Opinión

Consejos para el corajudo

Por Ramón de la Peña


Katchumo me envío el siguiente mensaje relacionado con un tema que les comenté ya hace buen tiempo: ¿Se acuerda de aquel antiguo consejo de la sabiduría popular que dice: “Cuando estés enojado, ¿cuenta hasta diez antes de actuar” ?, pues le diré, me recuerda Katchumo, que yo había recibido un mensaje de Argentina que da el mismo consejo, pero de una manera más elaborada.

El cuento dice así: “Una vez, un miembro de una tribu norteña se presentó furioso ante el jefe de la tribu para informarle que estaba decidido a tomar venganza de otro miembro de la tribu –antes su amigo, ahora su enemigo–, porque lo había ofendido gravemente. Quiero ir inmediatamente y matarlo sin piedad, lo que me hizo no tiene perdón”.

El jefe lo escuchó atentamente, lo miró a los ojos y le dijo: “Está bien, ve a hacer lo que tienes pensado, pero antes de hacerlo, toma tu pipa, llénala de tabaco y ve a fumarla al pie del árbol sagrado del pueblo. Fuma la pipa con calma”. El hombre se va camino hacia el árbol, llenó su pipa de tabaco y fue a sentarse a fumar su tabaco bajo la copa del gran árbol sagrado del pueblo. Tardó cerca de una hora en fumarse su pipa. Después de hacerlo, limpió su pipa y decidió volver y hablar con el jefe para decirle que lo había pensado mejor, que había concluido que era excesivo matar a su examigo, pero que había decidido darle una gran paliza para que nunca se olvidara de la gran ofensa que le había hecho. El anciano lo escuchó atentamente y de nueva cuenta le recomienda hacer lo que había decidido hacer, pero nuevamente le propuso que llenara su pipa de tabaco y que fuera a fumarla al mismo lugar. También esta vez el hombre cumplió su encargo y utilizó media hora fumando y meditando sobre el agravio de su examigo. Una vez más, el hombre decidió volver a hablar con el jefe para decirle que lo había pensado mejor, que consideraba un exceso castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y que le haría pasar una gran vergüenza delante de toda la tribu. Como en ocasiones anteriores, el jefe le dijo: adelante, pero vuelve a llenar tu pipa y ve a fumarla a nuestro árbol sagrado. El hombre, ya más sereno y tranquilo, se dirigió de nuevo al árbol centenario y sentado ahí terminó de convertir en humo su tabaco, su problema y su coraje. Cuando terminó, regresó con el jefe y le dijo: “Pensándolo mejor, me doy cuenta de que el problema no es tan grande, no es para tanto. Iré donde me espera mi examigo para darle un abrazo, así recuperaré a un amigo que seguramente ya está arrepentido de lo que hizo. Yo daré el primer paso hacia nuestra reconciliación”.

El jefe le regaló tabaco suficiente para llenar dos pipas y le dijo: “Ve a fumar junto con tu amigo al pie de nuestro árbol. Esto es lo que yo quería pedirte desde un principio, pero no podía pedírtelo yo, era necesario que te dieras tiempo para que lo descubrieras vos mismo”.

¡Qué excelente consejo! Efectivamente, el que se enoja y busca camorra puede perder a sus amigos, a sus hijos, a sus colaboradores y a su pareja.

Al leer este mensaje me acordé de la trama de la película “La Guerra de los Roses”, en la que una pareja -de apellido Rose –no sólo se enoja sino que su camorra-pleito empieza a crecer durante toda la película debido a sus continuos pleitos y diferencias– cada uno montado en su macho, como diría la sabiduría popular-; durante toda la película fuman pipas llenos de coraje, terquedad y amargura y el problema en vez de disminuir creció hasta que todo termina trágicamente al caer los dos al vacío desde un candelabro que pendía de lo alto del recibidor.

Efectivamente, los problemas y desavenencias pueden crecer y trascender de padres a hijos, de generación en generación. Para muestra basta recordar los conflictos entre familias y entre países cuyo origen se remonta a veces a decenas de años. ¿Cuál es el mejor antídoto?, ¿cuál es el mejor camino?

Pues fuma las tres pipas, me resalta Katchumo, cuenta hasta diez antes de actuar.