Opinión

Escriba, escriba y vuelva a escribir

Por Ramón de la Peña


En este mensaje quiero felicitar a las personas que han decidido compartir con nosotros sus saberes, ideas, conceptos, cuentos y mitos a través de la palabra escrita. Y los felicito porque han querido incursionar en uno de los caminos que usan las personas para perdurar. Si estimado lector, ante la pregunta que todos nos debemos de hacer ¿Que tengo que hacer o realizar para perdurar?, ellos decidieron incursionar en el camino que Cervantes y Shakespeare siguieron en su tiempo, y cuyas obras han perdurado al paso de los años.

Muchas gracias estimados autores por compartir con nosotros lo que han aprendido en la escuela de su vida a través de su palabra escrita. Para mí, estimado lector, era y es muy claro que cada libro representa en blanco y negro el talento, la visión, el ingenio, la creatividad y los saberes de una persona que decidió compartirlos de una manera generosa con los demás.

Sin duda para mí, como sucede en cada uno de nosotros, el libro también tiene su historia. Si visitan ustedes el Museo de cualquier gran ciudad, encontraran en alguno de sus rincones evidencias de “escritos” antiguos, en los que están grabados mensajes importantes relacionados con la vida, la historia o la mitología de las personas que los “escribieron”. En aquel amanecer de nuestra especie, las historias se perpetuaban a través de canciones, que cantaban e improvisaban algunas personas mientras los demás las oían y las modificaban en los vericuetos de su memoria. Así lo que se inició como una voz, se fue enriqueciendo al paso de generación en generación, hasta que alguien invento como retenerlas en páginas manuscritas.

 Nuestra especie humana tardó cientos de años en inventar esa melodía escrita que ahora conocemos como el libro para el deleite de la gente y que son guardados, muchos de ellos, en bibliotecas o en la actualidad, en símbolos virtuales que se deslizan  en ese nuevo camino conocido como el Internet.

Hace tiempo me invitaron a ser parte de la presentación de un libro escrito por un médico muy estimado en mi familia, un libro muy interesante pues relata sus vivencias sobre su visión de la vida.  Pero de esa presentación le quiero comentar algo que me hizo repensar en la tarea que tenemos que realizar en nuestra vida familiar.

Déjeme explicarle: Durante la presentación escuché que la antigua recomendación para tener una vida plena, “Un hombre, para ser completo, ha de plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”, frase que se le atribuye al poeta cubano José Martí, estaba incompleta no solo en el contenido sino en su mensaje esencial.

¿Basta plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro para tener una vida plena?, ¿y el trabajo, y los programas de apoyo a la comunidad, y la donación de órganos, y educar a los demás, y crear empresas y empleos?

Navegando por Internet me encontré una lista de ideas sobre las cuales debemos de meditar para tener una vida plena: “Hay tres actividades que dan el mayor gozo y la más profunda angustia: casarse, tener hijos y abrir tu negocio; hay tres clases de personas: las que hacen, las que ven hacer, y las que se preguntan qué fue lo que les hicieron; Hay tres clases de personas: las que piensan, las que se divierten, y las que se divierten pensando; hay tres cosas que controlar: el carácter, la lengua, y la conducta; hay tres cosas que cultivar: la bondad, la sabiduría y la amistad;

Hay tres cosas que defender: el hogar, el honor, y al débil; hay tres cosas que destruyen a las personas: el vino, el orgullo y el enojo; hay tres cosas que el ser humano necesita en su vida: alguien a quien amar, algo qué hacer y una esperanza para el futuro; hay tres cosas que forman a las personas: el trabajo, la sinceridad y el valor.

Yo soy un convencido de que los libros son el mejor esquema de efecto multiplicador de las ideas, sueños, conocimientos y saberes que puede usar una persona para tener un impacto, un efecto multiplicador en la comunidad.