Opinión

Los maestros cada vez son más tontos

Por Pedro Octavio Reyes Enríquez


Varias veces he escuchado esa frase, que cada vez los maestros saben menos, que son “tontos” (por no decir otra palabra), que no pueden enseñar, y eso lo escucho de los padres de familia, quienes van y se lo repiten a sus hijos, demeritando la labor de los profesores.

Si el padre de familia solamente insulta y desdeña al profesor, el hijo hará lo mismo, dañando así el proceso de enseñanza. Esto sin duda afecta al maestro, a nadie le gusta que lo insulten o duden de su capacidad, pero al que más se daña es al niño; hay varias razones, pero la principal es que el niño no le pondrá atención al profesor, no le importará lo que le pueda enseñar, ¿quién le pone atención a un tonto?

Se vale que los padres de familia no estén de acuerdo con los profesores, pero a sus hijos se lo tienen que decir de manera respetuosa, explicando claramente qué es lo que no les gusta, para que el hijo sepa las razones y entienda de manera objetiva qué es lo que pasa en el aula.

Educar y enseñar en la escuela es una labor muy compleja, no es sencilla. He dado clases en varios niveles educativos (secundaria, bachillerato, licenciatura y maestría), también he llegado a trabajar de manera no formal con niños de kínder, y por más que a uno le guste la docencia, la labor es ardua, porque implica varios factores. 

Hay un factor que es fundamental, el respeto, cuando hay respeto entre todos los miembros que están en el aula, el proceso se facilita, y cuando hay afecto entre los involucrados en el proceso educativo se vuelve una delicia dar clases.

Cuando el estudiante se da cuenta de que tiene enfrente a un profesor valioso, que le pone empeño, que quiere su labor, el cual busca dar clases dinámicas y que está por gusto, el alumno aprecia esa clase, termina queriendo a ese profesor y pondrá toda la atención, además de empeño.

Un día llegó mi hija cuando tenía 8 años diciéndome que había corregido a la profesora de su escuela porque no había escrito bien una palabra, me sorprendió, claro, ella aprendió a leer y escribir desde los 4 años, así que tenía desarrolladas esas habilidades.

Le dije que efectivamente los maestros se equivocan, que ella tenía razón, me comentó que la maestra lo dudó, que lo checó en el diccionario y le dio la razón. No ha sido la única vez que mis hijas me dicen que sus profesores se equivocan, pero han sido contadas a lo largo de sus más de 10 años en la escuela de cada una, en ese lapso de tiempo han tenido muchos maestros y han recibido muchas horas de clase. El factor de error ha sido el mínimo.

¿Quién no se equivoca al hablar o al escribir? De repente tienes un grupo inquieto, que viene del recreo, inicias tu clase y te das cuenta de que un alumno está distraído, pero no quieres llamarle la atención, pones más énfasis en tu clase para ver si así se concentra y a veces sabes que lo logras, pero entre que das tu clase, observas la conducta de tus alumnos, buscas la información en tu mente, puedes equivocarte al hablar o escribir.

Efectivamente hay profesores que de 200 días de clase al año, un día dentro de las 6 horas que dan en promedio se equivocan, al escribir, al hablar, al dar una indicación, al dar una tarea, al decir una fecha, al decir mal el nombre de un niño, inclusive hasta al saludar he escuchado que se equivocan; una vez unos alumnos me dijeron “ese profesor confunde el día con la noche, dijo buenas noches y eran las 7 de la mañana”.  Sucede que por defecto los seres humanos tendemos a generalizar, entonces con una vez que se equivoque un profesor, ya es suficiente para decir que siempre se equivoca y si lo haces 2 veces en un años, lo condenamos.

Si menospreciamos la labor del docente porque a veces se equivoca, estamos dañando el aprendizaje de nuestro hijo seriamente, ya que no pondrá atención, demeritará el conocimiento que le dé el profesor. La realidad es que hoy en día, los alumnos no van ya a adquirir muchos conocimientos a la escuela, la labor del docente es desarrollar competencias (habilidades conjugadas con saberes y adecuadas actitudes que permiten la convivencia con los demás y su desarrollo humano).

La labor principal del docente no es hoy en día que nuestro hijo sepa más, es  impulsarlo para que aprenda a aprender, a convivir, a hacer y a ser  (Jaques De Lors), entonces como padres de familia estamos obligados a darle las facilidades al profesor para que lo haga y una de ellas es dignificar su papel, darle el valor que se merece como una de las piezas fundamentales del proceso educativo.

Hemos puesto al estudiante en el centro del proceso de aprendizaje, cuando él es una pieza igual de fundamental que el profesor, padres de familia y autoridades educativas. La otra realidad es que los papás somos buenos para opinar y criticar, pero de acuerdo a varios estudios nuestra presencia en las actividades escolares es menos del  5 %, no nos aparecemos para apoyar, nos molesta que nos lo pidan.

Nuestra responsabilidad es darle seguimiento al trabajo de nuestros hijos, pero más allá, fomentarles las habilidades básicas de lectura, escritura, razonamiento lógico,  deseos de aprender, aprecio por el arte y la cultura, además, respeto hacia los miembros de su comunidad (incluyendo profesores y compañeros), ojo, es respeto, no sumisión, pero generalmente no lo hacemos, delegamos toda la carga en la escuela y el profesor.

Poco apoyamos, al contrario, hablamos mal de la escuela de nuestros hijos y estamos en libertad de hacerlo, pero si vamos a criticar hagámoslo de manera respetuosa, en los canales adecuados, y expliquemos a nuestros hijos el motivo por el cual consideramos que está mal algo de su profesor o de su escuela.

Si cree que el maestro de su hijo realmente es un “tonto”, de manera inmediata presente su queja correspondiente, si no se actúa, cámbielo de escuela, no lo deje ahí, hay muchas opciones de escuelas tanto públicas como privadas. Y deje de quejarse, actúe.

Si usted le dice “tonto” porque un día se equivocó, no es justo, aun los sistemas electrónicos automatizados y robotizados fallan porque están hechos por humanos. Si queremos que nuestro hijo aprenda, nuestra labor es apoyar la labor del profesor y en lo general de la escuela.

Al participar en las actividades de la escuela de nuestro hijo, no solamente estamos apoyando a la institución en la que está para que tenga mejores instalaciones o servicios, le estamos mostrando que es necesario ser solidarios, participar activamente, y si no podemos apoyar, no obstaculicemos diciendo que está mal.

Cooperemos con los profesores, la realidad es que ellos no pueden solos, mi experiencia me ha mostrado que la mayoría de los alumnos destacados es porque sus padres los están apoyando.

Recomendable:

Informe Unesco, Jaques Delor, (1996). La educación encierra un tesoro. Disponible en: http://www.unesco.org/education/pdf/DELORS_S.PDF

Pérez de Pablos, Susana, (2016). "El papel de los padres en el éxito escolar de sus hijos". Video disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=rES0S00cyc8