Opinión

Por la manchega llanura

Por Omar González García


Kathya Millares y Luis Miguel Aguilar han compilado las “puntuales parcialidades del placer” que entraña leer una de las dos obras literarias que la posteridad sigue escribiendo: El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, Príncipe de los Ingenios. La otra obra que la posteridad sigue escribiendo es, ya se sabe, la de Jorge Luis Borges porque ¿quién sino Borges es el Cervantes de esta otra orilla?

Al reunir en un breve texto una suma de opiniones sobre El Quijote bajo el preciso título de <> (Cal y Arena, 2016) Millares y Aguilar asumen a cuatro manos la condición de un Diógenes con dos linternas que, aquí no busca al hombre sino lo que, de la obra de un hombre, Cervantes en este caso, se ha dicho. Pero como son dos las linternas, la luz cae lo mismo sobre Cervantes que sobre El Quijote bañando a ambos puntualmente sin excesos ni vanas ampulosidades.

Y del Quijote, ya se sabe, la literatura ha abrevado con suficiencia. “Fielding y Sterne, Goethe y Thomas Mann, Flaubert y Stendhal, Melville y Mark Twain, Dostoievski; todos ellos se encuentran entre los admiradores y discípulos de Cervantes” refieren Millares y Aguilar a partir de “¿Dónde se encuentra la sabiduría?”, de Harold Bloom.

Al apostillar la suma de lecturas sobre El Quijote y Cervantes o sobre Cervantes y El Quijote, Millares y Aguilar construyen una guía de acercamiento a El Quijote y por supuesto a Cervantes. La multiplicidad de interpretaciones sobre El Quijote en tanto personaje y acaso persona y por ende sobre su tiempo y concomitantemente sobre la obra en su conjunto, supone la posibilidad de llegar o regresar a la obra de Cervantes con un andamiaje sólido construido a lo largo de múltiples lecturas emprendidas lo mismo por Margaret Atwood, que por Borges o Bloom; por Flaubert, Nélida Piñón, Fernando del Paso, Kafka o Ramón López Velarde.

<> supone la posibilidad ágil, breve, de acercarse a El Quijote y a Cervantes “las dos partes de un mito que ha arrastrado a la ficción por un caudal inagotable”, conversación interminable iniciada una vez que “La luz de la novela moderna se ha encendido” dicen Millares y Aguilar en el Aviso que abre la puerta de su obra.

Mi abuelo solía decir que en ninguna casa podía faltar El Quijote. Me tomó años –una vida casi, soy lento de entendederas— captar el sentido último de su expresión. Ahora habrá que decir que a éste tampoco ha de faltar ya <> de Millares y Aguilar.

Señalaba al inicio de este infolioque hay dos obras literarias que la posteridad sigue escribiendo, desentrañando, interpretando. Una, por supuesto, la de Cervantes y el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La segunda obra en continua reescritura y relectura es la de Borges. Así, que entrados en gastos y bien visto el asunto, si existe ya <>, ¿sería mucho pedir que existiera alguna vez En un lugar de Palermo? Mientras la idea de marras se materializa, <> avanza por la manchega llanura que dijera León Felipe y cantara Joan Manuel Serrat. (Kathya Millares, Luis Miguel Aguilar, En un lugar de Cervantes, Cal y Arena, México, 2016, 63 pp.).