentes en lo que hacemos. Que así sea, es mi mejor deseo para todos ustedes en esta Navidad; y que así ocurra, es mi mejor deseo para nuestro país en el 2017, aunque confieso que lo mismo dije en el 2008 y en el 2002.