Opinión

Mi hijo adolescente ya no desea estudiar

Por Alejandra Meza


Son muchos los niños a los que durante su infancia se les puede calificar como buenos estudiantes, y que cuando llegan a la adolescencia comienzan a mostrar signos de bajo rendimiento escolar: bajas calificaciones, descenso de la motivación, falta de interés por la escuela…

En general, la adolescencia es una etapa de muchos cambios, físicos y psicológicos, y ésto se traduce también en cambios en el rendimiento académico, que en la mayoría de los casos suele ser un “bache” temporal.

Con la pubertad se pone en marcha un complejo proceso neurohormonal que afecta a todo el organismo, y que en resumen se caracteriza por:

Incremento de la impulsividad.

Descenso del umbral de goce (desinterés por lo que antes sí interesaba e interés por todo aquello novedoso, excitante e incluso peligroso).

Atracción por las nuevas relaciones que se establecen con los “iguales”.

Por otra parte, el adolescente comienza a desarrollar su capacidad reflexiva y se desarrollan las habilidades metacognitivas, pero ambas “chocan” con la impulsividad propia de estas edades, necesitando una mayor fuerza de autocontrol para mantener “a raya” sus impulsos.

¿Qué Pueden Hacer los Padres ante esta Situación?

#1 Hablar, hablar y escuchar

Aunque a veces resulta difícil hablar con un adolescente, hay que mantener la calma, desarrollar la capacidad de escucha y no dejarse llevar por la ansiedad, el enfado o el miedo. Establecer un buen cauce de comunicación con los hijos es la base para tratar de resolver juntos los problemas.

#2 Averiguar qué es lo que pasa

Si existen problemas físicos que puedan estar afectando al rendimiento: fatiga, problemas de alimentación, trastornos del aprendizaje no detectados hasta el momento…, o problemas de interacción social: acoso de otros compañeros, conflictos con el profesor, excesiva “presión académica”… Para ello hablar con los profesores y/o orientadores del centro puede ser de gran ayuda.

#3 Interesarse por los gustos y aficiones de los hijos.

Si les gusta la música, el baile, algún deporte…,permitir que tenga un tiempo y espacio para desarrollar sus aficiones, controlando también que se mantenga el compromiso de cumplir con las obligaciones escolares.

#4 Más flexibilidad y menos autoridad.

La disciplina no está reñida con el afecto ni con el diálogo. Una actitud empática y flexible favorecerá siempre el diálogo y la búsqueda de soluciones pactadas.

#5 Hablar sobre su “plan de vida”.

Conversar acerca de su vocación, de sus planes de futuro y buscar información al respecto. Plantearse unos objetivos a medio y largo plazo que le ayuden a reflexionar acerca de los pasos a seguir y apoyarles para poder alcanzarlos.

En el proceso de búsqueda de la identidad típico de la adolescencia, también se incluye el saber “qué quiero hacer”, y tener momentos de duda y desconcierto es un proceso normal en esta etapa.

En definitiva, escucharles, respetarles y guiarles para buscar soluciones ante un problema concreto es la mejor manera de acompañarles en un momento de cambio e incertidumbre tan inevitable como pasajero.

QUE HAGO SI MI HIJO NO PUEDE ESTUDIAR?

Para ayudar a los hijos a ser buenos estudiantes, los padres tienen que plantearse cuáles son los principales problemas y retos a los que sus hijos se van a enfrentar dentro de la escuela y ayudarles a buscar soluciones conjuntas, entre ese famoso triángulo de padres, alumnos y maestros. A continuación 8 consejos para conseguir este objetivo:

Acostumbrar a tus hijos a realizar simulaciones de examen de lo que hayan estudiado. Esta costumbre les dará una gran ventaja cuando se enfrente a exámenes reales y les ayudará a mejorar sus resultados.

Animar a tus hijos a preguntar en clase. Enseñarles que la buena comunicación con los maestros, es uno de los pilares del éxito escolar.

Fomentar la curiosidad en tus hijos para que se interesen en el aprendizaje y quieran aprender por sí mismos y explorar temas de su interés.

Ayudar a tus hijos a realizar un calendario de estudio general y otro particular para cada asignatura, dedicando tiempos de acuerdo con las dificultades previstas o reales. De esta manera, será más fácil organizarse y alcanzar los resultados deseados.

Educar a tus hijos a estar seguros de sí mismos y a ser optimistas antes, durante y después de los exámenes.

Enseñar a tus hijos a realizar evaluaciones personales y a medir su progreso regularmente en cada una de las asignaturas.

Felicitar y seguir animando después de cada esfuerzo y pequeño éxito, para que tus hijos puedan valorar el esfuerzo realizado y aumentar su autoestima, siempre con sencillez y sin fanfarronería.

Conversar regularmente con los profesores y ayudar a tus hijos a desarrollar técnicas de estudio y de aprendizaje que les ayuden en sus estudios.