Opinión

Libertad de expresión, pero sin ofender

Por Marisol López García


Todos tenemos derecho a la libertad de expresión, desde el niño que apenas inicia sus primeras palabras hasta el adulto mayor que ya tarda  un poco en articularlas, ese derecho está plasmado en la Declaración Universal de Derechos humanos, todos los tratados internacionales y leyes vigentes así lo establecen, los programas de educación básica lo afirman con mayúsculas, los niños de primaria lo saben,  escuchar la frase “todos somos libres de expresarnos” es parte del lenguaje cotidiano, y hasta aquí todo va maravilloso.

El problema surge cuando olvidamos o no queremos recordar que todo derecho lleva implícito una obligación y en este caso, el derecho a la expresión de nuestras ideas, va ligado a la obligación de respetar a los demás, en sus ideas , su persona, su integridad y por supuesto su dignidad.

Al parecer hemos perdido el arte de discutir con inteligencia, ya no sabemos estar en desacuerdo sin lincharnos unos a otros, sin ofender, hemos perdido la habilidad de dar argumentos y pero nos hemos vuelto expertos en encontrar descalificaciones u ofensas disfrazadas de sarcasmos,a todo aquel que no piense igual que yo,   lo vemos desde  los hogares hasta en las primeras columnas de los periódicos, donde resulta tan entretenido observar la guerra de declaraciones de una figura pública contra otra, y en el remoto caso que llegaran a un acuerdo o  decidieran tratarse con respeto, terminamos tachando la situación como aburrida.

En muchas Universidades de Estados Unidos y Europa, se ha puesto de moda la “des-invitación” a figuras que participarían de un evento porque surgen manifestantes contrarios a la idea del invitado y en aras de mantener la paz, se le niega a una de las partes la oportunidad de ser escuchada.

El columnista del New York Times Bret Stephens autor del artículo “El agonizante arte de discrepar” afirma que el desacuerdo inteligente es la savia que alimenta a toda sociedad sana y si este se pierde, la sociedad pierde la oportunidad de lograr acuerdos.

Las peleas o discusiones nunca deben ser personales, ni basadas en malentendidos. Se debe de analizar hechos, no personas, se deben de criticar sucesos no individuos, de esta forma más allá de ponerme en los zapatos de la otra persona, estaré dando mis argumentos en razón de mis ideas y conoceré las razones de mi opositor, lo verdaderamente importante es que en todo momento prevalezca la capacidad de escuchar y el respeto al criterio opuesto, esto es algo que no consideramos y cambia completamente la forma en la que pudiéramos discutir cualquier  tema en el hogar o en el congreso.

Cuando mi Libertad de Expresión emite un juicio contrario a otra persona, mi actuar debe estar enmarcado en la categoría de “desacuerdo inteligente” siguiendo la secuencia: calla, escucha, espera y reconsidera, y, solo entonces, habla. Pero sobre todo no olvidemos que ese derecho a opinar diferente no debe nunca diluirse o cambiarse solo porque los demás gritan más fuerte.

Marisol López  García

@marisoleid

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