Opinión

Cinderella

Por Alejandro Mier


El diminuto ente ha hecho un largo viaje. Proviene de un lugar en donde los millones de seres que lo rodean son iguales y siguen una frenética carrera por la vida. Su meta es llegar a ese círculo de luz que se vislumbra a lo lejos. Lo más probable es que sólo uno lo logrará.

De pronto, su mundo sufre un cataclismo en el que todos perecen, quedando ella como única superviviente en un nuevo hábitat completamente distinto, en el que la calma y una placentera oscuridad combinan a la perfección con el tranquilo oleaje que la envuelve. La nave que la transporta es muy confortable y contiene un líquido espeso que amortigua las turbulencias exteriores impidiendo que Cinderella pase contingencia alguna.

Está conectada a ella por un tubo del que fluyen alimentos que la hacen crecer en forma incontrolable. Su fisonomía cambia día con día y le están creciendo cuatro asombrosas extremidades.

Después de tres meses de estar viajando, comienza a escuchar voces en el exterior de la nave. Son seres venidos como de otra galaxia. Parecen amigables y aunque no los puede ver, al oírlos experimenta una sensación reconfortante.

Durante varias semanas más, continúa desarrollándose y sus sentidos evolucionan a la par del maravilloso vehículo que, con cálculo exacto de tiempo y espacio, la protege.

El veintiséis de noviembre del año dos mil cuatro de nuestra era, justo a los nueve meses de su travesía, algo raro sucede. Por primera vez tiene miedo. Las voces exteriores están sobresaltadas, la nave ha comenzado a rugir de manera extraña y se encuentra completamente agitada.

El agua que la rodea se ha desbordado. Parece que es el fin.

Se ha quedado sin líquido y una fuerza descomunal la succiona hacia un oscuro túnel en el que duda mucho pueda caber. La atracción es tal que no le queda más remedio que penetrar en el hueco que, para su sorpresa, comienza a ceder ante ella. Con grandes esfuerzos, se va abriendo camino. Es muy estrecho y siente que la puerta de la nave no va a resistir ya que los rugidos son cada vez peores.

Por fin consigue cruzarla y su cabeza es la primera en traspasar el umbral. Hay mucha luz; un ser la sujeta de la cabeza y empieza a jalarla ayudándola a salir por completo. Cuando lo logra, todo marcha bien hasta que el terrícola de la bata blanca le da una nalgada que la obliga a soltar el llanto.

Cinderella no entiende nada, ni los gritos, ni las lágrimas, ni mucho menos la fina navaja que corta la manguera que la une a la nave. Tras esos minutos de desconcierto, la entregan a la mujer que la transportó, cuidó y alimentó en esta primera etapa de su vida. Entre sus brazos vuelve a sentir la misma calma de tantas noches. Un hombre se le acerca y se dirige a ella. Cinderella reconoce la gruesa voz que también ha venido escuchando a lo largo de su viaje y que ahora dulcemente le dice: “Bienvenida al planeta Tierra, Cindy”.

andaresblog.com.mx