Opinión

Los partidos a menudo dan poder a gente incompetente

Por Roberto Matosas


Javier Fernández Aguado, historiador de la gestión; catedrático Instituto de Empresa

Tengo 55 años: joven es quien tiene mi edad y menos. Nací en Madrid, ciudad abierta, pero he vivido diez años fuera de España. Líder es quien sabe contar hasta uno: piensa en cada persona; el manipulador, en cambio, prefiere pensar en las masas.

LA VANGUARDIA, Barcelona Lluís Amiguet 04/05/2017

Algo que conservar

La democracia no garantiza el acierto; pero sí, como mínimo, un error compartido por la mayoría. No es gran cosa, pero sí lo menos malo que hemos ido consiguiendo tras millones de errores y siglos en la gestión de las organizaciones humanas. Fernández Aguado las ha estudiado para concluir que no hay soluciones mágicas ni utopías salvíficas: los seres humanos vamos repitiendo aciertos y errores al gestionarnos desde los egipcios hasta hoy. Y los sistemas sólo se conservan en la medida en que son capaces de proporcionar a la mayoría algo que merece la pena ser conservado. Para lograrlo: o acertamos al dar el poder a quienes saben o, al menos, a quienes saben dejarse aconsejar por quienes saben.

¿Quiénes han sido los mejores gestores de la historia?

Los egipcios fueron los primeros y, de algún modo, hemos heredado sus experiencias y aciertos. Y el primero de todos es lograr que gestione quien sabe y no sólo quien manda. Hay que saber sobre lo que decides o saber delegar.

El faraón era toda la casta sacerdotal.

Y eso es un gran paso adelante. Ya no es sólo un caudillo militar quien ordena en solitario, como los hititas, sino un faraón que sí se deja aconsejar. Tiene consejeros que deciden con él.

Recluta y selecciona talento.

Inventan el coaching. Y ese talento incluye también a las mujeres. Además, la casta faraónica tiene en cuenta a todos los egipcios. Todos los problemas de gestión ya aparecen en Egipto: las fugas de cerebros de artesanos y escribas...

¿Adónde?

A Libia, Siria o Palestina, tras una hambruna en el Nilo. Los talentos regresan y relanzan Egipto en la XVIII y XIX dinastías, las más brillantes. Esa tecnocracia transfiere su saber a Grecia...

...A través de Alejandría.

Los griegos estudiaban allí, como hoy vamos a EE.UU. o Alemania. Grecia da un paso adelante al democratizar la gestión del talento: el sabio debe mandar, pero da otro hacia atrás al caer en el nacionalismo y ponerlo al servicio exclusivo de cada polis... Hasta que llega Alejandro.

El primer gestor cosmopolita

Con su energía, nuestra sinergia, unifica las polis para lanzarlas a conquistar y administrar el mundo. Supo aplicar el poder del equipo.

Pero Roma imperó durante siglos.

Porque aplicaron la sabiduría de los griegos a la gestión práctica de lo cotidiano. Los romanos creen en el talento, pero sólo si es capaz de transformar y dominar la realidad inmediata.

¿Por qué los sistemas gestores decaen?

Porque se hacen viejos, pero ya no me refiero sólo a la vejez física de cada generación, sino a la pérdida de su misión. Les pasó a los templarios, que se dejaron derrotar por su comodidad.

Estuvieron aquí y dominaron el mundo.

Fueron una multinacional financiera, espiritual, militar e inventores de la banca y la letra de cambio. Hasta que perdieron San Juan de Acre y luego el alma en Chipre, al limitarse a vivir del patrimonio. Y todo en sólo dos siglos.

¿Podemos aprender algo de las técnicas de gestión de los totalitarismos?

La ilusión. El comunismo surge de una ilusión. Y esa ilusión es tan poderosa que aún hay millones de personas que creen en ella. Y no son meros ilusos, porque los comunismos, como tantas otras utopías, aciertan en lo que critican.

Pero sus logros cuestan más de creer.

Porque todos llevamos un ángel y un diablo dentro, y el ángel cree en esa sociedad más justa y el diablo en que hay que empezar por hacerla mejor sólo para ti a costa de los demás.

¿Cómo consiguen los soviéticos el poder cuando sólo son un puñado de convencidos?

Un partido comunista triunfa cuando tiene un núcleo muy motivado de dirigentes capaces de cabalgar sobre un gran enfado social, por eso no ganan cuando ya hay una clase media.

Las utopías fracasan cuando en la realidad la mayoría tiene algo que perder.

Pero lo que comparten Lenin, Hitler y Stalin y todo tirano es que no piensan en personas, sino en masas. Son manipuladores. Lenin ordena más asesinatos en sus primeros ocho meses de poder que los zares en 80 años. En cambio, el verdadero líder sólo sabe contar hasta uno.

¿Quién es el uno?

En el sentido de que cree en el valor único de cada persona. Stalin dice que la muerte de un ser humano es una tragedia; la de un millón, una ¬estadística. Los tiranos siempre piensan en naciones, colectividades, masas... A Hitler le dicen que los jóvenes alemanes mueren a miles en el frente ruso y él responde que para eso están; para morir por su patria y por su Führer.

¿Quién es hoy el tirano en las empresas?

Quienes gestionan sin pensar en cada una de las personas que las integran. Quienes sólo ven la hoja de Excel y en ella sólo la última casilla, la de beneficios, y la quieren siempre con muchos ceros. Lo demás es mera circunstancia.

No parece nada nuevo.

A través de la historia de los sistemas de gestión el ser humano es el mismo. Y los millennials digitales de hoy, en cuanto tengan hijos e hipotecas, serán iguales a los españolitos de los 60.

Si nuestro sistema les permite tenerlos.

El sistema debe dar a todos una razón para conservarlo y lo conservarán. Tanto en Egipto como hoy, un directivo mal preparado fracasará.

¿Qué estilos de gestión recomienda?

Para gestionar lo urgente e importante, hay que ser impositivo: en un incendio, quien sabe es el bombero y hay que obedecerle y ya. Si sufre cáncer, ¿monta una asamblea en el hospital para decidir tratamiento o escucha al oncólogo?

¿Y si es importante, pero no urgente?

Apliquemos la gestión de quienes saben. Para decidir cómo será Barcelona dentro de 20 años, escucharemos a los expertos, que saben de alcantarillas, por ejemplo. En cambio, para decidir lo urgente, pero no importante, como dónde vamos a comer hoy, el primer enterado vale.

¿Y lo que no es urgente ni importante?

Puede opinar y decidir cualquiera.

¿Y para elegir a quien será elegido?

Los partidos a menudo dan el poder a gente ¬incompetente. Me temo que no se valora tanto la capacidad del político como su capacidad de ascender dentro del partido.