Opinión

Dos inspiradoras Historias

Por Ramón de la Peña


"Brindo, dijo otra voz, por la esperanza que a la vida nos lanza, de vencer los rigores del destino, por la esperanza, nuestra dulce amiga, que las penas mitiga y convierte en vergel nuestro camino". Guillermo Aguirre y Fierro, en su Brindis del Bohemio

Este mensaje está relacionado con la primera historia que recibí de un colega, La Historia de las cuatro Velas, la cual se inicia diciéndonos: "Había una vez cuatro velas que se consumían lentamente en una habitación oscura. Brillaban tan suavemente que podías oírlas hablar. La primera vela dijo: "estoy en paz, pero en estos días, nadie quiere mantenerme encendida" (Algo muy ausente en muchas de nuestras comunidades y de nuestras familias). Entonces, la llama de Paz lentamente disminuyó y se extinguió por completo. La segunda vela dijo: "Soy la fe, pero en estos días, la gente cree que ya no me necesita". Entonces, la llama de la fe lentamente disminuyó y se extinguió por completo. Tristemente, la tercera vela habló y nos dijo: "Yo soy amor, y no tengo la fuerza para permanecer encendida por más tiempo. La gente me pone a un lado y no entiende mi importancia. A veces incluso se olvidan de amar a los que están más cerca de ellas". Y como no podía esperar más, la llama del amor se extinguió por completo"

La historia continua diciéndonos que de pronto "Un niño entró a la habitación y vio las tres velas que ya no ardían. Preguntó en voz baja: "¿Por qué no están ardiendo? Se supone que deben permanecer encendidas para siempre".  Pero luego, la cuarta y última vela le habló amablemente al niño y le dijo: "no tengas miedo, porque yo soy la Esperanza, y mientras aún esté encendida, podremos volver a encender las otras velas. Así con ojos brillantes, el niño tomó la vela de la Esperanza, encendió las otras tres velas gracias a su llama y dijo: "Entonces nunca dejemos que la llama de la Esperanza se apague".  Es por eso que con la esperanza en nuestras vidas, la paz, la fe y el amor pueden brillar una vez más" Efectivamente la esperanza que a la vida nos lanza a vencer los rigores del destino.

La segunda historia está relacionada con la amistad, esta historia nos dice que: "Un hombre, que regularmente asistía a las reuniones de amigos, sin ningún aviso dejó de participar en sus actividades.  Después de algunas semanas, un amigo de aquel grupo decidió visitarlo. Era una noche muy fría.  El amigo lo encontró en la casa, solo, sentado delante de la chimenea, donde ardía un fuego brillante y acogedor. Adivinando la razón de la visita de su amigo, le dio la bienvenida y lo condujo a una silla grande cerca de la chimenea y se quedó quieto, esperando. Se hizo un grave silencio.  Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las llamas en torno de los troncos de leña que ardían. Al cabo de algunos minutos, el amigo examinó las brasas y cuidadosamente seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas, empujándola hacia un lado.  Volvió entonces a sentarse, permaneciendo silencioso e inmóvil. Al poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo un brillo momentáneo y su fuego se apagó de una vez. Ninguna palabra había sido dicha desde el protocolar saludo inicial entre los dos amigos. Antes de prepararse para salir, el amigo manipuló nuevamente el carbón frío e inútil, colocándolo de nuevo en el medio del fuego. Casi inmediatamente se volvió a encender, alimentado por la luz y el calor de los carbones ardientes en torno de él. Cuando alcanzó la puerta para partir, su anfitrión le dijo a su amigo: Gracias por tu visita y por el bellísimo sermón.  Regresaré al grupo de Amigos que tan bien me hace".

El mensaje anterior es ratificado por la investigación que llevo a cabo por 75 años la Universidad de Harvard para encontrar la esencia de la felicidad de los adultos mayores, y su gran conclusión fue: Lo que hace felices a las personas es la calidad de las relaciones con la familia y con los amigos.