Opinión

El miedo al paso de los años

Por Lilia Reyes Spindola


La dignidad es tener respeto y amor por el ser que somos

La dignidad se puede ir perdiendo en el camino de la vida, poco a poco, es tan leve la perdida que no se da uno cuenta hasta que se acepta ser víctima de la vida y de los seres con los que convivimos.

Es la actitud más triste que existe, porque nos borramos y nos convertimos en sombras grises y manipuladas.

La madurez de la edad tiene un gran valor, no la devaluemos, tenemos mucho que compartir, experiencias, conocimiento de la vida, y sabiduría paciente.

Debemos poner mucha atención en cómo vamos a influenciar a los demás por medio de nuestros pensamientos, sentimientos y actitudes.

Es la hora de equilibrar la vida, ya sin la prisa de la juventud, pues se aprecia el enorme valor que tiene el tiempo para saber que hay que disfrutarlo en paz.

Ya podemos permitirle al tiempo que trascurra con gentileza, entonces el tiempo deja de ser el tirano que nos latiguea para movernos con prisa y con agobio, aprendemos a deslizarnos suavemente en él, ya no nos distrae, al contrario no regala tiempo para observar y observarnos, sin juzgar ni criticar.

La vida se convierte en una tranquila travesía, como en un barco de vela que permite que el viento que producen los pensamientos positivos se deslicen sobre las aguas de la emociones, con paciencia y sabiduría.

Es la oportunidad de sanar sentimientos para reparar relaciones, para perdonar y perdonarnos, para remendar girones en la piel del alma, aprovechando el tiempo para continuar siendo útiles dando ejemplo de sonrisas y frases cariñosas.

Debemos seguir soñando, inventando fantasías buenas.

No debemos permitir que la depresión pisotee nuestros sueños y anhelos y los maltrate. Nos hemos ganado el derecho de permanencia en tiempos de paz.

Ya sabemos quiénes somos, ya podemos ser nosotros mismos(as) sin el complejo del qué dirán, pero eso sí, sin olvidar la dignidad que nos debemos a nosotros mismos(as).

Ya podemos convertirnos en aventureros de destino, pues ya no le tememos, convertirnos en trovadores de experiencias cantando afinado y siendo placenteros. Juntarnos, encontrarnos para realimentarnos de esperanza, de madurez y de alegría.

Saborear cada instante con placer ya que a estas alturas del partido los instantes son sumamente valiosos.

Ya entendemos que somos vulnerables y también sabemos que todo fluye, que todo cambia, que nada es para siempre.

Es entonces cuando aprendemos apreciar conscientemente cada instante que nos regala la vida como si fuera el último.

Debemos deleitarnos con los detalles pequeños, porque al sumarlos se vuelven grandes y muy bellos.

Podemos convertirnos en expertos llenadores de vacíos, no solo con recuerdos del pasado, sino convertirnos en buscadores de detalles en el presente, de los que nos brinda el aquí y el ahora, experiencias simples llenándolas de cielo, de paisajes bellos, de música y de mucho amor y ternura, para contagiar a los que están cerca y hasta los que están lejos, de ganas de vivir.

Convirtámonos en grandes inventores de nosotros mismos(as), pues al descubrir quiénes somos tenemos la capacidad de heredarle al mundo experiencias  que tendrán alguna página en la historia familiar, recordándole a la juventud, que en  la edad madura viven seres dignos y con la humilde sabiduría que dejan los ideales y la experiencia.