Opinión

La tragedia de ser joven y pobre en México

Por Ricardo Homs


La tragedia de Marco Antonio Sánchez, el estudiante de 17 años que desapareció después de haber sido apresado por una patrulla de policía de la CDMX y encontrado días después deambulando con trastorno sicológico, tiene gran significación.

Este caso y las investigaciones periodísticas que este caso generó, reflejan la vulnerabilidad de la gente joven de México, principalmente si provienen de los sectores menos favorecidos económicamente, ya que, por su vestimenta y apariencia, pueden sufrir el acoso y la extorsión de policías, como han evidenciado testimonios de jóvenes ante la prensa.

Ser joven significa llevar a cuestas un estereotipo de irresponsabilidad y la posibilidad de ser un delincuente en potencia.

México es un país que se mueve por estereotipos y la relación con la policía y las autoridades judiciales dan cuenta de esta práctica común cuando estas dos variables, juventud y bajo nivel económico se juntan.

A lo anterior se suma el riesgo de que nuestros jóvenes que viven en las colonias populares desaparezcan inexplicablemente. En muchísimos casos lo más probable es que hayan sido secuestrados por un cártel para darlo de alta en su ejército de sicarios. Las desapariciones forzadas de jóvenes en barrios populares ni siquiera son motivo de investigación por las autoridades, que ya están rebasadas en la investigación de delitos. Más fácil es decir a los familiares que denuncian la desaparición, que seguramente el sujeto anda de parranda con amigos y que dejen de molestar.

Además de todo lo anterior, en la iniciativa privada es posible que los jóvenes de escasos recursos económicos también sean carne de cañón laboral cuando no tienen experiencia y andan en busca de sus primeras oportunidades. Para reclutar vendedores por comisión muchas empresas anuncian un puesto con salario fijo que genera expectativas. Sin embargo, cuando se va a hacer la contratación, resultó que estarán a comisión sobre sus ventas y los muchachos que ya se habían entusiasmado con la oportunidad ofrecida, no tienen más opción que aceptar aun dándose cuenta del engaño.

Ante este panorama, sintiéndose acosados, vulnerados sus derechos, engañados, no nos extrañe que el resentimiento que viven en los jóvenes les acerque a las actividades delictivas.

El resentimiento y la falta de oportunidades son un buen detonante para que estén receptivos ante la oferta de la delincuencia.

Es necesario mejorar la relación con los jóvenes, antes de que sea demasiado tarde.

¿Usted cómo lo ve?

 

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