Opinión

¡A los traidores, sin consideraciones!

Por Rafael C. Zugasti


 

Conocí sobre él en mi temprana juventud, en el puerto de Veracruz, dado que para ese entonces era congresista federal, sí, de esos pocos que quedan sino es que quedaban, que así fuese diputado o senador de consecutiva manera, eran verdaderos tribunos y parlamentarios en el Poder Legislativo de la Nación.

 

Algunas veces, en los eventos del “partido” lo llegué a ver; entablé contacto con él ya en la universidad gracias a dos amigos de la época, y que en aquellos años le coordinaban a él el sector juvenil, del cual siempre estuvo esperanzado y sobretodo creído que rendiría los frutos esperados.

 

Su trato siempre fue amable, sumamente respetuoso, de caballeros, con educación y ante todo con la honorabilidad que caracterizaba a aquellos políticos de antaño; los hombres de Estado, del “sistema”, no como los inventos sexenales, y ahora bianuales, que en los últimos 15 años hemos tenido que ver “fecundar” por estas tierras.

 

Hijo del sistema, dado que su padre, así como él, fue un hombre del sistema. Hijo de la Revolución, tan mencionada y por pocos valorada; hijo de Veracruz y uno de los pocos que ha sido orgullo de nuestro Estado, pero también de su gente.

 

Anécdotas con él, algunas, propias y contadas por mis pares generacionales que convivimos, para fortuna de nosotros con él. Recuerdo que aun estudiando la Universidad, fue cuando junto con mi compañero de pensión el hoy experto en derecho electoral Luis Enrique Villalobos, nos dirigimos por la madrugada a Poza Rica para ver al alcalde, y entregarle un desplegado que debería salir al otro día en todos los periódicos del norte de la Entidad.

 

En dicho papel, firmábamos todos los actores y factores políticos, económicos, sociales y culturales, pero también académicos, en suma, la verdadera clase política de Veracruz, que pedíamos a él como nuestro futuro candidato y seguro Gobernador.

 

Cuando quiso, no se puedo; y cuando pudo, pues no se quiso. Prefirió representar a Veracruz, desde el PRI Nacional o desde la Secretaría de la Reforma Agraria, donde dejó en alto, como siempre, el nombre de la Entidad.

 

Horacio, quien lo acompañó hasta el final, me contaba el mero día de su pérdida, el domingo pasado, la anécdota que da nombre a la presente. Y es que un día acompañando a Horacio mi amigo y a Carvajal nuestro maestro, a compartir el pan y la sal en un desayuno, llegó al merendero Diódoro Carrasco Altamirano, exgobernador de Oaxaca y ex priista, y al verlo Horacio joven secretario particular de Don Gustavo, que el ex gobernante oaxaqueño se dirigía a saludar al reconocido político veracruzano,  procedió a ponerse de píe sin éxito alguno, ya que Carvajal, el orgullo parlamentario de México, le sentenció: “¡Horacio, a los traidores, sin consideraciones!”.

 

Ese era Don Gustavo, el político que nos hizo creer y soñar a una generación, la de Lacho, la de Ariel, la de muchos que estábamos en el camino correcto para alguna vez llegar a ser algo de lo mucho que él fue. Y algunos, allí vamos.

 

Se fue un amigo, un maestro, un veracruzano, un hombre de Estado, un parlamentario de fama y nombre internacional, pero sobre todo, alguien que hubiera gobernado la entidad con altura de miras; y, por ende, de haberlo dejado llegar el propio “sistema”, en 1997, a Palacio de Gobierno, nada de la tragicomedia vivida se habría tenido que parecer, hasta nuestros días.

 

En paz descanse Don Gustavo Carvajal Moreno.

 

REPENSAR EL PENSAR

 

El que está que salta de gusto es el presidente del Carnaval jarocho, pasó la prueba de ácido, y se lo reconoció el propio “gobernante”; ello merece, que se dejen de inventar lo ya inventado y el “Pollo” permanezca un tiempo prolongado organizando de excelente manera como ya lo demostró, la fiesta emblemática de la ciudad y puerto de Veracruz.

 

 

Y otro que está que brinca de la emoción y alegría, pero a la vez de tranquilidad, y todo por la apatía de la ciudadanía que no se da cuenta de los movimientos que hace su casta por adueñarse de los poderes del Estado, es el que “manda”; su nene va solito, casi como López Portillo en la presidencial de 1976, es decir con candidatos “contrincantes”, pero sin ellos a la vez…