Opinión

La Aventura

Por Alejandro Mier


Mi vuelo partió de Veracruz y al aterrizar en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el estómago me revoloteó como cuando niña. Qué emoción, mi viaje, mi tan delirada y esperada aventura, por fin comenzaba.

Aunque el viaje es muy corto, alrededor de 40 minutos, desde que recliné el respaldo de mi asiento, cerré los ojos y así permanecí todo el trayecto. Tan solo saboreando la inmensa felicidad. Toda mi vida había deseado ir a Europa. Más que de un lugar en específico, se trataba como acudir a un encuentro conmigo misma. Ese sitio en el que encontraría mi razón de ser, de vivir; saber cuál era mi papel en este mundo, el camino que tenía que seguir. En realidad, lo debí haber hecho al salir de la universidad, pero así sin más, un día me encontré casada y sin haber cumplido mi sueño, ¡qué bruta! me recriminé mil veces, pero bueno, hoy, precisamente hoy ¡por fin estaba realizándolo!

Caminé rumbo a la sala principal y al ver mi imagen reflejada en uno de los aparadores, me detuve para contemplar la escena. Fue muy divertido porque, aunque había un gentío desfilando por los pasillos, fingí ver la ropa detrás del vidrio, pero en realidad me veía a mí misma. Nada mal para 44 años. Pompis generosas y bien paraditas, un sombrero blanco "de medio lao" y mi gran orgullo, las musculosas piernas que bajaban divinas desde los shorts pegaditos hasta los tacones del número 10 que acentuaban las pantorrillas. Por supuesto les unté un poco de crema y ¡resplandecían que daba miedo! Un look muy ad hoc para estar a la altura de esa magia que tienen los aeropuertos, ¿a poco no? Como que todo mundo luce como artista, el tono tan cachondo del altavoz anunciando los vuelos, las modas, los comercios. Además, las miradas atentas a ver en qué momento te topas con un famoso y claro, tú pones cara de lo más normal, como si no estuvieras emocionadísima y eso te pasara todos los días. 

Justo iba por la zona de equipaje cuando un portafolio metálico, delgadito, que más bien parecía una caja fuerte, cayó a mis pies.

–¡Madre mía! –Dijo el guapísimo señor–. ¡Qué torpe soy! Por "favore", discúlpame.

¡Me encantó ese acento extranjero y que a pesar de que calculo que era unos 5 o 7 años menor que yo, me habló de "tu"!

–No te preocupes, –contesté poniéndome en cuclillas para recoger el valioso reloj que había rodado junto a una pluma Montblanc y varios documentos notariales.

De ahí, continué mi camino en busca de donde matar las 6 larguísimas horas que tardaría en salir mi vuelo de conexión rumbo a Europa. Me dejé llevar por la oleada de gente y al entrar al área de restaurantes, a pesar de que venían varias personas a mi alrededor, fue precisamente a mí a quien el muchacho abordó para darme un volante de promoción, ya sabes, como que siempre buscan mujeres bonitas porque, claro, atraemos a más clientes. Generalmente no hubiera hecho caso, pero este chico era diferente, muy simpático, y me convenció de que el "Casino Andaluz" era el lugar ideal para refrescarme con una bebida.

Tendría no más de 20 minutos sentada cuando una voz muy varonil y alegre, prendió mis sentidos porque ¡hablaba italiano! Fue imposible no voltear y más porque, dentro de lo que mis clases de idiomas me permitieron, entendí que hablaba con su mamá y se expresaba con tanto cariño. Con disimulo, deslicé mi silla para girarla un poco y quedar más de frente a él y ¡oh sorpresa! Era el mismo muñeco del portafolio, ¡no deberían permitir salir a la calle siendo tan guapo! Se le veía lo millonario a leguas por su forma de vestir, el portafolio y el whisky que bebía, ese carísimo que compró Fabián, mi esposo, para la graduación de mi hijo, un JW etiqueta Gold no sé qué. Por curiosidad miré la carta para saber su costo, ni más ni menos que $260 la copa. Portaba saco gris muy moderno; las mangas tenían un dobladillo con vivos en tonos lilas que combinaban deliciosamente con el pañuelo y una linda bufanda arrugada, de esas como las pashminas que usamos las mujeres. La camisa desabotonada hasta el pecho dejaba asomar un tostado impecable y el tatuaje de una figura muy artística, varonil, parecía como un escudo de armas, quizá de su familia, supongo. Y justo cuando estaba analizando todo el cuadro, me sorprendió haciendo contacto visual y no sólo eso, sino que se puso de pie y fue hasta mi para darme la mano y presentarse, ¿quién hace eso hoy en día, por Dios santo? No, bueno… me temblaron hasta las piernas, ¿sabes? Total que cuando me di cuenta ya estaba atacada de la risa con todo lo que me decía. Giorgio resultó ser muy buen conversador y a pesar de ser italiano, hablaba perfectamente el español. Me encantó su nombre, sonaba así como "Giorgio Armani", qué chic.

Al terminar las bebidas, de la manera más natural, me pidió que si lo acompañaba por sus maletas al hotel del aeropuerto. El túnel de un pasillo cercano conectaba con el increíble lobby y de ahí tomamos el elevador rumbo a su suite. Pensé que no tenía nada de malo y si ¡muchísimo de emocionante! Mi gran aventura a Europa estaba por empezar y pues este encuentro ya era como parte del viaje.

Mi mente seguía volando, cuando Giorgio se aproximó a mí con otra bebida más que ni siquiera me preguntó si quería, simplemente la puso en mi mano y chocó su copa con la mía mientras decía:

–¿No te parece que esto es genial? –y luego viendo hacia el horizonte a través del ventanal de la suite, continuó– cuando haces estos viajes es como entrar en una gran aventura, es como regalarte algo que te debías desde hace mucho tiempo, exclusivamente para ti, algo en el que vas a hacer todo eso que siempre quisiste y por una u otra razón no lo has hecho.

"Maldita sea. Te juro que esas mismas palabras estaban a punto de salir de mi boca. Bueno, ¿que este guapérrimo lee la mente o qué?", me pregunté.

-¡Siiiii! Te hace sentir tan bien, es como un sueño...

Aunque nunca antes lo había hecho, ni de broma, esta vez ya te imaginarás que pasar a los besos fue fácil. Luego, ya completamente desnudos, me cargó para llevarme a la cama y te confieso que ahí fue la primera vez que pasó por mi mente la imagen de mis hijos... también la de Fabián, mi esposo, pero fue más fuerte la de mis hijos y me sentí mal, ¿qué estaba haciendo encuerada, en un hotel con un perfecto desconocido? Pero supongo que era demasiado tarde para hacerme esas preguntas y, siendo honesta, Giorgio era un muñeco. Después ya no recuerdo mucho, sólo destellos en los que lo veo sobre mi empujándome con brusquedad, su rostro desencajado dejando a un lado toda amabilidad, incluso, en ciertos momentos me abofeteó. Lo que me despertó fue el terrible dolor de cabeza y quedé en shock al verme tirada en esa cama, desnuda, y con todo hecho un desastre. Estaba mareadísima y al incorporarme, lloré abatida al ver las fotografías. Me veía con total claridad en las imágenes más denigrantes y asquerosas imaginables, peor que película porno, en posiciones que, por supuesto jamás había hecho y, por si fuera poco, practicando sexo oral… lo cual por más que me lo pidió Fabián, siempre le negué. Y con ellas la nota: "hola nena, este es mi número de cuenta, tienes 24 horas para depositarme 100 mil pesos o de lo contrario Fabián y tus hijos se enterarán de todo. Mi bolsa estaba vacía, de mis joyas, ni hablar. El reloj marcaba las 12 del día, ¡había estado dormida 18 horas!

No me dejó alternativa y me fui directo al banco a hacer la transferencia. Por suerte, el dinero destinado para el viaje, era una suma muy similar, así es que ahí lo pagué.

–Ahí lo tiene, detective Miranda, esa es la historia. Quise explicárselo tal cual lo viví porque sé que usted, como mujer, puede comprenderme; en cierta medida también fue un desahogo, créame.

Desde que inició la entrevista, de vez en vez, las lágrimas bajaban por lo pliegues de sus ojos corriéndole el maquillaje.

–Así es Sra. Andrade, por favor relájese. La droga que le dieron en su bebida es muy fuerte, aunque no lo suficiente como para matarla, eso a ellos no les serviría en absoluto. Pero, siendo sincera, hay partes de su historia que entiendo a la perfección y agradezco que se haya abierto así conmigo porque cada detalle es muy benéfico para la investigación, sin embargo, también tengo algunas dudas... dígame, ¿cómo es que en ese momento decide no levantar la denuncia, paga los 100 mil y ahora, un mes después acude a nosotros?

–Verá, detective Miranda, iba a hacer ese viaje para estar sola y meditar acerca de mi matrimonio. Aunque Fabián y yo teníamos una larga racha francamente mala, ya sabe, quizá la crisis de los cuarentas o esos lapsos de monotonía de los que se dan en toda pareja, todavía tenía la esperanza de salvar nuestra relación. Fabián podría ser frívolo, aburrido y últimamente también muy raro, pero siempre fue un buen padre y nunca nos faltó nada. Por eso decidí cancelar el viaje, pagarle a Giorgio lo que llevaría a Europa y regresar cuanto antes a casa con el pretexto de que los extrañaba y prefería estar con ellos. Pero como ya le informé a su compañero, el detective Tony Salazar, el muy desgraciado de Giorgio mandó las fotos a mi esposo y también intentó sobornarlo, pero lo único que logró fue nuestro rompimiento final. Fabián me restregó en la cara la fotografía en la que estoy... usted sabe... haciéndole sexo oral al italiano, no quiso escuchar ninguna explicación y se quedó con todo lo que hasta entonces era mi mundo: mi familia, mi casa, mi dinero; me dejó en la calle con tan solo el puñado de fotos... así es que ya está decidido, ahora va la mía.

–Sra. Andrade, es muy importante que sepa que todo estaba perfectamente planeado: abordar a una mujer soltera que estará 6 horas en el aeropuerto, un joven atractivo en realidad no 7 sino 14 años menor que usted y que muy probablemente ni siquiera sea italiano.

–¡Qué vergüenza! –Susurró la Sra. Andrade escondiendo el rostro con sus manos.

La detective Miranda continuó: –el chico del volante con la promoción del restaurante, la bebida cara, hablar italiano, la lujosa habitación... todo, perfectamente estudiado. Incluso la cantidad, justo la mínima que uno llevaría a un viaje así. Para esta banda de profesionales, son mejor 100 mil en el momento que pedir 300 mil, por ejemplo, y que se vuelvan incobrables o que dé pie a que la víctima acuda a alguien o hasta a la policía. ¿Lo ve? El monto exacto que calculan usted tiene a su alcance, facilita mucho la extorsión.

–¿Dijo usted "profesionales"? 

Lo siento Sra. Andrade, pero así es, son varias personas incluyendo al fotógrafo y me temo que esto no acaba aquí...

–¡Qué pasa! ¿Qué quiere decir? Ya, ¿qué puede ser peor?

–Es necesario que lo sepa para que esté preparada, este tipo de bandas también venden las fotografías y videos al mercado de la pornografía...

–¡Qué! ¡Qué! ¡No puede ser! ¿Quiere usted decir qué?... –pero, la frase nuevamente fue ahogada por el lamento.

–Sí, Sra. Andrade, lo siento, las imágenes de usted con el italiano, ya circulan en internet.

La detective Miranda, abandonó la sala para que la Sra. Andrade se pudiera recuperar. Su hábil compañero, el investigador Lucio Anguiano quien había escuchado con toda atención la conversación, le dijo:

–Te felicito. El hecho de que el interrogatorio fuera realizado por una mujer, como acertadamente lo sugeriste, le dio la confianza para contar todo como si lo estuviera haciendo a su mayor confidente, ¡bien detective! Ya se lo transmití a Tony.

 

Un par de semanas después, la bella señora cuarentona, llegó al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, proveniente del mismo vuelo de Veracruz. Presumía un caro abrigo de pieles sobre el que se deslizaba un ostentoso collar de perlas. Cuando el portafolio metálico cayó a sus pies, antes de ayudar al apuesto italiano a recoger sus pertenencias, con discreción apretó un botón oculto en el bolso de su abrigo. Era la señal. El detective Tony Salazar, tomó del brazo a Giorgio, mientras sus compañeros desarticulaban al resto de la banda.

 

Por la noche, en el “bar León”, su refugio de costumbre, los detectives festejaban cuando Lucio Anguiano, quien hasta ese momento había estado completamente en silencio, dijo: 

–Hay algo que no encaja del todo en esta historia, ¿no lo creen?

–¿A qué te refieres? –Cuestionó la detective Miranda observando con complicidad a Tony Salazar.

–¿No les parece extraño que el Sr. Fabián solo exigiera el divorcio sin efectuar la menor investigación siendo que cualquier novato podría percibir en las fotografías que la Sra. Andrade estaba intoxicada.

–Jaja, –detrás del “pearsing” que colgaba de la ceja derecha, los ojos leoninos de Tony miraron al joven detective y rodeándole el cuello con su musculoso antebrazo, apuntilló:

–Vaya, vaya, tal parece que aquí hay alguien que está aprendiendo... efectivamente Lucio, Miranda se tomó la molestia de revisar el teléfono del italiano y, ¿adivina de quien tiene llamadas realizadas justo antes de que la Sra. Andrade abordara el avión?

 

 

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