Opinión

La vida entre dos fechas

Por Ramón de la Peña


¿Cuántos años tiene usted?, le preguntaron en una reunión familiar a Galileo. "Ocho o diez a lo más", respondió Galileo. Imagínese usted la cara de sorpresa de quien lo escuchó al observar el semblante de Galileo cubierto con una excelente barba blanca que era un indicio de su edad avanzada. Después, con una sonrisa socarrona, continuó diciendo: los años que tengo son los que me quedan de vida. Los años vividos ya no los tengo, como tampoco tengo las monedas que ya gasté.

Hace poco escuché un comentario relacionado con el comentario de Galileo: En las lápidas de cualquier cementerio están escritas dos fechas de la persona enterrada: La de su nacimiento y la de su muerte. De las pocas cosas ciertas en el futuro, es que tarde o temprano nos tendremos que morir. Efectivamente, nuestro caminar en esta vida tiene un final, nuestra vida es finita y por lo tanto hay que aprovecharla, hay que valorarla, hay que aprovechar nuestro tiempo como estudiante, como esposo, como mamá, como empleado, como jefe o como servidor público.

Efectivamente, debemos de aprovechar lo único que sabemos que sí tenemos: nuestro presente. Los expertos dicen que conviene disfrutar cada día como si fuera el último; cuando vaya a una fiesta disfrútela, si no va a estar a gusto entonces para qué va; disfrute su trabajo, su familia, muchos atardeceres, su boda, su graduación, la lectura de los libros que más le gusten; disfrute de una siesta de vez en cuando, de una buena copa de tequila. Recuerde que el ayer ya no existe, y el mañana llegará hasta mañana o tal vez no llegue.

Existe una excelente reflexión que describe muy bien nuestra incongruencia en el no disfrutar con plenitud el día de hoy. "Los pobres creen que serán felices cuando sean ricos, los ricos creen que serán felices cuando no tengan úlceras ni estrés". Los expertos nos recomiendan no desperdiciar nuestros mejores años de vida deseando ser felices en el futuro, en vez de disfrutar y ser felices en nuestro diario vivir, disfrutar de nuestro trabajo, de nuestra relación con los demás, con la naturaleza, con los libros, con la música. Valorando las cosas pequeñas, los pequeños detalles, pero también con mucho desapego para con las cosas, pero con mucho apego para la vida y para lo que viene después de ella.

Es más, les recomiendo que disfrutemos el día de nuestra muerte, tal y como la describió Gibran Jalil Gibran al decir: El día de mi muerte "Dejen que su corazón cante conmigo los salmos de la vida eterna. No se vistan de negro en señal de lujo, mejor vístanse de blanco y alégrense conmigo. No hablen de mi viaje con pesar, más bien cierren sus ojos y me verán con ustedes hoy, mañana y siempre. Déjenme solo, y sepárense de mí con quietud, como se separan las flores del almendro y el manzano cuando las deshoja el aliento de abril. Vuelvan a sus hogares y allí encontrarán lo que la muerte no pudo quitarme ni quitarles. Abandonen este lugar; aquel que ustedes aman ya está lejos de este mundo".

Mi paisano Manuel Acuña lo expresaba de una manera excelente al decir: "Por qué el amor al hombre es tan preciso como el agua a las flores. Amar una mujer, sentir su aliento y escuchar a su lado lo dulce y armonioso de su acento, es el placer más grande de la vida. Existir es amar y es que el amor encierra en su forma infinita cuanto de bello el universo habita".

Sin olvidar lo que tantas veces les he contado:" Nadie será recordado por sus pensamientos secretos, ni por lo que quiso decir y hacer sin haberlo hecho. El hombre y la mujer valen por su acción, valen por la causa que sirven y valen por la huella que dejan en su tiempo"

Efectivamente, estimado lector, una persona sin congruencia, como algunos políticos,  es como una flor de plástico, llena de color pero sin aroma, así es la incongruencia: palabras bonitas pero inútiles de quien no actúa de acuerdo con lo que dice, con lo que siente ni con lo que cree y mucho menos con lo que vale la pena.