Opinión

Vaginismo y Dispareunia

Por Alejandra Meza


El Vaginismo y la Dispareunia son disfunciones sexuales donde el dolor es el elemento protagonista. La escasa educación sexual y el desconocimiento corporal dificultan seriamente la detección y expresión de ambas problemáticas. 

El resultado es una alerta continua que aleja a la persona afectada de las relaciones íntimas, hecho que se traduce en un sufrimiento silencioso. Esta semana, Yolanda Segovia, psicóloga colaboradora del Instituto de Asistencia Psicológica Mensalus, nos habla sobre estas dos disfunciones y abre una reflexión sobre la importancia de su tratamiento.

¿Qué diferencia el Vaginismo de la Dispareunia?

El Vaginismo es la imposibilidad para conseguir la penetración vaginal debido a la contracción de los músculos que rodean la entrada de la vagina. Cuando una mujer se excita sexualmente, experimenta una relajación de los músculos vaginales. Sin embargo, en el Vaginismo, la contractura muscular es tal que impide la penetración. 

En cambio, la Dispareunia es el dolor que pueden sufrir, tanto hombres como mujeres, en el área pélvica durante o poco después de la relación sexual. El dolor se presenta en el momento de la penetración, la erección o la eyaculación.

Centrándonos en el sexo femenino, el factor dolor es protagonista en ambos problemas. Aún así, la diferencia es importante. En el caso de las mujeres con Vaginismo, la respuesta refleja de los músculos imposibilita tener relaciones sexuales con penetración (o las dificulta extremadamente). En el caso de las mujeres con Dispareunia, el dolor dificulta seriamente el placer durante la penetración pero no impide el coito. 

En el caso del Vaginismo, ¿qué aspectos impiden la relajación de la musculatura?

Las mujeres con Vaginismo relacionan la penetración con la sensación de peligro. Esto crea una respuesta tensional totalmente automática que se materializa en la musculatura vaginal. Esta reacción genera un elevado malestar dado que existe el deseo de mantener una relación sexual con penetración pero, la realidad física, es muy distinta. Aparece entonces una contradicción entre mente-cuerpo inexplicable para la persona. 

El resultado es una abrumadora sensación de falta de control y un explosivo aumento de la ansiedad. Entre los factores que pueden originar Vaginismo encontramos las creencias y los valores de carácter sexual que crean confusión, inseguridad e, inevitablemente, generan una respuesta desadaptativa. Por otro lado, esta disfunción tiene habitualmente un inicio en el pasado. 

Algunas mujeres manifiestan haber presentado dificultades en la etapa de la primera menstruación al querer introducir un tampón, ideas irracionales sobre la penetración o la posibilidad de quedarse embarazadas e, incluso, ideas distorsionadas respecto a la percepción de sus propios genitales.

Y en el caso de la Dispareunia, ¿por qué aparece?

Entre los aspectos que pueden influir en la aparición del dolor destacan la insuficiente lubricación por falta de estimulación erótica, la sequedad vaginal, las relaciones sexuales prematuras tras una cirugía o parto, la irritación genital por jabones, alergias al látex de diafragmas o preservativos, y aquellos aspectos específicamente de carácter médico (fimosis, frenillo, prostatitis, hemorroides, herpes genital, etcétera)

Queremos resaltar que, en el caso de esta disfunción, el dolor debe ser constante y repetido en las relaciones sexuales; el dolor ocasional no significa que exista un problema. Sea como sea, no hay duda que las molestias afectan mucho a la sexualidad y pueden conducir hacia la evitación de las relaciones. 

Por este motivo, en caso de duda, es aconsejable consultar con un profesional. 

Las personas que sufren Vaginismo o Dispareunia, ¿hablan de su problema?

La mayoría no lo hacen, lo convierten en un tema tabú. En el caso de las mujeres con Vaginismo, la labor educativa es especialmente importante. La falta de conciencia sobre el propio cuerpo (habitualmente no existe exploración) y la censura social, hacen aún más difícil la expresión y normalización de aspectos de carácter sexual

Esta realidad aleja a la afectada de los distintos contextos (amistades, compañeros, familiares, etc.) por temor a ser incomprendida y tachada como “rara”. El miedo aumenta día a día y la alerta se convierte en un elemento intrínseco de la personalidad.

Desde la Psicoterapia, ¿qué trabajo se realiza en ambos casos?

Además de la labor psicoeducativa y la detección de pensamientos negativos y destructivos que se realiza desde un contexto de terapia individual, es importante el trabajo que se lleva a cabo desde la terapia de pareja. Para solucionar el problema es esencial establecer una comunicación abierta con el fin de expresar el malestar y encontrar la comprensión mutua. 

Asimismo, el trabajo terapéutico que facilite el cambio irá dirigido a abordar, de forma progresiva, aspectos profundos. El trabajo de introspección, insight y autoexpresión emocional nos acompañarán a lo largo del proceso. El sentimiento de culpa, los conflictos internos y, en algunos casos, los sentimientos no resueltos fruto de experiencias traumáticas pasadas (Ejemplo: historia de abusos sexuales, maltratos, o violación), serán algunos de los temas que, desde una perspectiva sistémica e integradora, repararemos.

¿Qué consejos darías a las personas que sufren una de estas dos disfunciones?

Especialmente, en el caso del Vaginismo, la sensación relacionada con la falta de control contamina el resto de contextos personales. El malestar traspasa la frontera puramente sexual y se traduce en un miedo que va mucho más allá. 

La imposibilidad de mantener relaciones sexuales con penetración aún sentir el deseo, merma poco a poco la capacidad por buscar el placer y satisfacer las propias necesidades. Dejar de lado este problema puede repercutir seriamente en la autoestima de la mujer. El miedo se traduce en más miedo; es por ello que resulta difícil hablar del problema y consultar a un profesional. 

Nuestra recomendación siempre es abordar el problema desde una visión holística y, ante todo, considerar las posibles causas orgánicas. Una vez descartadas, el trabajo desde la Psicoterapia individual y de pareja es el que facilitará a la persona recuperar la seguridad en sí misma y, ante todo, no vivir en una continua lucha, consiguiendo así tener el control de la situación y dejar de “escapar”.

En este sentido, la comunicación de pareja es esencial para reafirmar el derecho a expresar y vaciar todo aquel cúmulo de sentimientos que, de un modo inconsciente, un día quedaron reflejados en un órgano esencial.

¿Qué es la disforia postcoital?

Recibe el nombre de disforia postcoital o depresión post-coito al síndrome caracterizado por la presencia de sensaciones y sentimientos de tristeza, melancolía y malestar posterior al momento del orgasmo. También pueden aparecer angustia, sentimientos de vacío, desasosiego, inquietud e irritabilidad. Se trata de una situación que aparece generalmente tras mantener una relación sexual, si bien también puede aparecer tras la masturbación.

Técnicamente se considera una disfunción sexual vinculada a la fase de resolución, siendo una etiqueta diagnóstica propuesta para investigación de cara a una posible incorporación en diferentes clasificaciones diagnósticas. Sin embargo el diagnóstico sólo sería posible si la disforia apareciera en la mayoría de relaciones sexuales (no siendo trastorno si su aparición fuera algo puntual y esporádica) y siempre y cuando no fuera explicable por otros trastornos.

Es importante tener en cuenta que esta sensación no es producto de una relación sexual insatisfactoria, pudiendo ser esta enteramente placentera para ambas partes y deseada por la propia persona que siente esta disforia. La depresión post-coito (más bien una tristeza, no siendo realmente una depresión) suele aparecer o inmediatamente o poco después del orgasmo y por lo general desaparece en minutos, si bien puede llegar incluso varios días.

¿Quién lo sufre?

Este tipo de síndrome no es nuevo, existiendo referencias a él desde la antigüedad. Si bien tradicionalmente se ha considerado que la disforia postcoital es algo específico de mujeres de una determinada edad, lo cierto es que puede aparecer en ambos sexos y a cualquier edad. Aparentemente es más frecuente en el sexo femenino, si bien por lo general han sido pocos los estudios realizados con hombres en este sentido.

Pese a que por lo general es un síndrome poco reconocido recientes estudios demuestran que es mucho más frecuente de lo que se cree, variando el porcentaje de afectados según el estudio. Además la disforia postcoital puede no estar siempre presente y es normal que aparezca en momentos puntuales de manera esporádica, siendo únicamente un problema cuando se da de manera consistente a lo largo del tiempo. En algunos casos se ha observado que prácticamente la mitad de participantes han reconocido haberlo padecido alguna vez en su vida.

Síntomas y repercusiones

La disforia postcoital es como hemos dicho algo poco reconocido socialmente, y puede tener repercusiones en la vida sexual de quien lo padece. A menudo su presencia es vivida con malestar y culpabilidad por parte de la persona que lo experimenta, considerando que debería sentirse satisfecha y no comprendiéndose las propias reacciones. También puede desarrollarse un posible temor a la existencia de conflictos de pareja, o incluso aparecer una evitación del contacto sexual. Además se trata de una situación que, como ocurre en otras disfunciones sexuales, a menudo es ocultada y vivida con vergüenza.

Asimismo la pareja sexual puede llegar sentirse poco competente o poco deseada ante las reacciones de su pareja, y también podrían aparecer conflictos reales y otras disfunciones sexuales tales como la aversión al sexo.

Posibles causas

Ya desde la antigüedad se ha intentado dar una explicación a la aparición de disforia sexual, tanto a nivel de su aparición puntual como de cara a su aparición consistente.

Una de las teorías al respecto hace referencia a que las causas de esta alteración son principalmente neuroquímicas: tras el orgasmo se liberan determinadas hormonas que contrarrestan las responsables del placer sexual, pudiendo aparecer tristeza y bajo estado de ánimo como consecuencia de esta regulación. En este mismo sentido se ha observado que a nivel biológico la amígdala (la cual se encuentra vinculada a la ansiedad y el miedo entre otras emociones) disminuye su actividad durante el coito, pudiendo aparecer la disforia como consecuencia de la reactivación de esta parte del encéfalo.

Otra teoría, que resulta compatible también con la anterior, indica que la aparición de disforia postcoito puede estar vinculada a la influencia de una educación restrictiva y religiosa, en que puede haberse interiorizado la idea del sexo y del goce y placer sexual como algo pecaminoso o criminalizado.

Otra opción se deriva de la vivencia de situaciones traumáticas como abusos sexuales infantiles o violaciones, asociando inconscientemente el disfrute de una relación normativa y consentida con el vivido durante la vivencia abusiva y apareciendo la tristeza, angustia e incluso repugnancia con el disfrute actual.

Existen también teorías que hablan de que la tristeza se debe a que las emociones de tristeza y malestar se deben a la finalización del acto de unión con la pareja. También puede existir la posibilidad de que la tristeza sea debida a la presencia de dificultades de pareja o a la consideración de que la relación se basa o sostiene solo en el sexo.

Tratamiento

A nivel de la propia persona y su pareja se recomienda que el orgasmo no sea el final de toda interacción entre los miembros de la pareja, pudiendo disfrutar de actividades tales como acariciarse o abrazarse salvo que ello genere incomodidad o malestar a la persona con disforia. Se trata de generar vínculo posterior al encuentro sexual. En cualquier caso si se trata de algo habitual puede resultar de utilidad consultar con un psicólogo o un sexólogo.

Si bien no es habitual, la disforia postcoital puede requerir de tratamiento psicológico. En primer lugar es necesario valorar la posible existencia de alteraciones orgánicas. En el caso de que existan vivencias traumáticas, estas podrían ser trabajadas en consulta. Igualmente la presencia de culpabilidad o la consideración respecto al sexo pueden precisar de ser trabajados. En el caso de que sea necesario o se deba a un conflicto de pareja, puede resultar de utilidad emplear terapia de pareja y terapia sexual para favorecer.