Opinión

Dreamers: El despertar del sueño americano

Por Ricardo Homs


Cientos de miles de niños mexicanos que llegaron muy pequeños a vivir a Estados Unidos en calidad de indocumentados y lograron empezar a estudiar allá, muchos de ellos incluso cursan en la universidad, podrían ser deportados a nuestro país.

Son niños y jóvenes que culturalmente son norteamericanos. Aunque hablen español porque lo aprendieron en casa, escuchándolo de sus padres, se han formado en los valores de la sociedad norteamericana.

Saben que su origen y raíz es México. Seguramente han escuchado hablar de sus tradiciones, pero desde su llegada a Estados Unidos no han regresado a México ni siquiera de vacaciones, pues como indocumentados no podrían volver a entrar al país que los ha criado y que se ha convertido en su mundo. Muchos de ellos se enlistan y sirven en las fuerzas armadas de ese país.

Reconocen a México como su origen, pero seguramente ya no lo sienten como parte de su futuro.

La cantidad no es pequeña. Se estima que son más de 600,000 niños y jóvenes viviendo en el país vecino, según cifras publicadas en diversos medios de comunicación.

Se considera que sólo en California viven poco más de 412,000 y en Texas 226,000. El 53% restante vive en el resto del país, lo cual duplica la cifra. En ese gran total que alcanza casi el millón están considerados también muchachos centro y sudamericanos, pero el 68% son mexicanos.

Siguiendo esas cifras, arriba mencionadas, podríamos decir que son casi 650,000 niños y jóvenes mexicanos estudiando en Estados Unidos en calidad de indocumentados, lo cual les pone en riesgo de ser repatriados a México, un país que no entienden y difícilmente considerarán su casa, aunque lo sea.

Para ellos la repatriación o deportación es un acontecimiento que puede modificar sus vidas, pues significa desarraigarlos del mundo que ellos consideran propio. Sin embargo, para México tenerlos de regreso se convierte en un reto con grandes riesgos y quizá también de oportunidades.

Definitivamente no se les puede insertar en el sistema educativo mexicano que hoy es de paupérrima calidad, por obsoleto. Las mediciones internacionales así lo demuestran. Los niveles educativos entre dreamers y nuestros educandos locales serían de altísimo contraste, empezando por considerar que traen dos mentalidades diferentes. Los dreamers se sentirían extranjeros en el país que les vio nacer.

De inició habría un choque cultural y de valores en la convivencia cotidiana si se les inserta tal y como llegan, en la realidad educativa que hoy vive México. Las clases de historia y de geografía, sólo por evidenciar diferencias, serían imposibles de conciliar pues para ellos los contenidos de esas materias se referirían a los Estados Unidos.

La mentalidad entre ambos grupos, así como la interpretación de la compleja realidad social de nuestro país y la nula visión ética que hoy existe en esta grave crisis de valores morales, también sería de alto contraste para quienes estudiaron sus primeros años en un país predominantemente protestante.

Para solventar esta problemática de modo eficiente, seguramente la SEP tendría que preparar un modelo educativo especial para estos muchachos bilingües, en el cual se garantice la continuidad en su formación académica, o sea tener escuelas especiales donde los contenidos sean diferentes al programa de estudios vigente.

De este modo se estaría garantizando la formación de una elite académica, por lo menos en la educación básica y media, como un tiempo de aclimatación al país, de modo tal que posteriormente se puedan integrar en la universidad, con un poco más de madurez emocional, a la realidad cotidiana de su verdadero país, que es México.

Incluso podríamos pensar que éste acontecimiento de la repatriación, hoy desafortunado por sus riesgos, nos permita contar a futuro con un capital humano altamente competitivo en los estándares globales, siempre y cuando se construyan respuestas para recibir a esta generación de muchachos biculturales y bilingües.

Sin embargo, consideremos que para el resto del país un trato preferencial otorgado a estos muchachos, termina siendo discriminatorio para el grueso de nuestros niños y jóvenes, que terminarían debiendo conformarse con una educación mediocre e insuficiente para afrontar los retos que nos impone este nuevo mundo globalizado y altamente competitivo.

Por tanto, desde otra perspectiva, la llegada de estos niños y jóvenes, podría interpretarse como la oportunidad de reestructurar nuestro modelo educativo de modo integral. para realizar una reforma educativa a fondo y así eliminar estas posibles consideraciones discriminatorias para el común de niños y adolescentes mexicanos.

Este problema que hoy significa el “despertar del sueño americano” para un importante segmento de los dreamers mexicanos que hasta hoy estudian en Estados Unidos, podría generar un fenómeno de acercamiento y eliminación de barreras políticas que aún hoy obstaculizan la instrumentación de la reforma educativa, incluyendo la problemática sindical que ha afectado las evaluaciones de los maestros, que es una importante herramienta de mejoramiento y control de la calidad educativa.

¿Usted como lo ve?