Opinión

Coitocentrismo: Causas y síntomas de la obsesión por el coito

Por Alejandra Meza


Todos nacemos con unas pocas capacidades innatas que nos permite sobrevivir en nuestro entorno, como el instinto de succión o el llanto que permite llamar la atención del adulto cuando el bebé tiene alguna necesidad. Comportamientos que conforman un amplio repertorio de conductas que no necesita de un aprendizaje previo. El resto de habilidades como andar, nadar o hablar una lengua, son adquiridas a lo largo de la vida.

Del mismo modo, adquirimos habilidades para relacionarnos sexualmente con otras personas. Ese aprendizaje, estará condicionado fundamentalmente por tres variables: las experiencias vividas, la educación recibida en el entorno próximo y las normas que la cultura marca en cada momento a través de un marco de referencia en el que nos debemos mover.

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¿Qué es el Marco de Referencia en el ámbito sexual?

Es el modelo sexual que la cultura nos ha inculcado y sobre la que construimos nuestra forma de vivir y expresar nuestra sexualidad.

Ese marco en nuestra cultura (y en otras tantas) marca las líneas rojas sobre la que se debe encuadrar nuestro comportamiento sexual. Determina lo que está bien o mal, lo que se espera de nosotros en función de nuestra edad o de si somos hombre o mujer.

El marco de referencia está compuesto por una estructura donde se identifican cuatro bloques fundamentales que se relacionan a continuación.

1. El fin del sexo es reproductor

Durante siglos, se ha entendido que la reproducción era el fin más importante de la relación sexual. Esto afortunadamente ha cambiado en las últimas décadas, la reproducción pasa un segundo plano en favor del fin placentero.

2. El marco de referencia es Coitocentrista

Dada la importancia que la reproducción ha tenido hasta hace no mucho en las relaciones sexuales, el coito o penetración vaginal ha representado desde el pasado lejano la práctica de elección durante el sexo, en cuanto que es la conducta que más incrementa la probabilidad de fecundar. Esta idea se ha perpetuado y se mantiene activa en el presente.

De este modo, el coito en vez de ser interpretado como una práctica sexual más, es considerado como el centro de las relaciones sexuales, todo gira en torno a él, de ahí el término “Coitocentrista”. Un claro ejemplo de ello ha sido la importancia que a lo largo de los siglos se le ha dado a la “virginidad”, es decir, a la primera vez que se realiza el coito vaginal.

3. Sexo = genitales

Si el fin prioritario de la relación es el reproductor y para reproducirme necesito hacer un coito, para hacer un coito necesito genitales. El pudor o la necesidad que casi todo el mundo siente por ocultar esta parte de nuestro cuerpo en la mayoría de contextos (algo obligatorio al ir a una piscina pública por ejemplo) justifica esta idea.

La asociación que aprendemos entre sexo y genitales es tan potente que nos impide entender una relación sexual sin genitales. La importancia que la cultura ha otorgado al tamaño del pene asociado a la potencia sexual/placer, también explica por qué los genitales son considerados para el marco referencial pieza vital de la sexualidad.

4. Desigualdad entre hombres y mujeres

El marco de referencia que aprendemos es machista, ya que atribuye a los hombres una serie de prioridades y obligaciones en el ámbito sexual y a las mujeres otras. En las relaciones heterosexuales, el hombre siempre tiene que tener ganas de sexo, debe proporcionar placer a la mujer y no puede errar, es decir, tiene que tener una erección en cada relación además de tener que durar al menos el tiempo que ella necesite para llegar a su orgasmo, entre otras obligaciones más.

La mujer, por contra, no debe mostrar demasiado su deseo sexual para evitar ser tildada de “ligera”, tiene que incluir lo emocional en sus relaciones sexuales (para así no hacer “sexo por sexo”) y disfrutar al son que marca el varón, entre otras.

¿Cómo combatir el coitocentrismo?

Centrar en exceso la atención en el coito, puede dar lugar a consecuencias poco deseadas como por ejemplo la aparición de disfunciones sexuales (eyaculación precoz, disfunción eréctil, etc.). Por ello, es conveniente pensar que:

•             Hacer sexo no es igual que hacer coito: por todo lo comentado antes, la sexualidad humana abarca un amplio espectro de conductas, deseos y emociones por lo que el coito debe ser entendido como un juego más. Centrar la sexualidad en el coito puede generar efectos negativos por varios motivos. En primer lugar, hacemos nuestras relaciones sexuales muy pobres (al reducir la relación sexual a una sola práctica). En segundo lugar, dar mucha importancia al coito hace que este cobre más importancia de la que realmente tiene, esto puede favorecer la aparición ansiedad por hacerlo bien, por dar la talla y ello causar algún problema sexual como ya se ha reseñado.

•             Es conveniente salir de la monotonía e integrar en nuestras relaciones sexuales otras conductas no coitales, incluso no genitales (caricias o masajes en otras partes del cuerpo por ejemplo), ya que ello ampliará nuestro repertorio y en consecuencia nuestra satisfacción sexual.

•             El fin más importante de la sexualidad es el placer y la satisfacción sexual, por ello no existen conductas de primera y de segunda sino en todo caso, conductas que nos satisfacen más o menos. La masturbación individual o en pareja, el sexo oral, las caricias, etc. no deben perder prioridad de una manera obligatoria en nuestro repertorio respecto al coito. No debemos confundir el fin (placer/satisfacción sexual) con el medio (práctica sexual), por lo que el fin no debe ser hacer un coito, ya que éste será en todo caso un medio para conseguir ese fin placentero. Si tenemos la actitud mental adecuada, podremos igualmente sentirnos satisfechos con independencia de la conducta sexual que hagamos.

•             No se trata de demonizar el coito sino de darle la importancia justa que pueda tener e intentar ampliar las opciones de disfrute según los gustos y preferencias de cada cual.

En definitiva, ser críticos o cuando menos razonar sobre las consecuencias positivas y negativas de aquello que la cultura en ocasiones nos impone y elegir la opción que más se adecua a nuestros gustos (incluso elegir ser muy coitocentrista), nos hará más libres en muchos ámbitos, también en el sexual.