Opinión

Cambiemos primero

Por Ramón de la Peña


Hace tiempo recibí por Internet un mensaje titulado: ¿No te gusta tu País? Y no me refiero a sus paisajes sino a los grandes problemas que tiene nuestro país: Secuestros, delincuencia, carteles de droga, pirateo de ideas y productos, entonces, nos recomienda el mensaje: “Cámbielo usted mismo”, pero ¿Cómo lo podemos hacer?,

Muy fácil nos dice el autor del mensaje, si a usted le molestan los robos de mercancía y el contrabando, entonces exija una factura en todas sus compras; Si le molesta el gran desorden que causan los vendedores ambulantes, entonces no les compre nada; Si le molesta el enriquecimiento ilícito de algunos mexicanos, entonces no los admire, no los imite y repúdielos; Le molestan la gran cantidad de pordioseros en las esquinas y en los semáforos, entonces no les de nada, dirija su ayuda a las organizaciones de apoyo comunitario.

Si le molestan los revendedores afuera de los lugares de eventos, pues no les compre. ¿Usted es de los que nunca da el paso a un que quiere entrar en el carril en donde va usted?, ¿Usted es de los que se quiere meter en la línea de carros que quiere dar vuelta o entrar a algún lugar?, ¿usted es de las personas que no respeta filas?, ¿Usted es de las personas que busca la impunidad a través de actos de corrupción?, si así es entonces estamos como estamos, porque somos como somos.

El mensaje concluye: “Estando quieto, usted no contribuye en nada y si así ocurre entonces usted no tiene derecho a reclamar nada” ¿Pero cómo y hacia donde cambiar?, en ese momento me acorde del mensaje que di en la inauguración de un simposio sobre calidad que se llevo a cabo en el Tecnológico ya hace tiempo y al cual me invitaron para inaugurarlo.

La pregunta que me hice fue, ¿Qué mensaje les quiero dejar a los convencionistas? mi respuesta fue, “que la calidad no se platica, que la calidad se practica”, pero lo decidí hacer contándoles la siguiente historia: Resulta les dije, que en un país sudamericano un juez condenó a muerte a tres personas, un francés, un japonés y un mexicano y ordenó concederles un último deseo a cada prisionero.

El primero que levanto la mano fue el francés, quien dijo: “Yo siempre he querido tomarme un vinito tinto, de este año y de esta marca y dijo el año y la marca, y me lo quiero tomar con esta compañía, y menciono el nombre de la compañía y quiero cuatro horas para disfrutarlo, concedido le dijeron.

Al día siguiente ya nada más quedaban el mexicano y el japonés, quien fue el siguiente que levanto la mano para pedir: Yo quiero dijo, que inviten a los medios de comunicación más importantes a nivel nacional e internacional, porque quiero presentar mi última teoría de la calidad, con la cual todos podrán competir en este mundo globalizado y de tanto libre comercio. Concedido le dijeron al japonés, pero en ese momento el mexicano levantó la mano y empezó a decir: Quiero pedir, quiero pedir, y como no le hacían caso empezó a dar manazos sobre una mesa que tenía cerca repitiendo el quiero pedir. Pues pida le dice el director del reclusorio. El mexicano responde: Yo quiero que me maten antes de que el Japonés de su plática. Ah caray y ¿Por qué tanta prisa? Le preguntan.

 Porque ya estoy hasta aquí de pláticas de calidad, tocándose con su mano la parte superior de la cabeza. Ya tome muchas, otra más ya no

Se imaginan la cara que pusieron los más de 500 convencionistas al escuchar la historia de los tres condenados a muerte. Yo me quede callado por un minuto, después les dije, pero el cuento tiene mensaje: La calidad no se platica, la calidad se practica, el liderazgo, la honestidad, el respeto a los demás, no se deben de platicar y solo formar parte de los decálogos o documentos escritos de las organizaciones, para que tengan valor se deben de practicar, practicar y volver a practicar, hasta que se vuelvan hábitos de comportamiento.

Los invito a ser un ejemplo de responsabilidad, de amor al trabajo, de honestidad y de respetar normas y reglamentos.