Opinión

Los impuestos sociales

Por Ramón de la Peña


La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo. Platón.

Hace ya buen tiempo San Agustín de Hipona obispo y filósofo, nos decía:  "Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza, porque nos predispone al pecado"; intuyo que ahora se podría parafrasear a San Agustín usando los siete pecados capitales que provienen de las primeras  enseñanzas cristianas para educar a las personas sobre moralidad: Dios lo que más odia después del pecado es la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia y la soberbia porque nos predisponen al pecado. 

Aunque tal vez Gandhi parafrasearía a San Agustín diciendo: Dios lo que más odia después del pecado es la riqueza sin trabajo, el placer sin conciencia, los conocimientos sin carácter, los negocios sin moral, la ciencia sin amor a la humanidad, la religiosidad sin sacrificio, y la política sin principios, porque nos predisponen al pecado.

Pero parafraseando a un colega con el que interactué en mis tiempos de investigador en Hojalata y Lámina, me dijo: Dios lo que más odia después del pecado es la injusticia que es el principal impuesto y principal negocio ilícito en el país; la corrupción, consecuencia directa de lo anterior; la falta de vergüenza, sin la cual los dos anteriores no pueden existir; la mentira, el medio que se usa socialmente para tratar de encubrir sin éxito los tres anteriores; la inseguridad y el delito impune y rampante, resultados de la descomposición social a que conducen los cuatro anteriores; la inmoralidad, resultado irremediable de los cinco anteriores pues no importa ya cuanta escolaridad, títulos o conocimientos se pretendan tener o impartir, de nada sirve la educación si no se pueden eliminar los seis impuestos sociales anteriores que nos predisponen al pecado.

Pero no olvides, me dice mi correctora de estilo, que la injusticia, la corrupción, la falta de vergüenza, la mentira, la inseguridad y la inmoralidad, no se dan por si solas, sino que somos las personas las que actuamos de esa manera y es a través de nuestra actuación como adquieren valor esos impuestos sociales.

Víctor Frankl mencionaba que el hombre es ese ser que inventó  las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que entró en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios. O es el que se defiende como gato boca arriba para no entrar a  esas cámaras de gas. Esta reflexión nos da una idea del gran abanico de posibilidades que tenemos para nuestro actuar.  

Tenemos entonces dos caminos, el de nuestro actuar con respecto a los demás, pues si las circunstancias nos invitan a actuar injustamente, sin dignidad, a participar en actos de corrupción, siempre tendremos nosotros la última palabra para elevarnos por encima de esas circunstancias y actuar justamente, con dignidad y sin participar en actos de corrupción.

Pero por otro lado podemos seguir el camino que nos presentó Robert Kennedy  en su mensaje pronunciado en 1966 con motivo del día de la afirmación de la libertad académica y humana: "Cada vez que un hombre defiende un ideal, que actúa para mejorar la suerte de otros, o lucha contra una injusticia, transmite una onda diminuta de esperanza. Esas ondas se cruzan con otras desde un millón de centros de energía distintos y se atreven a crear una corriente que puede derribar los muros más poderosos de la opresión y la intransigencia.” Es decir, nos invita a involucrarnos en luchar contra la injusticia, la corrupción, la falta de vergüenza, la mentira, la inseguridad y el delito impune y rampante y la inmoralidad.

Mi colega recomienda a los líderes de las organizaciones mexicanas: “Enfocar la injusticia con todos los reflectores y capacidad de la que son capaces, dejar de codearse con los que promueven y toleran la injusticia. No consecuentarlos ni permitir que sean consecuentados ni que aprovechen las ocasiones para tomarse fotos con ellos, ni permitirles que dirijan las organizaciones que en la comunidad sean los símbolos de la cultura y la educación”.

Efectivamente, como dice la sabiduría popular: "Vivimos en la cultura del envase que desprecia el contenido; donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto".

Como ve estimado lector podemos y debemos de hacer muchas cosas para tener un mejor país, sobre todo quienes más sabemos, tenemos y podemos.