Opinión

¿Cómo evaluar a los líderes?

Por Ramón de la Peña


Hace tiempo me tocó asistir a la ceremonia de entrega del Premio Eugenio Garza Sada y al salir del evento me entregaron un folleto con el ideario, con la vida y la historia de Don Eugenio. Su ideario refleja los principios en los que Don Eugenio creía, quien los plasmó por escrito para que sus colaboradores los conocieran y practicaran dentro y fuera de sus empresas.
Para Don Eugenio era muy importante “El respeto a la dignidad humana, la cual debía de estar por encima de cualquier consideración económica”. Quienes lo conocieron destacan su sencillez, su calidad humana, y su congruencia, que para mí son los valores que el promovió en su ideario organizacional.
Al terminar de leer el folleto me dije, como que este ideario puede ser usado para evaluar a los responsables de las empresas, de los gobiernos, de las universidades, de las iglesias, de los partidos políticos.
A continuación comparto con usted el cuestionario de evaluación que resulta de transformar el ideario de Don Eugenio en una serie de preguntas. Por ejemplo el primer punto que nos recomienda: Reconocer el merito de los demás, se transforma en la siguiente pregunta: ¿Reconoce el merito de los demás? Esta transformación nos conduce al siguiente cuestionario de evaluación:
1. ¿Reconoce el merito de los demás?; 2. ¿Controla su temperamento?; 3. ¿Nunca hace burla de los demás?; 4. ¿Es cortes?; 5. ¿Es tolerante?; 6. ¿Es puntual?; 7. ¿No es vanidoso? ¿Sabe ocultarlo?; 8. ¿No altera la verdad? 9. ¿Deja que los demás se explayen?; 10. ¿Se Expresa concisamente?; 11. ¿Depura su vocabulario?; 12. ¿Se Asegura de disfrutar el trabajo?; 13. ¿Reconoce el enorme valor del trabajador manual?; 14. ¿Piensa en el interés del negocio más que en el propio?; 15. ¿Su Análisis está por encima de la inspiración o de la intuición?; 16. ¿Se dedica al trabajo?; 17. ¿Es modesto?
Por lo que se ve y se intuye de su ideario, Don Eugenio creía que: Atribuirse a sí mismo méritos que corresponden a quienes trabajan a nuestras órdenes, sería un acto innoble, segaría una fuente de afecto e incapacitaría para comportarse como corresponde a un ejecutivo; Que quien sea incapaz de dominar sus propios impulsos; Quien no puede evitar hacer bromas hirientes o de doble sentido; Quien no puede escuchar con paciencia a los demás; Quien no puede expresarse con claridad y sin frases vulgares; Quien no disfruta su trabajo; Quien no reconozca el trabajo manual; Quien no sea fiel a la organización; Quien no puede ser cortes y tolerante con los demás, no puede actuar como director de una empresa. El verdadero líder abdica el derecho a la ira, a la burla, a la descortesía, a la intolerancia, a la arrogancia y a la flojera.
Es claro también que de acuerdo a Don Eugenio, el puesto no hace a la persona, sino más bien la persona hace al puesto y que lo peor que puede hacer un líder que quiere trascender es actuar como un dictador. Al contrario, si esta cerca de su gente, si se gana su confianza, si los enseña y los forma podrá hacer de ellos un equipo comprometido y eficaz. Don Eugenio entendía que el trabajador es la autentica riqueza de la organización.
Me llama la atención que en el ideario no aparezcan recomendaciones sobre la honestidad, intuyo que ese comportamiento era un requisito esencial en la contratación y en la promoción de los ejecutivos en sus empresas. Requisito que se ha perdido en muchas organizaciones que usted y yo conocemos.
Un caso que dio mucho de que hablar ocurrió en ENRON, una empresa en Estados Unidos donde ocurrió un gran fraude causado por los altos jefes, Pero lo que más impresionó a los legisladores que juzgaron este caso fue el hecho de que los jefes eran la crema y nata de los graduados de sus mejores universidades.
Como ve estimado lector nos faltan líderes que fijen y respeten las normas de comportamiento éticas en su organización, pero sobre todo que actúen, actúen y vuelvan a actuar en la solución de los problemas que nos aquejan.