Opinión

¿Murieron los valores?

Por Ramón de la Peña


Ingeniero, ¿Podría usted decir que uno de los problemas más serios que tenemos en nuestra vida comunitaria es la pérdida de valores que ha generado una cultura de corrupción en muchas de nuestras organizaciones y gobiernos? así de sopetón me preguntó un ex alumno vía el nuevo medio de comunicación, el Internet.

Al reflexionar sobre tu pregunta, le respondí a mi ex alumno, vino a mi mente un artículo que escribí hace tiempo y que titule con una pregunta ¿Adiós a las virtudes?

Escribí en ese mensaje que cada vez con más frecuencia se escuchan comentarios relacionados con la perdida, ausencia, degradación o deterioro de los valores personales, familiares y comunitarios, y que se reflejan en conductas que la comunidad reprueba: Asaltos; secuestros; robos; violencia personal, intrafamiliar y comunitaria; drogadicción; narcotráfico, corrupción y corrimiento de los límites permitidos en nuestro actuar.

 Me pregunté en ese tiempo, ¿Qué induce a tener esas conductas que la comunidad reprueba? Yo creo que cuando los niños y las niñas nacen, ninguno lo hace con su futuro ya definido, nadie nace predestinado a ser malo o bueno, a ser educado, a ser analfabeta, a casarse, a ser emprendedor o un maleante o drogadicto.

Creo también que el medio ambiente en el que se nace y se vive, de los padres de quienes se nace, de su nivel educativo y su esfuerzo o su falta de esfuerzo en hacernos hombres y mujeres de bien nos afecta mucho para bien o para mal.

Para mi es claro que si se nace en un ambiente en donde impera la pobreza, la ignorancia, la insalubridad, la inseguridad, la violencia intrafamiliar y el consumo de sustancias prohibidas, la posibilidad de seguir “el mal camino” es altísima.

Desde luego siempre han habido circunstancias que han influido negativamente en el comportamiento de las personas, basta incursionar en los reportes históricos de los malos comportamientos para darnos cuenta que “la maldad” ha perdurado al paso del tiempo, aunque las herramientas que usa si han mejorado mucho al paso del tiempo. No es lo mismo agredir con una piedra que con una pistola, una granada o una AK 47.

Comenté en el mensaje una pregunta de un Ex alumno: ¿Qué ocurría en sus años de escuela cuando dos niños pactaban tener un pleito fuera de la escuela, o qué hacían cuando sonaba el timbre de salida, o cuando la maestra era interrumpida por las burlas del “payaso del salón”, o cuando al niño nuevo del salón, el malo le decía prieto, porque venía del sur del país?

Sin esperar mi respuesta un amigo profesor me dice: En un mensaje que recibí por Internet dicen que en el caso del pleito no pasaba nada, se juntaba un buen grupo de espectadores eso si, todos, compañeros de los peleoneros, ellos sólo se empujaban y se mojaban la oreja o se lanzaban retos, a lo más se escupían el uno al otro.  

Pero al día siguiente se les veía jugando juntos de nuevo, como si nada hubiese pasado. La salida de clases era libre, salíamos, comprábamos una paleta de hielo y caminábamos rumbo a casa, jugando y platicando con los compañeros del rumbo. Cuando un alumno interrumpía a la maestra lo dejaba castigado en un rincón y a la hora de salida la maestra le decía a la mamá lo que había pasado, la mamá lo regañaba y lo dejaban sin domingo por un par de semanas. Y santo remedio se acababan las burlas en el salón.

Cuando un alumno se burlaba de un compañero, la profesora lo paraba enfrente del salón para que pidiera disculpas a su compañero y le encargaba de tarea tres planas con la frase: Debo de respetar a mis compañeros de clase y le pedían que las planas las firmara la mamá.

La reflexión anterior me recordó un mensaje del buen agricultor: “No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del agricultor” No son las malas influencias las que ahogan a un buen hijo, sino la negligencia de los papás y el mal o buen ejemplo que les damos.