Opinión

¿Cómo hará Meade?

Por Ricardo Homs


Definitivamente José Antonio Meade posee credibilidad personal e inspira confianza en las clases media y alta y entre el sector empresarial, que son dos sectores críticos que generalmente analizan antes de emitir una opinión. En las clases bajas, que son el 60% de la población mexicana, seguramente su imagen es ambigua, si es que lo identifican con claridad, como en contraste sí conocen a AMLO.

La razón es muy obvia. Meade es un funcionario público altamente eficiente y confiable, acostumbrado a los temas técnicos, donde su inteligencia, preparación académica y experiencia acumulada han sido su carta de presentación.

Sin embargo, una campaña electoral es un trabajo político, donde la capacidad de conectar de modo emocional con el votante, es decisiva. Podría ser que el llamado “baño de pueblo” que le significó su paso por SEDESOL, no hayan sido suficientes para el reto que tiene enfrente y que es derrotar en las preferencias electorales a Andrés Manuel y no con un margen pequeño, que levantaría suspicacias por tercera vez y por tanto no lo aceptará el tabasqueño. Este escenario podría generar un grave conflicto social. Por tanto, Meade estaría obligado a sustentar su triunfo quizá con un 10% de diferencia frente a su más cercano competidor, lo cual es un gran reto.

Las opiniones respecto a que sería un buen presidente se escuchan como si fuese un secreto a voces en los sectores con liderazgo de opinión. Incluso en el extranjero él representa una imagen confiable.

Sin embargo, en un sistema político donde prevalece la corrupción, ¿cómo va a convencer al electorado de que él es capaz de erradicarla e inaugurar una nueva época?. Recordemos que este es un país engañado y desconfiado, que cada mañana se levanta pensando en que la corrupción es cotidiana y es como un cáncer imbatible.

El camino al poder, en cualquier parte del mundo, está minado de intereses y componendas, pues se requieren alianzas e ir sumando no sólo voluntades y apapachos, sino también apoyos económicos.

Los apoyos que necesita un candidato, ya sea económicos o en especie, principalmente los de gran nivel, o sea, de millones de pesos, no llegan por simpatía o generosidad, sino a cambio de compromisos de retribuir la ayuda cuando se llegue al poder.

De este modo se acercan los contratistas que quieren obra pública, lo que quieren cargos para un familiar o para ellos mismos, o quienes quieren para sus empresas contratos como proveedores de insumos o servicios, o concesiones, o simplemente impunidad pues tienen temores por haber realizado con anterioridad actos ilícitos.

El INE tiene toda una legislación respecto a los topes de campaña para candidatos. Sin embargo, ¿tendrá la capacidad este organismo para fiscalizar la utilización de recursos en cada rincón del país?.

La compra de votos entre los segmentos económicamente vulnerables es un secreto a voces y para ello se requiere dinero en efectivo.

Si la democracia es cosa de números, el 60% de la población total del país, que sabemos  vive en niveles de sobrevivencia es susceptible de dejarse comprar el voto.

Para ello se requiere dinero en efectivo en grandes cantidades, lo cual es difícil de fiscalizar. Ahí es donde entran de modo silencioso los patrocinadores que lo aportan a cambio de negocios cuando el candidato llegue al poder. Ahí se inicia el círculo vicioso de la corrupción de cuello blanco.

Considerando que Pepe Meade es un hombre honesto y no hay ningún indicio que impida darle este calificativo a su reputación, ¿cómo podrá él controlar durante su campaña a la maquinaria electoral que estará operando y ante la presión de las encuestas, será proclive a las componendas?. Seguramente él no estará ni enterado de lo que sucede a su rededor. Así es la política de hoy.

Así es la política aquí y en la mayoría de los países democráticos, una maraña de componendas a veces no éticas.

Sin embargo, lo que establece la diferencia en este país respecto a otros, es el porcentaje de gente vulnerable económicamente que de un modo u otro podrá caer en la tentación de vender su voto y que este porcentaje representa más de la mitad del padrón electoral. Por otra parte, la ambición desmedida de quienes aportan en total opacidad el dinero necesario para la compra ilegal del voto en el llamado “Día D”.

Estas elecciones presidenciales del 2018 no serán como las de antes, entre partidos. Será una lucha entre el sistema político que hoy conocemos, fragmentado por varios candidatos representantes de sus respectivos partidos, más algunos independientes surgidos también del mismo sistema y por otra parte, el “antisistema”, representado por Andrés Manuel, que ha visualizado esta lucha calificando a todos sus posibles contrincantes como “la mafia del poder”, donde están representados todos los que forman parte de la clase política, menos él y sus seguidores.

El reto de José Antonio Meade será hacer que su propia imagen confiable garantice a la minoría del “voto razonado”, pero que ejerce liderazgo público, que él no caerá en las componendas electorales que propician la corrupción. Por otro lado, tendrá que obtener apoyos sin comprometerse a retribuir con contratos y negocios a los poderosos patrocinadores informales y anónimos de su campaña.

Un reto muy complicado para Meade.

¿Usted cómo lo ve?

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