Opinión

A los maestros

Por Ramón de la Peña


El peor insulto que se le puede hacer a una persona en el sureste asiático, no es recordarle de una mala manera a su progenitora, el peor insulto es decirle: usted es un hombre sin maestro. Efectivamente, todas las especies tienen padre y madre, pero sólo los humanos nos podemos enriquecer, madurar y crecer gracias a los maestros y a los papás comprometidos con el desarrollo-crecimiento armónico de sus hijos.

Yo soy un ferviente creyente que la educación es el gran factor de cambio positivo de las personas, de las organizaciones, de las comunidades y de los países. En el sistema educativo existen cinco factores esenciales para que la educación tenga un gran efecto positivo de cambio en los muchachos y muchachas que estudian:

 Que se ofrezcan contenidos educativos útiles para la vida y el trabajo; Que se enseñen mediante métodos educativos que promuevan el aprendizaje de los y las alumnas; Que se tenga un ambiente que promueva el aprendizaje, el intercambio de ideas, la creación de nuevas ideas, sistemas, productos y servicios; Que se tenga un excelente sistema de acceso a información, libros, artículos, a material educativo en papel, material audiovisual, en forma digitalizada en discos compactos o en la nueva gran biblioteca de nuestros días, el Internet. Pero sobre todo tener profesores, maestros capaces de educar, motivar, dirigir, coordinar, aconsejar, empujar. Que nos motiven a cuestionar, a ingeniar, a entender, a reflexionar, a apoyar a los demás.

Hoy es tiempo de darle las gracias a las personas que nos ayudaron a transformarnos, a educarnos, a ser mejores, sobre todo porque las organizaciones existen, perduran y crecen con base en el trabajo, los sueños, las metas, las estrategias y las acciones de personas, quienes a través de su perseverancia y cariño han convertido esos sueños y metas en hechos, cambios y logros concretos.

Cuando hago memoria y reflexiono acerca de lo que me tocó vivir en el Tecnológico de Monterrey durante 40 años, cinco como estudiante y 35 como profesor y director, viene a mi mente un sinnúmero de eventos deportivos, culturales, académicos, estudiantiles y graduaciones; pero sobre todo viene a mi mente un gran número de personas que hicieron la diferencia en mi vida y en la transformación, consolidación y crecimiento del Tecnológico.

Clausewitz fue un militar prusiano, honesto, capaz, muy inteligente, con gran integridad intelectual, formado en la práctica primero, y después en la escuela militar de su país. Clausewitz consideraba las fuerzas morales como el espíritu que debe permear todo lo relacionado con la guerra, cuanto más todo lo relacionado con los negocios, con la educación y con la vida. Para Clausewitz, eran tres las fuerzas morales esenciales: los talentos del general, la excelencia militar del ejército y el sentimiento popular del ejército: entusiasmo, compromiso, responsabilidad y fe.

Aplicándolo a los sistemas educativos entonces, tres son pues las fuerzas a fortalecer para tener éxito en la escuela: los talentos y fuerzas morales del líder, los talentos y fuerzas morales del personal, en especial el de los profesores y el ambiente educativo orientado al aprendizaje dentro de la escuela.

Desde luego son importantes los consejeros, los rectores, los empleados, los directivos, pero no debemos olvidar que el factor esencial son los profesores reales o virtuales.

¿Por qué destaco tanto a los profesores? Porque la esencia educativa de cualquier escuela es lo que ocurre en los salones de clase y en los espacios en los que el muchacho aprende, en los laboratorios, en los centros de investigación y desarrollo y en los de educación continua.

Va mi gran agradecimiento a mis profesores y a los que colaboramos juntos en la formación de tantos muchachos y muchachas en el Tecnológico de Monterrey, así como a los miles de profesores en las escuelas de México, quienes  han sido la diferencia de tantos alumnos en nuestro sistema educativo escolarizado.