Opinión

La Catrina

Por Ramón de la Peña


Carlos Pellicer en su “Discurso por las flores” escrito para Joaquín Romero nos dice: “El pueblo mexicano tiene dos obsesiones: el gusto por la muerte y el amor a las flores"

El día de muertos es una tradición muy antigua, que se celebra en nuestro país desde mucho antes de la conquista. La sabiduría popular nos dice que en los días 1 y 2 de noviembre, la barrera que separa a los vivos de los muertos desaparece y los muertos pueden regresar a visitar a sus familiares más queridos.

Esta misma sabiduría popular nos dice que “el día primero de noviembre se dedica a los “muertos chiquitos”, es decir, a aquellas personas que murieron siendo niños; el día dos, a los fallecidos en edad adulta. En algunos lugares del país el 28 de octubre se recuerda a las personas que murieron a causa de un accidente. En cambio, el 30 del mismo mes se espera que lleguen las almas de los “limbos”, los niños que murieron sin haber sido bautizados”.

¿Cuál era el día de muertos antes de la llegada de los españoles?, esta celebración, esta fiesta para nuestros ancestros indígenas, se realizaba en el mes de agosto, después de la recolección de la cosecha de maíz, garbanzo, fríjol y desde luego, después de la recolección de las calabazas, pues estos productos agrícolas eran usados en la ofrenda de su día de muertos.

Pero llegaron los españoles para quienes la celebración del día de muertos era un acto de contrición, oración, luto y dolor por las personas que habían muerto. Pero al combinarse esta tradición española con la indígena americana, la celebración integró ese acto de luto y de dolor con un carnaval de olores, sabores, gustos y amores en el que los vivos y muertos conviven y en cierto modo se tocan en esa remembranza, en ese espacio del tiempo que permite el contacto entre vivos y muertos gracias a la eliminación de la barrera que separa a esta vida de la otra.  

Así, actualmente en nuestro país el día de los muertos es un acto, un evento, una celebración, que nos lleva por un lado al recogimiento y a la oración, pero por otro nos lleva a la fiesta en la que la muerte, su majestad la muerte, se pasea entre los vivos transformándose en esa Catrina, simple, llana, etérea, pero que nuestros artesanos han transformado en un ente físico que podemos tener en nuestro regazo, altar, galería o como parte de los dulces que se pueden disfrutar en estos días.

De acuerdo a nuestra cultura indígena los muertos podían tener diferentes destinos, la gran mayoría de los muertos, los muertos comunes,  iban al mictlan (Lugar de los muertos) con sus nueve mundos subterráneos muy fríos. Este reino de los muertos era custodiado por Acolmiztli, a quien los mexicas  lo representaban como un puma de color negro, con un gran rugido, que impedía que los vivos entrasen al reino de los muertos.

Pero otros muertos tenían otros destinos, por ejemplo las personas que morían ahogados o morían tocados por un rayo iban al Tlalocan el lugar donde reside el dios del agua Tlaloc y se hacían de una vida inmortal llena de placeres y abundancia; las mujeres que morían durante un parto, los guerreros que morían durante una batalla y los que eran muertos en la piedra de los sacrificios iban al Tonatiuhichan, a la casa del sol. Ahí convivían con el astro rey por cuatro años para regresar después a la tierra convertidos en colibríes.

Saludos y feliz día de muertos a todos, espero verlos, a su debido tiempo, en la casa del sol junto a Quetzalcoatl, ese Díos señor del cielo y de la tierra, fuente de vida, quien provee la tutela y el amparo para el hombre. Quien es el origen de la felicidad y del poder, quien es fuerte e invisible, quien es el dueño de las batallas y desde luego quien siempre esta omnipresente en las actividades del hombre.

Sin olvidar estimado lector que prepararse para una buena muerte no es solo preparar el alma, sino también evitarle problemas adicionales a los que se quedan: Ahorre, testamente, asegúrese y decida donde tendrá su reposo final.