Opinión

Nadie nace líder; todo el mundo puede serlo... si quiere

Por Roberto Matosas


Creo que el Liderazgo está sometido en estos momentos a una doble paradoja: del tiempo y del espacio. De un lado, a lo largo de la Historia hemos contado con verdaderos líderes que nos han enseñado mucho (de varios de ellos hablamos en las primeras páginas de ‘Liderazgo Innovador para Dummies’), a los que admiramos (no existe la “envidia sana”; es admiración), que nos iluminan, cuyo ejemplo nos inspira.

De otro, el Liderazgo como Ciencia (en realidad es Ciencia, Arte y Ética) es bastante reciente, desde que Warren Bennis (1925-2014) escribiera el primer artículo sobre el tema en 1961en la Harvard Business Review: ‘Una teoría revisionista del Liderazgo’. Desde entonces, hemos conocido el Liderazgo visionario (del propio Bennis y su colega Burt Nanus), el Liderazgo situacional (de Ken Blanchard y Paul Hersey), el Liderazgo transformador (del historiador James McGregor Burns), el Liderazgo resonante (basado en la Inteligencia
Emocional, de Daniel Goleman, Richard Boyatzis y Annie McKee) y el Líder-coach, con excelentes ejemplos en el mundo del deporte.

Lo último de lo último, el Liderazgo Innovador, está basado en la NeuroCiencia: es el NeuroLiderazgo, con modelos como SCARF de David Rock y el modelo i4 de Silvia Damiano: líderes inspiradores/as, integradores/as, imaginativ@ss e intuitiv@s. El/la líder como “coach de carrera” (LC2). O gestionamos nuestras carreras profesionales o nuestro entorno se resiente.

El otro “eje de confusión” es el del contraste entre la importancia (creciente, exponencial) del Liderazgo y su escasez. Poco espacio real para algo determinante.

De una parte, el Liderazgo resulta esencial para el desarrollo del talento (un ultra-paretiano 90%), para la atracción (81%), para la fidelización (70%), el engagement (70%) y el clima laboral (70%), para la rentabilidad de la empresa (28%) y su volumen de negocio (19%). El Liderazgo impacta en las organizaciones como ninguna otra variable, porque lo que marca la diferencia en las compañías (la innovación, la calidad de servicio, el trabajo en equipo) depende no de la obediencia (“alegría y fe en el mando”) sino precisamente de la relación entre líderes y seguidores. De ahí su eficacia.

Y de otra, el Liderazgo es escaso porque depende de tres E: Estrategia, Equipo y Energía (marcar la pauta, hacer equipo, infundir energía) y la mayor parte de los dirigentes, en la política pero también en las empresas insulsas, hacen precisamente lo contrario. Sólo el Liderazgo deja Marca. En lugar de generar un proyecto sanamente ambicioso, ilusionante, retador, con el que “fluir” elevando nuestras capacidades a través del compromiso, los “no-líderes” se dejan llevar por la rutina, lo malo conocido, el “más de lo mismo”; en lugar de construir un equipo de alto rendimiento, se abandonan a los silos y las luchas internas que tanta fricción y ruido provocan; en lugar de ser ejemplo de optimismo inteligente, de entusiasmo, de pasión, de alegría, se muestran grises, aburridos, cansados, aburridos, cuando no tóxicos. “Be the change/ you want to see” (Sé el cambio que quieras ver), Mahatma Gandhi. El Liderazgo, ya sabes, se forja. Nadie nace líder; todo el mundo puede serlo… si quiere. Libertad y Voluntad, el binomio mágico.

Fuente: Hablemos de talento, Juan Carlos Cubeiro, 2016